Los estudios culturales ante los muros de la Universidad
Cultural studies in front of the University walls
Os estudos culturais ante os muros da Universidade
Gracias a Robert Irwin y a los organizadores en Davis y Bogotá por la invitación a participar en este encuentro, y gracias a los dos conferencistas que presentaron hoy, Catherine Walsh y Ricardo Kaliman, por sus trabajos tan interesantes. Este evento me ha presentado con una oportunidad de conocer más sobre los proyectos de estudios culturales que se están desarrollando en América Latina al nivel institucional. Debo gran parte de mi formación intelectual a los estudios culturales latinoamericanos, pero esta formación corresponde a una etapa previa a la creación de los programas de pos-grado en estudios culturales. Entonces ha sido muy importante para mí tomar conciencia de esa nueva presencia en el panorama universitario. Me interesa en particular saber más sobre los proyectos de tesis y de investigación que los estudiantes de aquellos programas están llevando a cabo, para entender mejor lo que se está logrando crear en esos nuevos espacios.
Encuentro las dos ponencias fascinantes y quisiera contribuir con algunos comentarios que responden a lo que Ricardo propone, esto es, de pensar el espacio de la Universidad y de los «altos estudios» como lugar de conocimiento prestigioso y de distinción, y responder también a los comentarios de Catherine sobre la importancia de pensar los estudios culturales como proyecto de construcción «inter-cultural, inter-epistémico y de orientación de-colonial».
El tema que quiero tocar con respecto a estas dos ponencias es el tema del muro. El muro, o la barrera, es uno de los motivos o símbolos más importantes en cuanto a la auto-representación del proyecto ideológico de los estudios culturales históricamente hablando, por lo menos en Estados Unidos e Inglaterra. Podría decirse que con respecto a otros campos de investigación los estudios culturales se proponen como un movimiento de transgresión: su meta es cruzar fronteras entre la universidad y otros espacios sociales, y levantar las barreras, los muros, que separan estos espacios y que separan también las disciplinas académicas las unas de las otras, sean muros epistemólogicos, metodológicos, o burocráticos. Y esto ocurre a raíz de una fuerte auto-crítica de la universidad como centro de poder, poder estatal, poder epistémico, del cual es necesario tomar conciencia y frente al cual quisiéramos ofrecer resistencia y alternativas en nombre de una visión del bien común basada no sólo en la igualdad sino también en el respeto hacia la alteridad.
Quisiera pensar los muros derrumbados o superados por los estudios culturales con respecto a dos cuestiones que me están preocupando mucho en los últimos momentos. Uno, la naturaleza profesional de nuestro trabajo, o sea, la formación de académicos profesionales, que es la misión de los programas de doctorado en Estados Unidos. Esa misión de profesionalización, ¿cómo interactúa con las varias misiones de los estudios culturales, sobre todo su misión de derrumbar muros? Dos, la cuestión de la actual crisis económica que el Estado de California está atravesando y que está teniendo un impacto profundo en la configuración de la universidad como institución de servicio público. ¿Qué intervención podemos hacer a partir de los estudios culturales? Y, a la luz de estos cambios que nos orientan aún más hacia la privatización de la educación superior, ¿podrían los muros universitarios adquirir un nuevo valor que merece nuestra defensa?
Mis comentarios se basan en mi experiencia como profesora, investigadora y asesora de estudiantes en la Universidad de California en Berkeley con respecto a dos programas de pos-grado: uno, el doctorado en lenguas y literaturas hispánicas, del departamento de Español y Portugués, y el otro, la maestría en Estudios Latinoamericanos, que dirijo desde hace 4 años. Ninguno ofrece un pos-grado en estudios culturales propiamente dicho, pero ambos incluyen elementos que pertenecen al ámbito de los estudios culturales. Esto se da sobre todo en el departamento de Español y Portugués, donde hemos hecho una revisión curricular profunda en los últimos 3 años que responde en gran medida al impacto de los estudios culturales. Hemos desplazado el Hispanismo del centro del programa, y hemos relativizado y diversificado todas las áreas de especialización abiertas a los estudiantes.3
Estoy consciente de que este espacio universitario en el que se desenvuelve mi trabajo en estudios culturales no es el mismo que los espacios institucionales donde aquéllos tienden a desarrollarse en países latinoamericanos. Los que practicamos estudios culturales somos y no somos los mismos, hecho que quedó muy claro en la ponencia de Catherine Walsh y en los comentarios de Marta Zambrano. Como apuntan Robert Irwin y Mónica Szurmuk, basándose en un trabajo de Daniel Mato, los que hacemos estudios culturales en Estados Unidos somos "scholars," una categoría que no es ni la de intelectuales, ni la de expertos, que son los dos polos que tienden a caracterizar la actividad laboral en ese campo en América Latina.4
Nuestra profesionalización bajo el lema del "scholar" hace que tenemos que «traducir» todo nuestro trabajo, incluso las partes que son de tendencia activista, a las formas, las normas, y los lenguajes académicos si queremos integrarlo. O sea � y exagerando sólo un poco � tenemos que convertirlo todo en artículos publicados. Se ha dicho que los estudios culturales no es una disciplina, propiamente dicho, pero sin embargo está sujeto al orden disciplinario de la universidad estadounidense. Esto significa que no estamos realmente levantando barreras entre la universidad y otros espacios sociales, sino más bien traduciendo uno al idioma del otro para avanzar la carrera profesional. Casi siempre la traducción es unidireccional, o sea, va del exterior al interior del espacio universitario, con consecuencias previsibles: nos convertimos en intermediarios privilegiados. Entonces, podría decirse que, con respecto a los estudios culturales tales como se practican en los Estados Unidos, la profesionalización es a la vez el mayor obstáculo en la realización más plena de las promesas inter-epistémicas y descolonizadoras de los estudios culturales, pero también su condición primaria, su punto de partida.
Esto es una contradicción que, creo, muchos experimentamos, sobre todo los que trabajamos en las humanidades y, aún peor, en literatura, pues no disponemos de conocimientos profesionales de gran utilidad o relevancia. Me interesa mucho escuchar de otros colegas en América Latina y EEUU que han sabido manejar mejor esta contradicción e incluso han podido construir verdaderos puentes o espacios intermediarios entre los programas de pos-grado y los espacios sociales más allá de la universidad.
Por otra parte, para pasar a la cuestión de la crisis económica que estamos sufriendo ahora y para concluir esta breve intervención, estamos ante la necesidad de defender el espacio de la universidad, de defender, incluso, su privilegio como espacio aparte frente a los que perciben este privilegio como un lujo elitista, inútil, y costoso. La educación superior ya no se concibe como un bien común. Esta crítica de la universidad es derechista y neo-liberal. Pero de una manera particular hace eco de las críticas que nosotros mismos lanzamos contra nuestra profesión, pues tenemos serias dudas sobre la universidad, y los saberes universitarios, como un bien. Irónicamente, los muros epistémicos y disciplinarios que delimitan nuestra existencia profesional, y contra los cuales hemos tratado de resistir, poco a poco están siendo reconfigurados de acuerdo a la lógica de la privatización que está avasallando a la educación superior en California. ¿Pueden los estudios culturales, en nombre de la educación superior como un bien común, ayudarnos a defender los mismos muros universitarios que criticamos? O más bien esta transformación, bajo el auspicio de la privatización ¿nos presenta con una nueva apertura para los estudios culturales? Y en tal caso, ¿cuál es la visión del bien común que estamos articulando? Estas preguntas podrán quizás encontrar su respuesta precisamente a través de este diálogo entre Bogotá y Davis.
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3Para un análisis de esta tendencia hacia el desplazamiento del Hispanismo en programas de Español en Estados Unidos, ver el estudio de Robert Mckee Irwin and Mónica Szurmuk, "Cultural Studies and the Field of 'Spanish' in the US Academy", A Contracorriente 6.3 (Spring 2009): 36-60. http://www.ncsu.edu/project/acontracorriente