Gandarilla Salgado, José Guadalupe.
Asedios a la totalidad. Poder y política en la modernidad desde un encare de-colonial.
Barcelona, Anthropos-CEIICH-UNAM, 2012. 354 pp.
¿Por qué leer a Marx desde América Latina en el siglo XXI?
Daniel Inclán y Márgara Millán
Esta es una de las tantas preguntas que se desprende al leer el ambicioso libro de José Gandarilla; es una forma de introducirnos al cerco o asedio intelectual que se propone hacer a la totalidad, para vernos con el compromiso de pensar ante la crisis civilizatoria que nos aqueja.
No deja de sorprender, al mismo tiempo que agradar, que un joven investigador recupere la figura de Karl Marx, tan problemática y poco leída en nuestros días, sobre todo porque lo encara desde una posición de-colonial. Esto hace más interesante el riesgo que asume el libro, al interrelacionar dos polos intelectuales que parecen contrapuestos. El desafío es más sugestivo cuando propone pasar por Kant y Hegel antes de llegar al pensamiento de Marx, para cerrar con la lectura minuciosa de uno de sus lectores más cuidadosos en América Latina: Enrique Dussel.
¿Cómo enfrenta este reto? Formulando un problema que guía la recuperación y la crítica del pensamiento alemán, hilando en un tejido fino las ideas que pasan por Kant hasta las formulaciones del multiforme pensador de Tréveris, Marx. Contradictorio, podría pensarse al intentar formular la lectura localizada desde la decolonialidad latinoamericana. Pero tal contradicción no existe. Veamos porqué, para así encontrar una de las mayores virtudes del libro.
Más allá de la erudición y del manejo cuidadoso de la tradición filosófica alemana, lo que persigue el libro es reubicar las problemáticas de la crisis contemporánea, construidas y pensadas desde América Latina. Para esto plantea la necesidad de criticar una de las raíces más fuertes que constituyen la huella colonial, a saber, el pensamiento sobre el poder y las relaciones de gobierno y sociabilidad. No es, por eso, ninguna casualidad que el libro inicie con una cita de Fernando Pessoa, que cuestiona la forma liberal capitalista de pensar el gobierno, en la que quienes gobiernan lo hacen sin relación alguna con los que son y hacen el mundo todos los días. Este abismo de la política, la esfera institucional en donde se fetichiza la capacidad colectiva de dar forma a la vida cotidiana, es uno de los objetivos del asedio a la forma capitalista de vivir y pensar el mundo social. Es ahí donde reside la importancia de releer a pensadores tan criticados y recuperados como Kant y Hegel.
Lo que propone José gandarilla no es una lectura «ilustrada», sino una lectura política de las formulaciones de estos dos grandes filósofos, para entender uno de los cimientos de las falsedades que sostienen la vida política contemporánea. Pensar los límites políticos de Kant y Hegel, que cruzan no solo sus formulaciones éticas, sino toda su filosofía, incluida su epistemología, sirve para cuestionar la falsa universalidad de los derechos sostenidos por una paz artificial, que se levanta sobre una visión reduccionista de la diversidad. El siguiente paso táctico es relacionar la idea del poder y del gobierno que hay en estos filósofos, que radicalizan la falacia universal sobre el presupuesto de una racionalidad exclusiva de un sector de la humanidad, un sector que se presenta como universal y que pretende, en su singularidad, normar el rumbo de la diversidad humana.
El problema en estos dos «clásicos» de la filosofía no es ni epistemológico ni ontológico, es, ante todo, político. No basta criticar los límites en la estructuración de su pensamiento, y decir, por ejemplo, que la separación del sujeto y el objeto en Kant es limitada o que la dialéctica de Hegel se separa del mundo de la vida. Diríamos, con José Gandarilla, que lo importante de releer a estos dos filósofos, e interrelacionarlos con discusiones sobre el derecho, en el caso de Kant, o del gobierno, en el caso de Hegel, es pensar en sus límites políticos y las consecuencias prácticas que esto tiene en el pensar y el hacer contemporáneo.
Por eso no es banal la estrategia del asedio a la totalidad iluminista que se propone el libro. No solo es importante discutir ideas, sino también sus repercusiones en la realidad, sus efectos en el mundo cotidiano, sus largas duraciones en el quehacer gubernamental.
La estrategia del asedio inicia con un cuestionamiento político de la razón ilustrada y de su eticidad limitada. La siguiente táctica es contraponer a un pensador complejo, que permite mirar desde otra perspectiva la formulación «europea» sobre la vida política. Leer a Marx no es un acto de compromiso intelectual y político. Además de una lectura sagaz y profunda de la complejidad de la obra de Marx, José Gandarilla construye una cuña para horadar en su pensamiento y hacerlo actual desde América Latina.
Acá está el nudo gordiano del libro, en el que se cruzan los análisis de la tradición filosófica alemana y el estudio detallado del pensamiento de uno de los grandes filósofos latinoamericanos. Partiendo de la idea de Enrique Dussel, expuesta en sus veinte tesis sobre la política, sobre el fetichismo del poder, José Gandarilla formula una renovada lectura de Marx.
Es interesante hacer notar la especial atención en los textos del llamado joven Marx, particularmente los referidos a la crítica del derecho de Hegel. De aquí construye puentes hacia la lectura de El Capital y su análisis del fetichismo de la mercancía. En esta forma cuenta de manera sugerente e innovadora la historia de un pensador, para hacer actual su pensamiento.
Al modo de un detective que busca las pistas para resolver el crimen de la modernidad colonial, José Gandarilla mira en la teoría de Marx una pista para entender los límites de la política contemporánea, que de manera isomorfa se relaciona con la economía. El mundo moderno gobernado por la apariencia de las mercancías y por el espectáculo del consumo, es también un mundo gobernado por un poder social fetichizado, que como la mercancía presume de ciertas cualidades que en realidad no posee.
En este sentido, Marx sigue contribuyendo a entender el problema del moderno y colonial modo de vivir. Más allá de sus límites geográficos, su pensamiento sigue siendo una piedra en el zapato de la economía y la política liberales. Para hacer más molesta esta piedra y profundizar en sus alcances, José Gandarilla propone unir dos líneas de su reflexión aparentemente lejanas, su crítica al estado moderno y su crítica a la economía política. Esta estrategia de lectura permite llevar el problema del fetichismo de la mercancía hacia el fetichismo del poder gubernamental moderno.
Entonces, ¿dónde está la salida? La respuesta nos lleva a un problema ético, a pensar en la vida de los que padecen los efectos de la modernidad colonial, en esos millones de personas que generan estrategias de sobrevivencia para seguir construyendo sus formas de socialidad. Por ello es importante la recuperación que hace José gandarilla del pensamiento de Enrique Dussel. No es simplemente glosar a su maestro, sino incluso ubicar su pensamiento en la línea crítica que nos permita pensar respuestas a la crisis civilizatoria.
No hay salidas dadas de antemano, pero sí nuevas coordenadas para pensar posibles soluciones. La primera de ellas es ubicar los proyectos políticos en la vida misma de los oprimidos, en las prácticas de los vencidos, no en la torre de cristal del pensamiento aséptico. Para ello el pensamiento se coloca a la retaguardia del movimiento social, como lo señala Enrique Dussel, para entender en la vida misma de los sujetos políticos en acción y no en formulaciones abstractas.
Para que este asedio a la modernidad colonial sea posible, es necesario construir, como lo sugiere el texto, una forma crítica de mirar la historia. Una nueva razón histórica debe sostener las formulaciones políticas que intenten dar salida a la crisis civilizatoria. No hay alternativas reales si se sostienen sobre un pasado falseado. Ese es, en el fondo, el reto decolonial que encara el libro: pensar de otra forma la política, pero sobre las bases de una relectura histórica que dé su justo lugar a la diversidad latinoamericana. Por eso inicia con una problematización de la modernidad colonial, mirada no desde el aparente centro europeo, sino desde América latina.
Los asedios a la modernidad se erigen sobre el compromiso de mirar históricamente, sobre el reto de localizar geopolíticamente los pensamientos y sobre la dificultad de pensar sin ataduras.