Zandra Pedraza
Universidad de los Andes1, Colombia
zpedraza@uniandes.edu.co
El trabajo de Rubiela Arboleda es el resultado de una investigación que arroja dos tipos de resultados. En la primera parte de este libro, expuesta en los dos primeros capítulos, la autora reflexiona sobre el carácter del cuerpo, en particular para considerarlo un «registro del contexto cultural» y, por ello mismo, un recurso privilegiado para convertirlo en método para la investigación social. La autora no se limita a reconocer el cuerpo y la corporeidad como productos culturales; ante todo, considera que en el cuerpo se exponen ciertas dimensiones de la cultura, encarnadas de manera tal que sirven para reconocer diversos fenómenos sociales. En este caso específico, la investigación trata del conflicto social de los desplazados de Urabá hacia Medellín. La exploración de las dimensiones culturales que propone el método de estudio a través del cuerpo no es una novedad en el trabajo de Rubiela Arboleda. En el año 2002 publicó los resultados de otra investigación cuya estructura ya respondía a cuatro de las cinco dimensiones que constituyen el eje del actual trabajo. El cuerpo en boca de los adolescentes2, por ser una investigación realizada entre jóvenes, no expone la dimensión del trabajo que sí está presente en el presente texto.
La pesquisa se orienta a identificar el miedo encarnado en las prácticas corporales cotidianas de los desplazados y en sus simbolizaciones y expresiones como fenómeno cultural colectivo. Esta orientación se desenvuelve con base en los componentes de la «cultural corporal», es decir, de los usos del cuerpo que son prácticas pero también inciden en el sistema de significaciones individuales y colectivas. Estos componentes o dimensiones, además del ya citado del trabajo, son la motricidad, la estética, la salud y la sexualidad. La «trama conceptual» (capítulo uno) es la parte del libro que se ocupa de introducir y engranar los principales ingredientes teóricos. A diferencia del segundo capítulo, donde se despliega una reflexión de la mayor utilidad en torno del cuerpo como método y de los asuntos que competen a la etnografía reflexiva y al proceso metodológico que la autora ha refinado para sortear la dificultades que exponen los cuerpos empíricos al investigador, este primero es limitado en su revisión de orientaciones teóricas. Los trabajos que sirven de base para el desarrollo conceptual hacen parte del corpus establecido y no arriesgan críticas u observaciones novedosas. Llama la atención esta decisión, toda vez que los estudios del cuerpo han ampliado muchas de las reflexiones obligadas expuestas en los trabajos de Michel Foucault, David Le Breton y Bryan Turner. En especial, el hecho de que una noción eminentemente subjetiva como la de miedo sea la fuerza centrípeta de la investigación, permitiría esbozar una trama analítica más densa y apta para exponer el cuerpo como experiencia subjetiva desde una perspectiva biopolítica. Pero no es este el tenor del trabajo. Como lo muestra su novedosa segunda parte, la investigación se cimienta en lo que se «ve» del cuerpo. La reflexión final del primer capítulo en torno al paisaje biopolítico que perfila el miedo, propone que es la producción de subjetividades que articulan los derechos, la ciudadanía y la identidad la vía por medio de la cual el poder penetra las esferas vitales de las personas y las comunidades. Rubiela Arboleda propone la noción de biocultura para analizar «la construcción del discurso biopolítico en relación con la cultura corporal de los desplazados negros macondianos» (71).
Como conclusión del trabajo, la autora retoma el paisaje biopolítico que encontró para mostrar la forma como éste se vive en los usos corporales que la población desplazada ha erigido como bastión de supervivencia. Sin duda el riesgo metodológico asumido en la investigación es grande: el registro visual de los usos corporales no necesariamente conduce a identificar las condiciones subjetivas en las cuales se asimilan las circunstancias del desplazamiento, la comprensión de los derechos, la práctica de ciudadanía y los componentes de la identidad. Pero es también en este riesgo donde residen el valor y la originalidad del trabajo: en tomar una vía novedosa para tratar un asunto ampliamente explorado a través de historias de vida, narrativas y otros métodos orientados a ahondar en la experiencia subjetiva.
En los dos primeros capítulos, en los cuales se discuten las principales orientaciones teóricas acerca de la comprensión del cuerpo que guía este trabajo, se conserva algo de la forma propia de los trabajos académicos, sembrados de discusiones bibliográficas especializadas y de precisiones acerca del uso y la interpretación de modelos y conceptos teóricos que no parecen siempre necesarias para exponer la investigación y sus resultados. Paradójicamente, pese a conservar este espíritu académico, el trabajo no discute el estado del arte del conocimiento acumulado en el país en el tema de la cultura somática. Los conceptos tomados de autores y orientaciones analíticas centro-europeas no responden a cabalidad a los fenómenos que la investigación explora; a la vez, el texto elude un mayor diálogo con la producción de autores nacionales y latinoamericanos que han estudiado muchos de los aspectos que trata Arboleda en relación con el cuerpo como expositor de procesos históricos, la producción de subjetividades bajo consideraciones biopolíticas y la desterritorialización. No solamente el tema mismo del miedo y las formas de encarnarse y modificar la identidad han sido investigados; también los ejes de la cultura somática que esta investigación discierne han sido tratados por otros autores. Está entonces pendiente la labor de componer un panorama de las particularidades históricas, sociales y conceptuales de los fenómenos aquí estudiados, que establezca un contraste con los que caracterizan los procesos hegemónicos de civilización y modernidad. Incorporar muchos de los trabajos realizados por investigadores nacionales le daría densidad a muchos argumentos y serviría para enriquecer el trasfondo histórico y sociocultural de esta original investigación.
El trabajo somete a prueba el andamiaje metodológico que la autora desarrolla minuciosamente. Tanto los aspectos epistemológicos relacionados con las formas de conocimiento antropológico, como las frecuentes inquietudes respecto al cómo conocer el cuerpo, que desvelan a los investigadores de este campo, se combinan en una trama compleja que busca dar cuenta de las consideraciones analíticas y de los procedimientos necesarios para acometer una investigación empírica sobre la cultura somática. El segundo capítulo expone con detalle el camino que siguió la investigación y el conjunto de reflexiones que permiten considerar el cuerpo como un camino metodológico. En este punto la autora presenta sus consideraciones sobre su propia intervención etnográfica en la comuna a través de un ejercicio reflexivo que vincule las prácticas corporales con la reconfiguración de la identidad de los desplazados. Allí también explica el complejo tejido instrumental que empleó para llevar a cabo el trabajo de campo y los diversos acercamientos metodológicos a los que recurrió para captar y exponer la cultura corporal.
En el capítulo tres -«La cultura corporal: revestimientos del miedo, la identidad y el conflicto»- se presentan los resultados específicos de la investigación sobre la cultura corporal realizada entre los habitantes de la comuna centro-oriental de Medellín, y provenientes, en su mayoría, del Urabá antioqueño. Esta segunda parte muestra los componentes de la cultura corporal que la autora encuentra fundamentales para comprender el cuerpo como territorio, es decir, como instancia marcada por las circunstancias sociales de desterritorialización y miedo que resultan definitivas para estudiar la identidad de los desplazados y el carácter político que ellas adoptan a través de las expresiones somáticas. Convertido el cuerpo en traductor de cultura, se exploran las dimensiones centrales de la cultura corporal: estética, motricidad, salud, sexualidad y producción de los habitantes de «Macondo».
Este capítulo está ampliamente ilustrado con fotografías que muestran las expresiones de cada una de las dimensiones de la cultura corporal. Este es un ingrediente fundamental de esta investigación, en particular porque no son usuales los trabajos que confíen a la documentación fotográfica el fundamento de su argumentación. En este caso, 220 fotografías componen el texto etnográfico. Están acompañadas de expresiones de los habitantes extraídas de las entrevistas con los habitantes de la comuna -especialmente de niños- y de anotaciones del diario de campo de la autora. Estos tres elementos dan cuenta de los «usos del cuerpo» y de la forma de habitar el territorio al que los confinó el desplazamiento. Se trata de una exposición visual de la cultura corporal local: un intento poco frecuente en el campo de los estudios del cuerpo, donde éste suele explorarse más bien por la vía discursiva y testimonial. El esfuerzo fotográfico se orienta a mostrar los usos del cuerpo que revelan, en la vida cotidiana de los habitantes de «Macondo», las cinco dimensiones a las que se le atribuyen la capacidad de desentrañar el contenido principal de la cultura somática.
Para los lectores interesados en encontrar acercamientos a la investigación empírica sobre el cuerpo, este es un texto útil y oportuno. La guía a través de los componentes de la cultura somática y su exposición visual ofrece una orientación clara de lo que el investigador enfrenta cuando busca desentraña el sentido en la inmediatez del cuerpo. No hay aquí respuestas a las inquietudes relacionadas con el origen de estos sentidos del cuerpo que Rubiela Arboleda encuentra fundamentales. Queda pendiente una genealogía de una cultura corporal afrocolombiana cuyos principales componentes se exponen en cinco dimensiones tan marcadas por el desarrollo del conocimiento y de las formas de gobierno modernas como el trabajo, la sexualidad, la estética, la motricidad y la salud.
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1Profesora Asociada Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales.