IntroduccIón: pensar lo colonial

Introduction: thinking on the colonial question

Introdução: pensando o colonial

Laura Catelli
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Mario Rufer
Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco, México
Alejandro De Oto
Universidad Nacional de San Juan, Argentina

IntroduccIón: pensar lo colonial

Tabula Rasa, núm. 29, 2018

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca

A algunas décadas de la circulación de la crítica poscolonial anglosajona y del giro decolonial latinoamericano, los editores de este dossier –reunidos en algunas mesas en congresos previos entre 2015 y 2017– nos preguntamos: ¿Qué es lo colonial en los estudios poscoloniales y en el giro decolonial? En producciones de diferente tenor argumentativo leemos aseveraciones similares: para la crítica poscolonial, el «pos» no afirmaría un radical «después» de la colonia, sino que funcionaría como afirmación bajo tachadura, el prefijo como forma de hablar de la marca que la colonia impone en sociedades del presente. Ciertos exponentes del giro decolonial han sugerido la necesidad de pensar en las continuidades entre orden colonial, formación de Estados nacionales y ordenamientos republicanos del presente. No obstante, consideramos que es necesario poner en discusión que la persistencia de lo colonial no puede resumirse como una serie de continuidades inalterables. Dichas continuidades han sido ocultadas por los discursos de quiebre de las élites criollas en los momentos genésicos de la nación latinoamericana; o suprimidas por instauraciones performativas: mestizaje, ciudadanía, igualdad, hibridez, república.

Al mismo tiempo, pareciera que cuesta definir qué entendemos por «lo colonial» en cualquier caso, como si al trabajarlo como síntoma del presente, perdiera la posibilidad de ser definido al menos genealógicamente. ¿Qué es lo que continúa? ¿Qué es lo que marca? ¿Hablamos de discursividades, de prácticas, de invenciones


Funchal-São Pedro - 2018

Johanna Orduz

sígnicas de diferencia, jerarquía, subjetividad y territorialidad? ¿Entonces la colonia es un bloque, una amalgama histórica? Por un lado, referentes tanto del giro decolonial como de la crítica poscolonial han advertido sobre las implicaciones de un traslado o despliegue acrítico de categorías de análisis cuando las experiencias, temporalidades y regímenes imperial-coloniales desde el siglo XV al XX han sido tan diferentes (Coronil, 2008; Martínez-San Miguel, 2008, p. 15-41; Mignolo 2000). Por otro, algunos especialistas de los estudios coloniales –léase, de historiografía/literatura/archivo colonial–, han remarcado la poca o nula atención al período colonial y a sus soportes discursivos por parte de la propia crítica pos/ decolonial en el contexto latinoamericano y caribeño. Para decirlo claramente: el poco diálogo entre la crítica poscolonial y los estudios coloniales (incluso en tanto campo extendido disciplinariamente) (Catelli, 2012).

Si hablamos de marca, de huella colonial, de formas de colonialidad (en gestiones de poder/saber) en los mundos contemporáneos: ¿no deberíamos tomarnos más seriamente el hecho de pensar en una genealogía crítica del concepto de «lo colonial» para no transformarlo en una obviedad naturalizada? Hemos puesto la atención en la necesidad aceptar, remarcar y revertir que nuestras modernidades son coloniales. Aún más, que nuestro presente lo es. Eso nos ha costado y nos sigue costando en una academia con tradiciones férreamente institucionalizadas y europeizantes, que ven a «la colonia» como un momento en una teleología que nada interfiere en un orden republicano que lleva doscientos años de gestación y mutación. Muchos autores, entre ellos varios de los proponentes de este número (Lepe-Carrión, 2016; Rufer, 2010, 2017; Verdesio, 2012), han intentado reposicionar la noción de que las modalidades de estatalidad, subjetivación y administración de poblaciones en América Latina siguieron siendo coloniales, bajo el ropaje de Estados ya no metropolitanos, pero sí tutelares, que operaron excluyendo mediante el barroco, la ambivalencia, la contradicción o la ductilidad de la ley. Podemos mencionar también un creciente corpus de estudios sobre la formación e injerencia de la ideología de castas y el mestizaje con respecto a las relaciones socioeconómicas y los imaginarios sociales y culturales, que se expresan en los complejos escenarios nacionales latinoamericanos y caribeños (Carrera, 2003; Catelli, 2010; De la Cadena, 2007; De Oto y Catelli, 2018; Lepe-Carrión, 2016; Martínez, 2008; Nemser, 2017; Rivera, 2010; Segato, 2007).

Pero pensamos que aun así existe poco trabajo para definir qué estamos diciendo con huella colonial, marca colonial, lo colonial, modernidad colonial, continuidad colonial. ¿Hablamos de un archivo, de modalidades de escritura gestadas en el momento colonial y que se trasladan mimetizadas o parodiadas modelando y gestionando cuerpos, espacios y territorialidades? ¿Entonces qué es lo que se traslada y cómo? Más aún: ¿Qué aportan los estudios coloniales para entender estos procesos? ¿Hablamos de modalidades de gestión y administración de poblaciones que operan desde jerarquías más o menos estables ligadas a la raza, al género, a la gestación del capitalismo en el período colonial y de la división internacional del trabajo después de las revoluciones industriales? ¿Entonces qué son esas modalidades coloniales y cuáles son sus mecanismos concretos de persistencia en cuerpos, lenguajes o signos? ¿Hablamos de temporalidades que se imbrican desafiando al tiempo vacío del capital y de la nación, donde las nociones de cambio, proceso/progreso y continuidad deben ser repensadas desde otra gramática? ¿Entonces cuáles son esas figuras coloniales del tiempo presente y cómo desafían las nociones incólumes de tiempo histórico?

Esas fueron las premisas con las que lanzamos la convocatoria de este dossier. Como editores, tenemos que decir que nuestras intuiciones sobre la dificultad para, si no definir, al menos discutir eso que llamamos «colonial» como raíz de los vocablos críticos en uso (poscolonial, decolonial, etc.), no estaban erradas. Varios de los textos recibidos, si bien eran en algunos casos densas reflexiones sobre objetos empíricos o analíticos precisos –la educación poscolonial, una historia decolonial, una ecología post-colonial, etc., lo cierto es que comprobamos que había costado mucho leer lo que sugeríamos como disparador: una reflexión sobre la categoría de «lo colonial», y el campo que la construye y mantiene en circulación. Y esto, evidentemente, no tiene que ver con una falla de los autores o con una falencia formativa o con una impericia para la escritura académica. En absoluto estamos planteando eso: creemos que quizás el campo de la pos/decolonialidad creció tan rápidamente, se tornó un espacio intelectual de tanta afluencia para quienes no lográbamos sentirnos cómodos o interpelados en la escritura disciplinar canónica, que la propia categoría dejó de ser un locus crítico de reflexión 1 . Y bien sabemos los riesgos, como los llamó Antonio Cornejo Polar (1997), de usar como marcas de identificación o de adscripción cualquier categoría que se vuelve «transparente». Más sintomático parece aún el hecho de que podamos encontrar ríos de tinta invertidos acerca de aclarar la distinción entre las vertientes «poscolonial», «decolonial» o la «perspectiva de la colonialidad», y, sin embargo, una nula reflexión acerca de por qué la raíz «colonia» aparece en todas ellas, o sobre qué es lo que ese denominador común está poniendo en juego concretamente, más allá de articular un lugar de enunciación disciplinar para algunos, ético, para otros. Partiendo de la enorme importancia que en cualquier caso concedemos a las categorías, a su potencia para hacer mundo a medida que se nombra, no nos puede parecer una omisión casual.

Los textos que integran este dossier toman desde diferentes perspectivas la dificultad de lidiar con esa raíz que llamamos «lo colonial», empezando por explorar algunas implicaciones de su despliegue como metáfora o analogía en las humanidades. El dossier comienza con el artículo de Alejandro De Oto, «La analogía colonial», que parte de tres analogías que esgrimió Clifford Geertz en la década de 1980 para repensar la configuración del pensamiento social (el juego, el teatro y el texto), el autor agrega una cuarta, la colonial. Su trabajo pone de relieve un punto clave: el descentramiento que produjo la «colonialidad» no habría sido el de una nueva teoría, el de un nuevo corpus o archivo de pensamiento, o el de un nuevo arsenal de objetos o conceptos. Más bien se habría tratado de una especie de develamiento y reordenamiento: una forma peculiar de asunción que implicó la aceptación de que todas las categorías y las «cartas del juego» del saber, estaban marcadas en tanto formas de un «sí mismo» (siempre euro/norte-centrado), capaz de dar cuenta principalmente de «diferencias alterizadas».

En consonancia con estas preocupaciones, Yolanda Martínez-San Miguel en «Colonialismo y decolonialidad archipielágica en el Caribe» propone pensar el colonialismo en sus despliegues insulares, en lo que refiere a ciertos procesos específicos, históricos, sociales y políticos. Al mismo tiempo, ofrece una reflexión metodológica sobre la construcción de imaginarios sobre el Caribe en tanto región geopolítica. Así, será crucial pasar por las representaciones cartográficas, culturales y políticas imperiales y coloniales de los siglos XIX y XX, para ver el modo en que el Caribe ha estado en el ojo de sucesivas tormentas moderno coloniales.

En el ejercicio de pensar las cartografías coloniales en contextos específicos, Inara Fonseca y Morgani Guzzo en «Feminismos y herida colonial: una propuesta para el rescate de los cuerpos secuestrados en Brasil», han aportado un artículo que disloca el imaginario espacial latinoamericanista asociado con lo colonial. Los cuerpos de las mujeres brasileñas y la institución del sistema capitalista moderno colonial son las dos dimensiones articuladas en el trabajo. A partir de una reflexión desde la noción de locus fracturado de María Lugones, ofrecen una propuesta feminista decolonial que se funda en las múltiples y heterogéneas experiencias de las sujetas marcadas de modo desigual por la colonialidad de raza y género. Así, lo colonial es un problema que remite a cuerpos de mujeres marcados y funciona como advertencia de la necesidad política de establecer nuevas formas de coalición a través de una escucha radical.

Por su parte, el texto de Gustavo Verdesio, «Colonialidad, colonialismo y estudios coloniales : hacia un enfoque comparativo de inflexión subalternista», señala con cierta perplejidad que, si en la opción decolonial la idea de una «matriz de poder» supuso la imposición de la colonialidad como variable histórica, sin embargo, dejó fuera el estudio de los factores económicos y estructurales sobre cómo el «fenómeno colonial» signa el presente de las sociedades latinoamericanas. Una suerte de incapacidad para estudiar de qué forma las modalidades del capitalismos e adaptaron en cada situación y en matrices específicas que tienen que ver estrictamente con formas coloniales de funcionamiento. Estas preguntas aparecen fuertemente ancladas en las intervenciones del giro de colonial y en el campo disciplinar de los estudios coloniales.

En el artículo «Lo colonial como silencio, la conquista como tabú: reflexiones en tiempo presente», Mario Rufer y Valeria Añón también abonan a la discusión desde las problemáticas específicas del discurso colonial y la temporalidad. Para estos autores, las modulaciones en las que «lo colonial» forma parte de lo «no dicho» –de lo silenciado o de aquello que es hecho fracasar en los lenguajes del presente– corren paralelas a la imposibilidad de señalar la conquista como una matriz transhistórica de vinculación con el territorio, con las poblaciones y con sus modalidades simbólicas, políticas y estructurales de existencia. Pensar la conquista no como acontecimiento, sino como una formación estructural que sólo es posible de ser representada no como «H»istoria secuencial sino como un montaje, como una «conexión» fragmentaria, es una de las claves posibles para reposicionar «lo colonial» en el debate del presente.

El presente de lo colonial aparece precisado en el texto de Laura Catelli al preguntar por sus sentidos en una contemporaneidad marcada por la retórica y la experiencia de la Guerra contra el Terrorismo. Su artículo, «Lo colonial en la contemporaneidad: imaginario, archivo, memoria» propone un pasaje por preguntas sobre lo imaginario, el archivo y la memoria cultural con relación a lo colonial para producir una heurística que permita pensar y explorar dislocaciones en los dispositivos y formaciones imaginarias de los procesos moderno coloniales. El recorrido enfatiza la construcción de posiciones críticas sobre lo colonial que puedan surgir a partir de conexiones no necesariamente lineales entre los colonialismos pasados y presentes.

El modo como «lo colonial» juega un papel clave en la contemporaneidad latinoamericana como operación para la administración de poblaciones – entendida esta última como dominio y a veces literalmente como proyecto bio y necropolítico– es trabajado minuciosamente por Patricio Lepe-Carrión en «Invención del sujeto intercultural: pensar «lo colonial» desde los umbrales de inteligibilidad del terror». En este artículo, el autor trata de encontrar las claves bajo las cuales la «etno-gubernamentalidad» de Estado se vuelve crucial para la consumación de un proyecto estructural, continuo, de expoliación, despojo y en cierta forma exterminio del pueblo mapuche en Chile.

La deshistorización –o mejor dicho la puesta en práctica de un discurso peculiar de Historia– junto con las mutaciones del racismo nos recuerdan en todos los artículos de este dossier aquel señalamiento oportuno de Gayatri Spivak acerca de que, si algo tiene de eficaz el colonialismo en sus formas de perpetuarse, es su capacidad para presentarse siempre en tanto «otra cosa».

Otra cosa: políticas multiculturales de reconocimiento a ciertos grupos, paradójicamente imbricadas con modalidades altamente represivas para con esos mismos grupos. Otra cosa: maneras de concebir el desarrollo y la temporalidad relativa de las formaciones socio-culturales, sin poder elaborar una teoría de la historia que evidencie que la propia negación de historicidad y coetaneidad ha sido un elemento clave para estudiar a las diversas sociedades «en su tiempo» según la historia-disciplina. O incluso otra cosa: formas de ensalzamiento de los discursos de veracidad, evidencia probada y cientificismo, incapaces de cuestionar el hecho de que no existe ninguna exterioridad entre las formas y las tecnologías de dominio imperial, y las técnicas universalistas de imposición del saber científico.

En síntesis, los trabajos en este dossier se inscriben en los pliegues de la eficacia del colonialismo para hablar de otra cosa en pos de dislocarlo, o como diría Frantz Fanon, desorganizarlo.

Referencias

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Notas

1 Como lo fueron, por ejemplo, a fines de los años ochenta y principios de los noventa, las de discurso colonial o sujeto colonial, en el contexto de la «crisis» de los estudios coloniales (ver Adorno, 1988, 1993; Mignolo, 1986, 1993; Seed, 1991).
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