Culturas juveniles y trabajo social con jóvenes

Youth cultures and social work with youth

Culturas juvenis e trabalho social com jovens

 

GLADYS CASTIBLANCO-LEMUS MARÍA ISABEL SERRANO-PIRAQUIVE ANDRÉS EDUARDO SUÁREZ-CRUZ

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca (Colombia) gcastiblancol@unicolmayor.edu.co maigatica75@gmail.com imperioandy.cz@gmail.com

Recibido: 08 de agosto de 2008 Aceptado: 20 de octubre de 2008


Resumen

Este trabajo tiene como propósito señalar algunas implicaciones teóricas y practicas de la relación entre la categoría culturas juveniles, concretamente desde los resultados del proyecto de investigación: Identidades juveniles: Música y producción cultural. Etnografía de agrupaciones Rave y hip hop rap en Bogotá1 y un conjunto de premisas conceptuales del trabajo social con jóvenes. Para tal efecto se abordarán tres aspectos: en primer lugar, se presenta una síntesis del proyecto destacando los más importantes resultados; en segundo lugar se plantean los referentes conceptuales que permiten establecer la relación y finalmente se señalan algunas pistas para incorporar otros contenidos para la actuación profesional con jóvenes.

Palabras clave: identidades juveniles, culturas juveniles, hopers, ravers.


Abstract

This work aims at pointing out theoretical and practical implications of the relation between the category “youth cultures;” specifically from the results of the research project “Youth Identities - Music and Cultural Production. Ethnography of Rave and Hip Hop Rap Groups in Bogotá and a Collection of Conceptual Premises about Social Work with Youth”. To that effect, the text raises three points: in first place, it presents a synthesis of the project, highlighting the most important results; second, it proposes the conceptual referents that allow establishing the relationship; and finally it points out some possible paths to incorporate other contents for the professional conduct with youth.

Key words: youth identities, youth cultures, hip-hopers, ravers.


Resumo

Este trabalho tem como objetivo assinalar algumas implicações teóricas e práticas da relação entre a categoria de culturas juvenis, mais concretamente desde os resultados do projeto de investigação: Identidades juvenis: Música e produção cultural. Etnografia de agrupações Rave e hip hop rap em Bogotá e um conjunto de premissas conceituais do trabalho social com jovens. Com este fim, serão abordados três aspectos: em primeiro lugar, apresenta-se uma síntese do projeto, destacando os resultados mais importantes; em segundo lugar, expõem-se os referentes conceituais que permitem estabelecer a relação e finalmente assinalam-se algumas dicas para incorporar outros conteúdos aptos à atuação professional com os jovens.

Palavras chaves: identidades juvenis, culturas juvenis, hopers, ravers.


Antecedentes y síntesis del proyecto

Estamos en un mundo en que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación permiten otras formas de relación social, y en consecuencia, de estructuración de la identidad en las que influyen múltiples procesos. Entre ellos la constitución de subjetividades juveniles, es decir, la capacidad de los jóvenes de plantearse como sujetos productores de sentidos y generadores de transformaciones, ello implica conocer las formas de pensarse, la forma como se vinculan a su entorno cotidiano, familiar, educativo, político, estético y simbólico. El desarrollo de esta investigación permite pensar la realidad colombiana y los problemas que enfrenta día a día, de ahí el interés por conocer las distintas dimensiones de lo juvenil en el marco de las transformaciones culturales contemporáneas, buscando articular otras categorías de análisis para comprender la urgencia de reconstruir la nación.

Mujeres y hombres jóvenes viven en un mundo muy ligado a la música como forma de expresión, comunicación y planteamiento de nuevas formas de vivir y de relación con el mundo. En esta medida, las preguntas centrales de la investigación están ligadas al proceso de constitución de las identidades que se construyen entre las y los jóvenes colombianos. Frente a estas preguntas se propone la realización de un estudio que nos permita observar el proceso de construcción de la identidad juvenil a través del abordaje de experiencias y subjetividades en torno a expresiones musicales, específicamente de agrupaciones hip hop rap (hopers) y ravers y de cómo estos jóvenes son interpelados en sus prácticas e imaginarios por su relación con la música. Para tal efecto se tomarán como unidades de análisis específico, distintas agrupaciones de la ciudad de Bogotá que desarrollan prácticas culturales en torno al hip-hop rap y al rave2.

Se propone como objetivo general realizar una etnografía de agrupaciones rave y hip-hop rap de Bogotá. Como objetivos específicos: describir y analizar los procesos de conformación de la identidad entre jóvenes ravers y hopers desde una perspectiva relacional que incluya las categorías de género, clase social, territorio y etnicidad; identificar elementos significativos y específicos de las culturas juveniles mencionadas; describir y analizar las diferentes actividades y rituales de interacción social que realizan hombres y mujeres ravers y hopers en los lugares en que se expresa su mundo, tanto en el ámbito privado como en el público; y conocer el significado que tiene para las identidades de mujeres y hombres jóvenes el pertenecer a grupos específicos con estéticas, sensibilidades e intereses particulares e identificar el surgimiento de adscripciones identitarias masculinas y femeninas diferentes o articuladas, es decir, coincidentes o contradictorias a las hegemónicas en los niveles de equidad, identidad, clase, género y territorio.

El proyecto se sustenta en la interrelación de las categorías analíticas: identidad, género, clase social y territorio integradas a través de un eje conceptual: culturas juveniles. Hay que señalar, en este sentido, que las y los jóvenes habitan un territorio, en este caso urbano, que implica la pertenencia a un barrio en donde se comparten elementos estéticos y musicales que expresan el entrecruzamiento con múltiples contenidos de los circuitos culturales del mundo. ¿Cómo son las apropiaciones que se generan en los espacios urbanos?, ¿qué sujetos se construyen alrededor de este proceso? Son preguntas fundamentales a cuya respuesta nos aproxima la realización de este estudio.

El propósito de realizar una etnografía del mundo juvenil de Bogotá permite un acercamiento a esta particular forma de estar en el mundo y observar y tratar de explicar la vida cotidiana y las expectativas de la gente joven a través de la descripción de sus prácticas como también el análisis del proceso de conformación de sus identidades y formas de apropiación y percepción de los espacios y las nuevas tecnologías.

Los interrogantes acerca de estas y estos jóvenes sólo se pueden responder desde adentro, participando de sus actividades e interactuando de manera natural en su cotidianidad de forma que se haga posible avanzar en la comprensión de este mundo particular del que se desconoce casi todo. Es por tal razón que las estrategias metodológicas para cumplir estos objetivos son la observación participante, la reconstrucción de la vida cotidiana, entrevistas e historias de vida.

Hay que subrayar que se trata de un trabajo etnográfico, aunque no en el sentido convencional del término, es decir, a pesar de que se basa en un trabajo de campo, las técnicas y los conceptos utilizados buscan permitir una acción y un acercamiento a la comunidad diferente a la propuesta desde la etnografía clásica positivista basada en una neutralidad que no consideramos posible ni deseable.

El trabajo con jóvenes de la cultura rap permite hacer las siguientes reflexiones: el debate sobre las culturas juveniles, sobre la constitución de la subjetividad y la construcción de identidad como proceso y posibilidad de conformación de sí mismo, implica necesariamente ser visto también desde las formas como los jóvenes toman posición frente a las relaciones de poder y los ordenamientos sociales, las rupturas de tales ordenamientos y las formas como inventan estrategias para transgredir y ampliar sus espacios de autonomía, es decir, las formas o prácticas de resistencia.

Estas prácticas no son manifestación de una clase social o de actitudes rebeldes asociadas a la edad o porque en los jóvenes haya algo contestatario en sí mismo; son prácticas que se manifiestan de manera particular a partir del reconocimiento de una ubicación en el mundo y la sociedad, permitiendo la creación de espacios y relaciones que incorporan en sus vidas cotidianas, inventando lenguajes códigos, usos del espacio, asignando otros sentidos a las interacciones colectivas, otros contenidos en sus creaciones artísticas y otros mensajes.

Desde las prácticas de resistencia se propone a la sociedad un modo específico de pensarse y una manera particular de ser pensados como tales y ello implica tanto la construcción de identidades como el reconocimiento de las formas propias de existencia. En la sociedad colombiana de hoy es urgente la afirmación del sentido y la construcción del sujeto joven para que desde allí se construyan nuevas formas de representación o de lo contrario habrá un espacio vacío que llene de significado otros espacios desde sus propias representaciones.

La cuestión de la resistencia vista desde las culturas juveniles no es sólo la característica que comúnmente se asocia al hecho de ser joven, o como algo propio y normal de la edad juvenil, es un tema ligado indisolublemente al poder y en una cultura como la del rap es pensamiento que fluye y construye sentidos individuales y colectivos que permiten pensarse como realidades posibles. Es un universo de ideas que construye y reconstruye permanentemente diferentes formas de relación con el poder que implica no solamente la transformación de la sociedad, sino la acción para adueñarse de la propia existencia. Este es un propósito invaluable en un contexto de continua pérdida de la subjetividad individual y colectiva.

La premisa sobre la cual se plantea esta reflexión es que los y las jóvenes del rap más que hablar de resistencia, la viven y la practican, es una forma de ser, de relacionarse consigo mismos y con los otros. En estas expresiones sobre prácticas concretas toma forma la idea del rap como proceso de producción cultural y a los raperos y raperas como productores culturales, por cuanto se ha considerado de alguna forma que en el rap se da sólo un proceso de consumo de la música de otros contextos. Con estas elaboraciones el rap se puede insertar en procesos socioculturales locales y globales que hacen posible «superar el riesgo de la frívola homogenización del mercado sobre las culturas» (García Canclini, 1995:178).

Los procesos de producción cultural son lugares de configuración de identidades porque su dinámica se da en torno a dos posibilidades: transgredir y confrontar. Transgredir, en cuanto se piensa de otro modo, equivale a poner en escena los sutiles juegos de poder del consumo, a interpelar las tendencias de lo convencional y a reinventar algunos órdenes sociales, como por ejemplo la creación de condiciones para la presencia activa de las mujeres raperas. Confrontar porque es creatividad y pensamiento reflexivo individual que adquiere sentido sólo en la medida en que desafía a otros. Esta doble condición que nutre y llena de significado las prácticas de resistencia porque son momentos de comprensión de sus experiencias y prácticas cotidianas, son momentos de convocatoria reflexiva, son los momentos en los que se confrontan el decir y el hacer; de esta forma, las identidades se forman en un campo de contradicciones y ambigüedades en el umbral donde se desafían los límites.

Hay un proceso de reconfiguración de las coordenadas espacio temporales con las que se busca interpretar la vida urbana. Asistimos a un proceso de traslado de las coordenadas geográficas hacia las coordenadas relacionales para dar razón de la vida en la ciudad. Además del lugar, hay un juego también con el tiempo porque la noche es el momento más apropiado para esos encuentros de rap; no exclusivamente, pero significa una apropiación y una interacción distinta. La calle y la noche para el común de los bogotanos son escenarios del miedo y la violencia, son espacios que se mueven en torno a la dialéctica del crecimiento y la exclusión y de muchas formas aparecen como espacios fragmentados que se acercan más a ser un no lugar para la construcción de lo juvenil, sin embargo, hay jóvenes también bogotanos para quienes tiene otro significado, se relacionan de forma diferente con estos tiempos y espacios, hay destinos, rutinas e itinerarios juveniles formados de la noche y la calle. Lo más importante es que hay una transformación simbólica de esos espacios y tiempos como escenarios de construcción de cultura, transformación fundamental hecha desde la ruptura en las imágenes y prácticas de la ciudad y las calles en donde

la vida nómada quedó asociada per se a patología tanto personal como social, por esta razón se deben deslindar en el fenómeno de la calle los factores que remiten a un orden social injusto de aquellos que remiten a una convocatoria atávica: distinguir entre calle injusticia y calle cultura. Esto significa distinguir entre los habitantes de las vías, a aquellos para quienes ésta es un extravío, por cuanto llegaron a ella expulsados por razones sociales, de aquellos para quienes la calle puede ser una posibilidad ya que la buscaron por aventura o por protesta, y de aquellos para quienes es una opción porque se sienten transhumantes de la vida. Desde allí este grupo humano desarrolla otro modo de asumir y entender la vida, otro modo de construir el mundo, de percibir el tiempo y de ubicarse en el espacio físico y social, otra racionalidad, otra lógica (Ruiz, 1999:173).

Las prácticas de resistencia logran hacer de la calle y la noche lugares significativos llenos de heterogeneidad y de encuentros entre significados y acciones que sin duda los reconstruyen como espacios de afirmación para la construcción social y cultural.

Estos mundos y vidas juveniles, las nuevas significaciones de los lugares y los usos que de ellos hacen, las relaciones consigo mismos y las relaciones sociales sobre las que se sostienen, son rasgos que se han señalado en las identidades juveniles en tanto que «particulares modalidades desde las cuales se establecen en un momento determinado unas locaciones sociales, unas prácticas, experiencias y subjetividades que definen en su pluralidad el ser joven» (Restrepo 2004:216).

Las prácticas de resistencia son construcciones de identidad que buscan la autonomía, que desertan de los estilos de vida y dispositivos de la cultura tradicional y no forman parte de los dominios de una sociedad creada desde el consumo. Es un modo distinto de existir que tiene en la música o la producción musical el rasgo de diferencia con «los otros». Son identidades que afirman el poder de la experiencia y en esa medida advierten sobre su carácter decisivo y apremiante. Pero quizás lo más sobresaliente es que hace a quienes la viven y son consecuentes consigo mismos porque logran hacer de la resistencia una práctica y una forma de ser.

En el proceso de constitución de identidad no se pueden buscar categorías absolutas o abarcadoras, siempre se está entre dos posibilidades al menos. Es un juego de fuerzas en donde los movimientos se van dando al ritmo que factores de la vida social van permeando o afirmando una de las dos. Los y las jóvenes de la cultura rap no son estrictamente trabajadores, ni estudiantes, ni desempleados, sino que son de todo un poco, en medio de un juego de fuerzas. Al respecto compartimos con Angélica Ospina una conclusión a la que llega con relación a su análisis sobre la communitas electrónica:

se plantea una nueva disyuntiva en los procesos identitarios juveniles: por un lado, la adquisición de una poderosa identidad liminal marcada por lo juvenil y o amoroso, que se nutre de itinerarios inestables en busca de experiencias antiestructurales; y, por otro lado, el reforzamiento del malestar vivenciado en la estructura, signado a su vez por la ansiedad y depresión, expresadas estas en una compulsividad hacia el encuentro del bienestar que desemboca en el doloroso desencuentro permanente (2004:210).

De ahí se afirma que la identidad es un proceso en constante movimiento, no es fija de una vez y para siempre, es inacabada y está en permanente construcción. Sin embargo, los procesos de constitución de subjetividad, los procesos de construcción de nuevas significaciones o los nuevos sentidos en la realidad es lo que con mayor énfasis se puede plantear como conclusión de la investigación. Los y las jóvenes practicantes de la cultura rap están dotados de una capacidad particular de inventar, crear nuevos sentidos a su propia realidad individual y colectiva, mucho de ello incide en su mundo social.

¿Cómo se ubican los y las jóvenes del rap como expresión de subjetividades, es decir, como expresión de la capacidad de creación de nuevos sentidos?, ¿se puede vivir sin definir estrictamente una identidad?, ¿lo permitirá el capitalismo?, y ¿cómo estar en el proceso productivo, consumidor, si no se tiene una identidad definida? Este puede ser el principal problema para abordar a los jóvenes como sujetos de las políticas públicas. Los sujetos de las políticas públicas -PP- deben encajar en una categoría: delincuente, drogadicto, violento, desordenado sexualmente, o por el contrario, indefenso, víctima, proclive a enfermarse, a ser excluido, etc. No admite términos medios. ¿Tendríamos que encontrar nuevas categorías para que los jóvenes sean sujetos de PP? Probablemente desde los derechos culturales o ciudadanía cultural. Esto significa que los jóvenes no pueden entrar en la lógica de las políticas públicas como categoría, entonces los jóvenes deben estar como «agentes culturales», entendiendo la agencia como:

posibilidad que tienen los seres humanos de construir nuevas opcioners en el marco de relaciones de poder específicas. Siempre hay opciones que plantear y muchas de esas formas son profanaciones, recorridos de atajo y críticas al ordenamiento existente. Más allá de una mera conformidad, los seres humanos inciden, modifican y experimentan la realidad. Una de las formas es jugar en el espacio de la dominación y de contribuir a cambiar situaciones de exclusión y eso pasa por la opción de nombrarse, de visibilizarse en tanto práctica (Gómez, 2005:208).

Esto significa encontrar y dar otros papeles a los diferentes actores de las políticas (estado, instituciones, sociedad civil). Lo urbano, la ciudad, el barrio, los lugares de encuentro para procesos colectivos, son el territorio o territorios por excelencia en el rap. Son diversos los lugares, incluso el territorio cultural, el que no está en un lugar físico, sino en un lugar simbólico o lugar antropológico como la calle, la noche.

Hay, sin embargo, un territorio diferente que es el territorio corporal. El cuerpo como patrimonio de todo ser, como real pertenencia, como el punto de partida y llegada de toda acción humana —sujeto y objeto—. El cuerpo como territorio en la cultura rap con sus expresiones estéticas, vestido, accesorios, colores, formas y lenguajes, es también un territorio político en la medida en que se constituye en ese espacio en el que no sólo se pueden denunciar estructuras de poder, sino principalmente porque se inventan nuevas formas del poder. En esta medida, se van creando nuevas formas de relación con el cuerpo donde prima la autonomía, lo que conlleva a una forma de autoconocimiento y autocuidado de sí mismo como una ética a través de la cual se construye la relación con los otros.

En las diferentes entrevistas los y las jóvenes reiteran cómo su trabajo en la construcción de la cultura rap aporta para la edificación de un proceso de largo plazo, todos ven su práctica como parte de la construcción de una cultura que hacia el futuro va a ser algo que tenga reconocimiento y valoración en la sociedad, pero que también va a lograr cambios significativos. En el presente lo asumen como un inicio, como un punto de partida que cada vez va convocando mayor número de jóvenes. Para Trabajo Social el tema de culturas juveniles requiere ser dimensionado desde la práctica ya que si bien el análisis desde la antropología y en general de las ciencias sociales es imprescindible y debe continuarse, también es de suma importancia que se construya un objeto de conocimiento e investigación desde lo que compete a trabajo social, es decir, desde la formulación y realización de acciones profesionales.

Relación conceptual: jóvenes, culturas juveniles y trabajo social

Son varias las cuestiones a destacar cuando se aborda la relación culturas juveniles y trabajo social con jóvenes. Una primera, hace relación al hecho que en la investigación el concepto de «lo juvenil» toma distancia de las lecturas funcionalistas y epidemiológicas que lo asocian con patologías y problemáticas en sí mismas. La vida juvenil se entiende como una condición que se construye social e históricamente y que va más allá de considerarse una etapa cronológica. Por identidades juveniles se entienden:

las particulares modalidades desde las cuales se establecen en un momento determinado unas locaciones sociales, unas prácticas, experiencias y subjetividades que definen en su pluralidad el ser joven. Estas identidades juveniles se inscriben en los cuerpos, pero también en las representaciones y deseos. Estas identidades no son fijas ni aisladas sino posicionales y relacionales; ellas no están definitivamente osificadas, sino que están constituidas por cambiantes procesos de sedimentación e inestables suturaciones; ellas no son totalidades cerradas y unidimensionales, sino que son fragmentadas y múltiples; finalmente, las identidades juveniles son siempre histórica y discursivamente producidas a través de relaciones de poder sin garantías esencialistas (Giraldo, 2004:216).

En consecuencia, esta mirada conceptual implica que si bien el trabajo social contemporáneo ha desbordado las limitaciones que hasta cierto punto y momento le impusieron los esquemas positivistas y funcionalistas a través de los planes de desarrollo y las políticas sociales, su desplazamiento al abordaje de las dimensiones relacionadas con la cultura o las culturas no es aún suficientemente claro3.

Aura Victoria Duque (2001) ha señalado diversos interrogantes en torno a la importancia de incorporar otras categorías de análisis a la interpretación y comprensión de lo social de forma que den cuenta de la complejidad, indefinición, contingencia y flexibilidad como aparecen hoy los procesos sociales. Nos invita a pensar de nuevo la relación entre conocimiento, sujeto y cultura como premisa fundamental para el trabajo social basado en la interdisciplinariedad, en el reconocimiento de la interculturalidad como contexto de procesos de actuación profesional y en esa medida, en la valoración de la intersubjetividad como contenido de la reflexión e investigación sobre las interacciones sociales.

Acerca de la cuestión juvenil, Trabajo Social ha mantenido una mirada epidemiológica, «patologizante» y por lo tanto más que la pregunta por los jóvenes, se interroga por la problemática juvenil, enfatizando en aspectos «anormales» asociados al hecho de ser joven: consumo de sustancias psicoactivas, alto riesgo de enfermedades de transmisión sexual, «pandillismo» y delincuencia, entre otras. En consecuencia, las respuestas se han asociado a una mirada del joven como carente víctima y necesitado y en ese sentido requiere ser incluido como beneficiario de servicios institucionalizados.

Esta modalidad de abordaje de lo juvenil ha constituido un modelo de acción basado en un «ajuste funcional» que con seguridad ha hecho aportes importantes, pero sin duda insuficientes en el intento de experiencias de transformación.

En torno a la cuestión de la identidad desde Trabajo Social

Nora Aquín (2003) en relación al tema de la identidad como categoría a abordar en Trabajo Social critica las perspectivas: objetivista, culturalista, etnoculturalista y subjetivista por cuanto la identidad puede ser sólo un dato, un atributo, un sentimiento o un proceso, respectivamente, y propone una perspectiva relacional y situacional; se aleja de su identificación como simple dato para considerarla como una construcción social fruto de procesos de interacción en el marco de contextos y situaciones cambiantes. En esta perspectiva, la construcción de identidad es un proceso que tiene lugar dentro de marcos en los que distintos agentes ocupan diferentes posiciones, y por lo mismo, tienen disímiles representaciones y opciones. Lejos de la posición subjetivista la identidad, en esta perspectiva, no es una ilusión, sino que tiene eficacia social en tanto que produce efectos sociales reales. De manera que es posible afirmar que «la identidad no es, sino que se genera lenta e históricamente, y se constituye mediante una red de vínculos medianamente estables y significativos, y relaciones que las sustentan. Desde estas relaciones y representaciones un sujeto (individual o colectivo) construye su autoimagen y la imagen de otro y de los otros».

Díaz Cruz (2000) establece una caracterización del concepto en los siguientes términos: la identidad es un proceso de identificaciones históricamente apropiadas que confieren sentido a un grupo social y le dan estructura significativa para asumirse como unidad. La identidad es un fenómeno relacional y un modo de categorización que los grupos utilizan para organizar sus intercambios.

Considerar la identidad de un grupo no equivale a concretar el inventario de sus rasgos culturales distintivos, sino encontrar en estos rasgos los que son empleados por los miembros del grupo para afirmar y mantener una distinción cultural. La composición de las identidades colectivas es heterogénea, abierta, dispuesta al cambio, ya que suponen un proceso permanente que se mueve entre el «ser» y el «llegar a ser», porque siempre son relativas a algo, un algo que es histórico y social. De ahí que la identidad, en un doble movimiento, tiende al mismo tiempo a la preservación y a la recreación.

La identidad supone ineludiblemente otro. En este sentido, Marc Augé (1998) sostiene que:

el lenguaje de la identidad es un lenguaje bivalente, lenguaje de la inclusión y la exclusión. Esta concepción implica situar la problemática de la identidad en torno a las relaciones con otros y al proceso de constitución, transmisión, mantenimiento y recreación, y no en la búsqueda de una incierta esencia que la definiría. Desde esta perspectiva no hay identidad en sí, ni únicamente para sí. Identidad y alteridad están ligadas en una relación dialéctica.

De este modo, identificación y distinción son las dos caras de la misma moneda.

Consecuencias del debate sobre las culturas juveniles para el trabajo social con jóvenes

Se puede definir un marco de discontinuidades en torno a las cuales encontrar la relación entre culturas juveniles y el trabajo social con jóvenes que en lo fundamental puede estar asociado con las relaciones planteadas por Marta Marín y Germán Muñoz (2002:45) en cuanto al proceso de formación de la identidad:

Objeto - Símbolo - Identidad

Objeto - Identidad - Sentido

En el primer caso se refiere a las nociones difundidas en los estudios latinoamericanos sobre jóvenes, ante lo cual afirma, se han dejado de lado aspectos muy importantes de la cuestión al reducir el proceso de producción de subjetividades en las culturas juveniles a un juego entre identificaciones y diferenciaciones, invisibilizando los movimientos, las oscilaciones y las mutaciones inherentes a la producción de subjetividad. La identidad en este caso se asume como una finalidad en sí misma que se agota en su definición o caracterización, pero sin incidencia en procesos de mayor complejidad relacionadas con la creación o producción social o cultural. Reduce todo a una lucha entre quiénes son unos y quiénes son los otros.

En el segundo caso plantea una relación más fluctuante en tanto que los sentidos no siempre permanecen inmóviles y aferrados a un objeto como para convertirse en uniformes y expresar una identidad. En este sentido, la identidad no es un proceso culminante en la constitución de la subjetividad, sino que la identidad es un paso fundamental en un proceso en donde el sujeto se asume como productor o constructor de lo social y cultural. El asunto no es diferenciarse o más aún reconocerse y ser reconocidos, sino que del reconocimiento parte la posibilidad de producción social y cultural que necesariamente implica la transformación de lo dado y de esa forma es posible hacer real la subjetividad como el proceso de dar sentido y la capacidad de plantearse como productor de significados, siempre en interacción con los otros.

Para Trabajo Social los procesos podrían significar un desplazamiento conceptual así:

De la funcionalidad a las culturas

Del joven problema/carencia/necesidad al joven productor de sentido o productor cultural

Del joven problema a las identidades juveniles

Del joven beneficiario al joven actor político

Para Trabajo Social es preciso incorporar la construcción de formas de representación dialéctica de la identidad en un contexto en el que los imperativos de la sociedad del mercado hacen de la diversidad cultural un mito en la medida en que, aún celebrando la diferencia, el sometimiento de ésta a la lógica del consumo limita la posibilidad de otras formas de vivir. Sin embargo, es justamente en este ámbito en el que se hace pertinente que las identidades y las subjetividades juveniles asuman un papel protagónico como productores culturales, lo que no significa prácticas y experiencias de resistencia como reacción defensiva, sino como transformación en los hechos, en la acción, interpelando y afectando las tendencias, los sistemas de valores, ideas y formas institucionalizadas.

De esta relación entre culturas juveniles y Trabajo Social con jóvenes han surgido dos temas de investigación relacionados: uno hace referencia al estudio de las trasgresiones familiares en experiencias de jóvenes punkeros. En este caso la vida familiar y las relaciones familiares incluidos el afecto, la comunicación, lo mismo que las rupturas, las crisis, la violencia los cambios y las extinciones forman parte de cómo se van construyendo nuevas posibilidades y relaciones no determinadas por los esquemas de normalidad. Aquí se busca un desplazamiento conceptual de la familia como problema a las transgresiones familiares como proceso de producción social y cultural, teniendo en cuenta que asistimos a un proceso de «reacomodo de las instituciones socializadoras» y la familia se concibe como «espacio social privilegiado en donde se inscribe el proceso de construcción de la subjetividad» (López, 1998:25-38). La familia es y ha sido un espacio de significaciones y lugar de intercambios simbólicos e imaginarios. Es un ámbito de constitución de la identidad.

Otro tema de investigación surge de la pregunta por la incorporación de los jóvenes en la agenda pública, no sólo como problema, sino como culturas e identidades. El tema tiene varias implicaciones y dentro de ellas el interés se orienta hacia asuntos políticos dado que entendemos que los problemas juveniles «se construyen socialmente» (Roth Deubel, 2002; Martín Criado, 2005:86-93).

La pregunta permite entender que si las identidades juveniles nos conducen a la cuestión de la producción social y cultural (creación, acción, transformación), esta nos llevará ineludiblemente al protagonismo juvenil como actores políticos. En palabras de Aura Victoria Duque (2001:98) estos elementos se pueden constituir para trabajo social en «constructos para evidenciar las interacciones sociales como objeto de su acción».

Para Trabajo Social implica además que los resultados de la investigación se constituyan en la fuente conceptual e interpretativa desde la cual formular y llevar a efecto la actuación profesional. Pero este es un camino que tenemos identificado y que hemos empezado a recorrer, aunque aun no tenemos muchos resultados. En todo caso compartimos con Humberto Cubides (2002:10-24) la urgencia de establecer vínculos claros entre investigación y transformación social.


1 Este artículo es producto de la investigación Identidades juveniles, música y producción cultural. Etnografía de agrupaciones rave y hip hop rap en Bogotá, la cual se realizó a través de la División de investigaciones (hoy Oficina de Investigaciones) de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca durante 2003 y 2006.

2 El proceso de investigación ha sido realizado por un grupo en el que se encuentran antropólogos y trabajadoras sociales. Para el caso que nos ocupa el planteamiento se hace desde los miembros del grupo en su calidad de trabajadoras sociales, los cuales además investigaron la parte correspondiente a la cultura hip hop rap en Bogotá.

3 No se hace referencia a todo el conjunto del trabajo social en Colombia, sino de un sector de trabajadores sociales en quienes predomina un enfoque técnico burocráctico del ejercicio profesional como «única» opción olvidando que el trabajo social se mueve en un complejo campo de tensiones entre la desigualdad y la producción de resistencia. Este ha sido un debate ineludible que ha acompañado a la profesión históricamente, pero que en momentos particulares, como en tiempos de globalización, adquiere nuevos significados y por lo tanto exige el planteamiento de nuevos desafíos.


Referencias

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