¿La resurrección del intelectual público? Nuevos espacios de intervención pública y el intelectual colectivo1
The Resurrection of the Public Intellectual? New Spaces for Intervention and the Collective Intellectual
Aressurreição do intelectual público? Novos espaços de intervenção pública e o intelectual coletivo
Ulrich Oslender
Department of Geographical & Earth Sciences University of Glasgow. Escocia (Reino Unido) Ulrich.Oslender@ges.gla.ac.uk
Recibido: 23 de junio de 2007 Aceptado: 15 de octubre de 2007
Resumen
En este trabajo me sumo a los debates actuales sobre el papel del «intelectual público» en un mundo modelado por un resurgimiento del pensamiento binario y de viejos dualismos bajo nuevos disfraces. Partiendo de que algunos consideran que en el campo de la Geografía crítica están surgiendo «nuevos intelectuales públicos», que le dicen la verdad al poder y desafían silencios impuestos, analizaré esta temática más allá del contexto anglo-americano. Valiéndome del recuento de una conferencia dictada por el filósofo francés Bernard-Henri Lévy, en la Universidad de California (UCLA) en abril del 2006, reflexionaré sobre las estrategias de actuación que se observan en muchos de los debates públicos actuales. Inspirado en Bourdieu, este trabajo continúa con la afirmación de que hay una reciente aparición de nuevos espacios públicos de intervención, en los que intelectuales colectivos actúan dentro de redes de análisis crítico que resisten la imposición de una ideología global neoliberal. Aunque algunos de estos espacios pueden comenzar como intentos en apariencia pequeños —tales como el lanzamiento de una publicación crítica, una estación de radio independiente o sitio de Internet —, es allí donde se hace evidente el florecimiento de las intervenciones de los intelectuales públicos.
Palabras clave: Bernard-Henri Lévy, antisemitismo, Pierre Bourdieu, intelectual colectivo, medios de comunicación, dominación, resistencia al neoliberalismo, movimientos sociales, Forum Social Mundial.
Abstract
In this paper engage with current debates over the role of the public intellectual in a world shaped by re-emerging binary thinking and old dualisms in new disguise. As some see "new public intellectuals" emerging in critical Geography, examine these issues beyond the Anglo-American context. Through a personal account of a lecture given by the French philosopher Bernard-Henri Lévy at the University of California, Los Angeles, in April 2006, I will reflect on the embodied performance strategies of much public intellectual debate today. Drawing on Bourdieu, the paper goes on to argue that new public spaces of critical intervention have recently emerged, in which collective intellectuals act within a series of critical networks that resist the imposition of a global neo-liberal ideology. While some of these spaces may start as apparently small-scale attempts (such as the launching of a critical journal, an independent radio station, or internet site), it is here where collective intellectualism is put into practice and the proliferation of public intellectual intervention becomes apparent.
Key words: Bernard-Henri Lévy, anti-Semitism, Pierre Bourdieu, collective intellectual, media, domination, resistance to neo-liberalism, social movements, World Social Forum.
Resumo
Neste trabalho, me uno aos debates atuais sobre o papel do "intelectual público" em um mundo marcado pelo ressurgimento do pensamento binário e dos velhos dualismos sob novas fantasias. Partindo do fato de que alguns consideram que no campo da geografia crítica estão surgindo "novos intelectuais públicos" que dizem verdades ao poder e desafiam silêncios impostos, analisarei esta temática além do contexto anglo-americano. A partir de uma conferência ditada pelo filósofo francês Bernard-Henri Lévy na Universidade de California (UCLA) em abril de 2006, refletirei sobre as estratégias de atuação que se observam em muitos dos debates públicos atuais. Inspirado em Bourdieu, este trabalho segue com a afirmação de que há uma recente aparição de novos espaços públicos de intervenção nos quais os intelectuais coletivos agem por meio de redes de análise crítica que resistem à imposição de uma ideologia global neoliberal. Ainda que alguns destes espaços possam começar como tentativas aparentemente inexpressivas (tal seria o caso do lançamento de uma publicação crítica, de uma estação de radio independente ou de um site na internet), é ali que se evidencia o florescimento das intervenções dos intelectuais públicos.
Palavras chave: Bernard-Henri Lévy, anti-semitismo, Pierre Bourdieu, intelectual coletivo, meios de comunicação, dominação, resistência ao neoliberalismo, movimentos sociais, Fórum Social Mundial.
También estoy ansioso porque llegue el año 2000. Veamos lo que sucederá. Si tan solo no habrá guerra de nuevo. Primero allá. Y luego en cualquier otro lado
Günter Grass, en la lectura de su libro Mein Jahrhundert –Mi siglo– en el Deutsches Theater, Gotinga (Alemania) en 1999, imaginando las reflexiones de una bisabuela de 103 años sobre el nuevo milenio.
Introducción
En una reciente intervención en la revista radical de geografía Antipode2, Noel Castree (2006) reseña tres libros sobre geopolítica contemporánea, sugiriendo que sus respectivos autores se dirigen a algo más que a una audiencia de geógrafos. sugiere que David Harvey (2005), Neil Smith (2005) y el colectivo de Retort (2005), «algunas de las voces de izquierda más influyentes en la geografía humana» (p. 396), están tocando de manera deliberada audiencias más amplias con sus contribuciones respectivas, para convertirse en «nuevos intelectuales públicos de la geografía». Esto, para Castree, representa una nueva e importante orientación no sólo para estos autores y para la geografía como disciplina, sino también un paso necesario en la tarea de decirle la verdad al poder por medio de intervenciones críticas en el ámbito público en este momento de peligro que estamos viviendo. En un mundo modelado por un pensamiento binario y por la construcción de antiguos dualismos bajo nuevos disfraces —piénsese en la retórica del «nosotros» contra «ellos» presentes en los discursos del «choque de las civilizaciones» y la «guerra contra el terror»—, deben surgir nuevas voces públicas para contrarrestar estas elaboraciones discursivas reduccionistas y denunciar la lógica de guerra y dominación, que subyace en ellas.
Me quiero sumar aquí a estos debates, y, más específicamente, quiero examinar estos problemas más allá del contexto anglo-americano señalado. En particular quiero reflexionar sobre algunos de los debates acerca de los intelectuales públicos en Francia, país al que muchos consideran el verdadero «hogar» de la práctica del intelectualismo público. Como lo señala una reciente edición especial de la publicación mensual Le Monde Diplomatique (2006), Francia necesita, con urgencia, reinventar su rica tradición de debate crítico público para contrarrestar la actual «miseria intelectual» que acecha la grande nation (Bouveresse, 2006). También otros han señalado esta «pulsión de muerte, este harakiri colectivo de los intelectuales, este suicidio de la figura misma del intelectual» en Francia (Castro Nogueira, 2002:83). Una reciente experiencia personal de escuchar a una de las «estrellas mediáticas» intelectuales, Bernard-Henri Lévy, hablando en la Universidad de California en Los Angeles (UCLA) en abril de 2006, servirá para elaborar algunas de estas preocupaciones. Sin embargo daré fin a este trabajo con una conclusión más bien esperanzadora y optimista, sugiriendo que la forma misma de los debates públicos está cambiando. Y que han surgido nuevos espacios de intercambio intelectual público que muchos críticos parecen —querer— ignorar.
El debate del intelectual público: ¿por qué ahora?
Cuando Castree pregunta por qué aparecen ahora los tres libros que reseña (p.405), sugiere que aparte de la relativa seguridad de las etapas en las respectivas carreras de los autores, hay algo acerca de «la evolución de la situación objetiva» (p.407), la cual no sólo dispone un ambiente propicio para este tipo de intervenciones críticas más allá de la geografía como disciplina, sino que también las hace necesarias aquí y ahora. En otras palabras, hay algo relativo al momento que estamos viviendo que demanda este tipo de voces. Hay —me parece— una desesperanza colectiva en el aire que nos hace aspirar a la inteligencia en oposición a la insensibilización, a argumentos comprometidos críticamente en lugar de repeticiones alienantes que insulta hasta nuestra noción de pensamiento razonado. Simplemente no podemos permitir que argumentos hipócritas, patéticos y claramente errados, hechos bajo la consigna de la «guerra contra el terror», tomen control de nuestro momento actual y sirvan como pretexto y justificación para que quienes tienen el poder limiten y echen para atrás los derechos civiles duramente ganados de libertad de expresión, pensamiento, opinión y movimiento. Si debido a «la presente obediencia total de la industria cultural a los protocolos de la guerra contra el terror… el silencio de la "cultura popular" de cara al 11 de septiembre ha sido ensordecedor» (Retort, 2004:14; también en 2005:28)3 —y correspondió al buen Neil Young en su álbum del 2006 proponer los versos obvios: "Let's impeach the President for lying / spying". «Acusemos al Presidente por mentiroso y espía»—, existe un imperativo ético y político para hacer oír nuestras voces de crítica. Estamos en la obligación de hablar alto y hacia fuera contra la colonización de la vida cotidiana como una necesidad específica de la producción capitalista (Retort, 2004, 8; Retort, 2005, 20).4 O contra aquello a lo que se referiría Habermas (1987) como «colonización del mundo de la vida», o Lefebvre (1991), como la dominación de las representaciones del espacio sobre la experiencia cimentada del espacio representacional de la vida cotidiana.
Aunque los dos últimos autores ya denunciaron los efectos del capital global sobre la vida cotidiana hace algún tiempo —y Lefebvre mucho más radical que Habermas —, hay una dramática agregada en nuestro momento actual. El penetrante poder de los medios de comunicación masivos permanentes (las «máquinas de emoción perpetuas» de Perry Anderson, 1998:89), más que una necesidad estructural de la tendencia del capital a la sobreproducción de mercancías, juega un rol crucial en la construcción de una ciudadanía débil de la que depende el estado moderno (Retort, 2004:9; Retort, 2005:32). ¿Cómo —y dónde — entonces construir contra-espacios de análisis frente a estas poderosas estructuras del interminable juego de la supervivencia del capitalismo? Y ¿cómo desmembrar el «arreglo comunicativo» del capitalismo, como podría preguntar el geógrafo marxista David Harvey?5 Hay en la actualidad una urgencia tal vez nunca antes vista de resolver estas preguntas. Una tremenda necesidad de análisis reflexivo, de reflexión cauta, y una proyección y activismo políticos progresivos; así como de bajar de velocidad subversivamente frente al huracán del consumo al que continuamente se nos seduce a entrar.
La función de diseccionar rigurosamente el autorretrato carente de problemas del poder dominante ha sido una tarea clave de aquellos a quienes llamamos intelectuales públicos. Aunque no existe un consenso sobre qué es exactamente un intelectual público (cfr. Small, 2002 y Collini, 2006 para discusiones al respecto), propondría que su principal característica es su posición crítica frente al poder. La especificación adjetiva del intelectual como «público» hace referencia tanto al hablar en público como sobre temas de interés público, lo que no es necesariamente la misma cosa. Al igual coincidiría con la afirmación de Edward Said (2002:31) que considera que los intelectuales públicos desafían y derrotan un silencio impuesto y la calma normalizada del poder que no se ve.6 Entonces, Podemos pensar en un intelectual público como una «personalidad crítica» —«crítica» tanto en términos de un crítico, como de importante e incisivo— que articula las voces de una conciencia encontrando sus palabras. Y es la pérdida de posiciones y personalidades críticas que muchos perciben como la crisis del intelectualismo público en la actualidad (Le Monde Diplomatique, 2006).
Autopsia de una especie en vía de extinción
Como breve ejercicio de reconocimiento, ¿qué tienen en común todos los siguientes (enumeración según la de Anderson [2004]) Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Guy Debord, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Pierre Bourdieu? Sí, todos ellos son franceses. Y, segundo, todos están muertos —En tercer lugar, debería añadirse, todos son también hombres, y cabe preguntarse por qué son predominantemente hombres quienes aparecen en la mente de las personas cuando se les pregunta sobre los intelectuales públicos. ¿Cómo es posible que aún podamos pensar en J.P. Sartre como un gran intelectual público, pero sólo unos cuantos recuerden al mismo tiempo a Simone de Beauvoir? Los binarios público/privado, masculino/femenino siguen peligrosamente vigentes hoy en día... pero dejaré esto para que lo elabore alguien más...—.
Todos los anteriores pertenecen a la crema y nata del intelectualismo francés. El finado Bourdieu (1999) en particular se pronunció contra la injusticia social y el sufrimiento de maneras que propugnaban por la transformación de la práctica académica, aunque también dejó el lugar seguro de la academia para declaraciones más públicas. También recuerdo haber escuchado a Jacques Derrida en la École des Hautes Études en Sciences Sociales en una serie de conferencias públicas en 1999 sobre la pena de muerte. Era muy propio de dictar estas conferencias al público general en el Boulevard Raspail de París sin cobrar la entrada, sin requerimientos de ingreso, sin procedimientos de registro; sólo una saludable dosis de curiosidad y entusiasmo para «pensar» en público. Otra intervención muy pública fue la versión del existencialismo de J.P. Sartre, profundamente condicionada por el compromiso y el activismo políticos. Su condición de «intelectual burgués» le produjo cierta preocupación antes de poder lidiar con la contradicción de continuar escribiendo —y disfrutar haciéndolo— libros para la burguesía —e.g. su obra de cuatro volúmenes sobre Flaubert—, y al mismo tiempo sentir solidaridad por un movimiento obrero cuyo objetivo era destruir la burguesía (Sartre, 1976). Para por supuesto, todos los intelectuales eran burgueses, o habían surgido de la burguesía. Lo que no era un problema en sí mismo. Más bien debía evitarse el convertirse en defensor de los valores burgueses, o, como lo plantea Paul Nizan (1971), en «perros guardianes» de la burguesía.
Y es precisamente el cargo que se imputa al actual «giro conservador» sin precedentes en el cambiante rol de la intelectualidad francesa (Bonelli y Fayat, 2006). Que la mayoría de los intelectuales se han contentado con su rol en la sociedad de comentadores de temas desarrollados y difundidos por los medios de comunicación masivos. De hecho, los intelectuales de hoy en Francia a menudo se consideran representantes de un giro neo-reaccionario hacia la derecha. Argumentan a favor de los intereses de la dominación y muestran respeto por los poderes establecidos, el mercado y el dinero. Además, se les imputa ser indiferentes a la injusticia social y no ofrecer respuestas a los problemas que se plantean en Francia, como por ejemplo las protestas estudiantiles de marzo de 2006 y los disturbios en las periferias urbanas a finales de 2005. Sintomático por una actitud de esta naturaleza, el prominente intelectual francés Alain Finkielkraut desacreditó la búsqueda de causas sociales para los disturbios y anunció que, en vez de eso, el problema era el odio que le profesaban a Francia quienes tenían una «identidad musulmana». Así caracteriza Bouveresse (2006, 16) al típico intelectual francés de hoy: «Es fuerte en cuestiones morales, pero no quiere ser molestado con cuestiones de justicia social y cuestiones sociales en general. Cuidadosamente se abstiene de impartir lecciones a los representantes del Gran Capital, pero lo hace alegremente a los representantes de las clases sociales más pobres». Para estos críticos, el intelectual público ha sucumbido a la filosofía del «perro guardián» de Nizan; un peligro constante que Albert Camus (2000, 125) ya había señalado en los años cincuenta en su estudio sobre la naturaleza de la sublevación humana: «Quien ha entendido la realidad no se rebela contra ella, sino que se regocija en ella; en otras palabras, se convierte en un conformista».
Con frecuencia se dice que el epítome del conformista jubiloso de un intelectual público en Francia es Bernard-Henri Lévy —conocido por sus iniciales BHL — una verdadera estrella mediática. Para Perry Anderson (2004), «sería difícil imaginar un trastrocamiento más extraordinario de los estándares nacionales de buen gusto e inteligencia que la atención que se ha conferido a este craso idiota en la esfera pública francesa, a pesar de las innumerables demostraciones de su incapacidad para entender un hecho o una idea. ¿Podría algo tan grotesco prosperar en cualquier otra cultura occidental importante de la actualidad?» Estas son palabras bastante fuertes. Pero lo que desespera cada vez más, a Anderson y a otros, es la inaudita atención mediática que se da a personas como Lévy. Es cierto que se ha convertido en una celebridad mediática, un gurú de los medios. Quiero ilustrar brevemente el atractivo público de Lévy y sus argumentos, según los exhibió durante una reciente conferencia pública que dictó en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Esto logrará dos cosas, espero: primero, arrojará luz sobre la forma cómo es literalmente puesto en escena el intelectualismo público hoy en día —por algunas personas—; y segundo, mostrará cómo se construyen y se presentan las verdades particulares, no como interpretaciones, sino como hechos a una audiencia de conversos que simplemente ve confirmados, no cuestionados, sus peores temores y sospechas. Creo que es importante conceder esta atención a Lévy y no simplemente descalificarlo como lo hace Anderson. Su desempeño arroja por sí mismo una luz vital, en mi opinión, sobre el ejercicio encorporeizado de gran parte del intelectualismo público de hoy en día.7
BHL @ UCLA
El 11 de abril de 2006, Bernard-Henri Lévy dictó una conferencia pública sobre «El antisemitismo hoy» en la UCLA por invitación del Centro de Estudios Judíos de la Universidad. Tras una corta presentación por parte del director del Centro, quien elogió las muchas publicaciones y la reputación internacional del conferencista, BHL salió a escena. Sin notas u otra «ayuda» visual más que una primera diapositiva de power point proyectada contra la pared detrás de él, en la que se anunciaba su charla y que mostraba una inmensa fotografía de BHL en «posición reflexiva» en un escritorio, Lévy comenzó a dirigirse al auditorio en un inglés con un pronunciado acento francés pero gramaticalmente perfecto.
Recostado cómodamente en el atril de orador, sus brazos rotando parecían dictar el ritmo de su alocución. Imponía una autoridad total. Sin una sola vacilación, y dejando sólo ocasionalmente caer —de manera muy deliberada, según parecía— una expresión o palabra francesa siempre comprensible, BHL comenzó a elaborar su argumento. Se hizo evidente que no se trataba de una conferencia más; era una interpretación minuciosamente ensayada que no podía dejar de cautivar la atención de la audiencia —y podía añadir, de la que muchos académicos podrían aprender en términos de estilo de presentación—.
Comenzó explicando cómo hasta hace diez años el antisemitismo le parecía no constituir ya un problema de importancia en el mundo moderno. Aunque seguía saliendo a flote de vez en cuando, había pensado en su momento, que los antisemitas eran una especie en vía de extinción. Relató además cómo, a diferencia de algunos intelectuales judíos que lo habían antecedido, como Walter Benjamin, él no había sufrido una experiencia personal formativa de antisemitismo en su juventud. A decir verdad, alegaba BHL, nunca había tenido un encuentro personal con él.
Sin embargo en el transcurso de los últimos diez años algo había cambiado. Sentía un «hálito» de antisemitismo en el aire de hoy en día —en este punto, el dedo índice de su mano derecha, en un rápido movimiento formando un semicírculo en el aire, pasó rozando brevemente su nariz—. BHL procedió entonces a enumerar una lista de cinco «justificaciones» ya bien repasadas del pensamiento antisemita. Estas iban desde la acusación de que los judíos habían asesinado a Jesucristo, y el desespero hegeliano de que no podría formarse Estado alguno con los judíos en constante movimiento, en quienes no podía confiarse, hasta la ideología racista nazi empeñada en la exterminación de los judíos como pueblo. Allí parecía terminar la lista.
De pronto, se me ocurrió que BHL había hablado durante casi una hora sin mencionar ni una vez el nombre de Israel. Me descubrí garabateando un comentario en mi libreta de apuntes, para poder preguntarle sobre eso al final. Con lo hábil orador que es, sin embargo, BHL debe haber anticipado esto. Anunció una sexta «justificación» del pensamiento antisemita: las políticas de Estado de Israel. Ajá, pensé, ahora se va a poner interesante. Sin embargo, BHL sólo hizo un breve comentario sobre cómo, por supuesto, era bueno e incluso benéfico recibir críticas, en especial de los amigos, pero que tras las críticas a las políticas del estado israelí lo único que había era la denigración de los judíos. Fin del cuento.
Para ese momento BHL había cambiado el tono de una posición de comentarista más objetivo a incluirse y crear un vínculo con la mayor parte de la audiencia judía. «Nosotros», anunció, debíamos ser cuidadosos, porque el antisemitismo estaba alrededor de todos y en auge de nuevo en Europa. Para subrayar este punto, hizo hincapié con cierto énfasis en el caso del joven judío Ilan Hamili, quien había sido secuestrado, torturado y asesinado en París, en febrero de 2006. Un murmullo de aprobación se extendió entre el público. Aun en los Estados Unidos, advirtió BHL, donde la «bestia» del antisemitismo no se había manifestado aún en la misma medida, «ustedes» —señaló al público— deben tener cuidado. ¿No era un «halo de la bestia» —de nuevo el estudiado movimiento ligero del dedo índice derecho levantando con un golpecito la nariz— lo que se percibía en los discursos de Jesse Jackson? E incluso, antes de eso ¿en los discursos de Malcolm X?
Me sentía cada vez más incómodo y receloso de ver hacia dónde se dirigía este argumento. Es cierto que no reconocí esa Europa que describía BHL. No cabe duda de que el antisemitismo es un fenómeno y problema grave que se debe combatir sin tregua. Pese a ello, parecía salido de todas las proporciones en la interpretación de BHL. Me parece que el racismo, por ejemplo, es un problema mucho mayor en Europa Occidental, y la xenofobia contra los inmigrantes y los refugiados. ¿No debe examinarse más seriamente el terrorismo de estado de Israel contra la población palestina? Sobre todo en la medida en que la tendencia hacia el genocidio palestino puede crear una actitud anti-israelí en muchos, que luego se confunde y denuncia como pensamiento antisemita. Esto obviamente es un peligroso círculo de ideas, políticas e interpretaciones ambiguas sobre las que cualquier intelectual público debería reflexionar críticamente en vez de ayudar a difundirlo.
Sin embargo, no vienen al caso estas objeciones. La conferencia del intelectual público BHL ni siquiera se proponía desafiar un silencio impuesto y la calma normalizada del poder inadvertido, como consideraba Said el rol del intelectual público. En lugar de ello era declaración de propaganda rigurosamente elaborada bajo el disfraz de una intervención objetiva por parte de un intelectual público. No le decía la verdad al poder. Todo lo contrario, hablaba al poder y se ponía de su lado. Se unía a la causa y daba un argumento «intelectual» al poder judío en los Estados Unidos —y en el resto del mundo —, donde se sigue creyendo en teorías de conspiración en su contra, a la vez que se guarda silencio sobre su parte en la perpetuación de la injusticia social y — ¿por qué no decirlo? — en el genocidio. Éste no era un «craso idiota» en acción, como podría pensar Anderson de Lévy. Era un argumento bien pensado —y excelentemente expuesto— con el fin de atraer a una audiencia en su mayoría judía, a cuyos temores y visiones del mundo se dirigía.
Hacia el intelectual colectivo
Bernard-Henri Lévy es un fenómeno. Su extraordinaria presencia en los medios franceses ha contribuido sin duda a convertirlo en uno de los intelectuales públicos más reconocidos de Francia. Su documental de viajes por los Estados Unidos publicado recientemente «en las huellas de Tocqueville» lo ha consolidado en la esfera internacional como el intelectual francés más reconocido (Lévy, 2006). Esto a la vez ha atraído el resentimiento de quienes lamentan y condenan la falta de intervenciones críticas y radicales de los intelectuales públicos en la actualidad frente a las tendencias geopolíticas neoimperialistas en expansión, la creciente colonización de nuestros mundos de vida por el capital, y la individualización revanchista de nuestras sociedades. Lo que esta crítica no alcanza a percibir, sin embargo, son las muchas intervenciones públicas críticas hechas por intelectuales en toda una variedad de espacios.
Los medios, para empezar, no son únicamente los medios de masas dirigidos a tenernos mal informados. La proliferación de canales de televisión y estaciones de radio también ha facilitado la multiplicación de los canales críticos. El canal de televisión germano-francés Arte es un ejemplo; un canal que emite programas culturales de calidad así como debates políticos. Otras estaciones de televisión alemanas con contenido crítico incluyen 3 Sat. En el 2000, por ejemplo, este canal transmitió la lectura pública del nóbel de literatura alemán Günter Grass de su análisis crítico del siglo XX (publicado en Mein Jahrhundert, 1999), que se grabó en el Deutsches Theater, de Gotinga en 1999. Grass es una de las voces más importantes y críticas que ilustran la memoria colectiva de Alemania. También fue el primer intelectual alemán que, de manera muy pública, vino a hablar en la Universidad Libre de Berlín bajo la ocupación estudiantil en diciembre de 1988 para expresar su solidaridad con nuestro paro, que duró seis meses y se dispersó como un incendio por otras universidades alemanas y europeas —con excepción de Gran Bretaña, si lo recuerdo correctamente— desatando memorias distantes de las revueltas estudiantiles del 1968.
Más recientemente, y en España, el sociólogo catalán Manuel Castells fue entrevistado en un canal importante de la televisión nacional en mayo de 2006. En un lenguaje asombrosamente claro y sin jergas, explicó sus tesis principales sobre los retos de la sociedad en red en la era de la información, así como los peligros y problemas que ella acarrea, mientras el reportero estaba tan entusiastamente cautivado como no he visto antes en la televisión. Puede que haya mucha basura en la televisión en estos días, pero también hay muchas cosas buenas; así que no sólo deploremos la industria cultural en un anacrónico fervor depresivo a la Adorno/Horkheimer (1944), no importa cual fuera y siga siendo su valor dialéctico.
Hay, además, una amplia gama de medios impresos, a menudo como suplementos de grandes diarios, en los que el debate crítico es público y al alcance de cualquiera. Hay, de hecho, una gran cantidad de intelectuales públicos en acción que pueden no ser muy visibles en la esfera pública mayor. Más que un icono individual —como lo fueron personas como Sartre y Foucault, y como lo son otros como Lévy (para algunos) — el valor de estos intelectuales públicos menos visibles es colectivo. Esto es, por supuesto, lo que Pierre Bourdieu tenía en mente, cuando demandaba la necesidad de crear un «intelectual colectivo»: una serie de redes críticas conformadas por «intelectuales específicos» que se oponen a la producción e imposición de una ideología neoliberal promovida por grupos de reflexión conservadores y «expertos» al servicio del Capital (Bourdieu, 2001). El intelectual colectivo, según Bourdieu, tiene dos funciones: primero, una negativa —es decir, defensiva—, que critica y trabaja hacia la difusión de herramientas para defenderse contra el discurso del poder dominante; y segundo, una positiva —es decir, constructiva— que contribuye a una reinvención política percibida de manera colectiva y a la creación de las condiciones sociales necesarias para una producción colectiva de utopías realistas.
Podemos ver en juego la noción de Bourdieu sobre el intelectual colectivo, por ejemplo, en los espacios de convergencia colectiva del movimiento global anticapitalista, como el Foro Social Mundial que se celebra cada año desde el 2001. El Foro Social Mundial ha surgido como un espacio crucial de producción intelectual y activismo colectivo, en el que participan muchos de quienes consideramos intelectuales públicos en la actualidad, para compartir sus ideas, análisis y convicciones políticas con una multitud concreta. Para mí, estos espacios abiertos reflejan el mismo espíritu crítico y democrático de las conferencias públicas en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, cuya asistencia era libre para cualquiera, que diera en vida Jacques Derrida. Intelectuales públicos de gran visibilidad, como el escritor portugués y premio nobel José Saramago y el lingüista y analista político estadounidense Noam Chomsky interactúan en el Foro Social Mundial con los menos visibles pero no menos activos, muchos de los cuales son intelectuales específicos que trabajan muy estrechamente con luchas y movimientos sociales particulares. Es precisamente en los espacios de la resistencia anticapitalista transnacional que se hace evidente la proliferación de la intervención de los intelectuales públicos. Es allí donde se pone en práctica el intelectual colectivo. Y es también la fuerza de lo colectivo que el grupo de intelectuales discrepantes de Retort en San Francisco (2004, 2005) parece haber evocado en sus análisis del momento de peligro y neoliberalismo militar actuales, en lugar de publicar como académicos individuales.
Hay muchos espacios más en los que se pone en acción la actividad intelectual pública, en especial en internet. De hecho, la aparición y difusión de las tecnologías de la información, aunque no tenían tal propósito en su origen, han llevado a una multiplicación de sitios de producción, intervenciones y activismos intelectuales que han dado origen a todos los tipos de prácticas intelectuales alternativas. Ligado a esto, como lo observa Susan Buck-Mors (2002, 73), «las masas se están convirtiendo en una multiplicidad de públicos… que observan, escuchan y hablan de manera crítica». La explosión de medios independientes en el escenario de noticias alternativas y análisis en internet, como herramienta del activismo político radical, es una prueba de cómo una pequeña idea puede desatar rápidamente en un gran impacto. Percibido originalmente como un Centro de Medios Independientes (CMI) provisional alternativo durante la movilización contra la Organización Mundial del Comercio en Seattle en 1999, cuyo objetivo era contrarrestar las distorsiones de las manifestaciones en los medios de comunicación de grupos dominantes, rápidamente evolucionó para convertirse en una red global de más de 160 CMI's locales y temáticos en todo el mundo. Su eslogan «no odies los medios, transfórmate en ellos» ilustra las muchas posibilidades para contribuir de manera significativa a la construcción de un mejor cubrimiento noticioso, si no un mejor mundo. Y es también el espacio de acción para los intelectuales colectivos. No debemos cegarnos por unas cuantas figuras públicas visibles, cuya falta de compromiso con un pensamiento y una práctica más radicales puede, por momentos, ser desmoralizante y hasta indignante. En vez de ello, se trata de la construcción de más y más espacios públicos de intervención crítica. Ellos pueden comenzar como intentos aparentemente en pequeña escala, como el lanzamiento de una revista, una emisora de radio independiente o un sitio de crítica en internet. Pero, al fin de cuentas, muchas pequeñas contribuciones terminan formando un gran esfuerzo colectivo común.
Agradecimientos
He escrito este artículo durante mi estadía (2005-2007) como investigador visitante en el Departamento de Geografía de la Universidad de California en Los Angeles (UCLA). Este período de investigación ha sido apoyado por el programa Marie Curie OIF de la Unión Europea. Quiero dar gracias a John Agnew y Kasi McMurray en UCLA y a Chris Philo en Glasgow por su apoyo constante durante este programa de investigación. Muchas gracias también a mi muy excelente traductora María Luisa Valencia.
1 Traducción del manuscrito en inglés por María Luisa Valencia.
2 (http://www.antipode-online.net)
3 Brindo aquí las referencias de paginación al libro de Retort (2005), así como a un resumen de sus ideas más centrales en un artículo clave que apareció anteriormente en la revista New Left Review (Retort 2004). Véase también la página web de NLR versión española: http://www.newleftreview.es/.
4 El colectivo que se ha reunido bajo el nombre de Retort se vale de los trabajos de Guy Debord (1990, 1994) y dos de las nociones claves de la Internacional Situacionista – «la colonización de la vida cotidiana», y «la sociedad del espectáculo» – para analizar el momento actual de la política mundial que se caracteriza, en cuanto a Retort, por un «neoliberalismo militar». Los trabajos de Debord se pueden bajar de la red, p.e.: http://www.sindominio.net/ash/espect0.htm, o http://observaciones.sitesled.com/sociedadDebord.pdf
5 Me refiero aquí a la noción del «arreglo espacial» que Harvey (1982:415; 1996:295) propone para explicar la capacidad del capitalismo de responder a la crisis de sobreacumulación del capital y a las limitaciones y restricciones que el espacio impone al desarrollo del capitalismo.
6 Hay una versión más corta del artículo de Said en http://www.thenation.com/doc/20010917/essay.
7 Con la noción de «encorporeizado» (en inglés: embodied) me refiero a las formas en que ciertos sucesos, actos y coyunturas se experimentan a través del cuerpo y literalmente se manifiestan en él.
Referencias
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