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Inflexiones foucaulteanas sobre la sociedad de control

Foucaultian inflections on control society

Inflexões foucaultianas sobre a sociedade do controle

Iván Torres Apablaza *
Universidad Andrés Bello, Chile

Inflexiones foucaulteanas sobre la sociedad de control

Tabula Rasa, núm. 23, 2015

UNIVERSIDAD COLEGIO MAYOR DE CUNDINAMARCA

Recepción: 22 Abril 2015

Aprobación: 04 Agosto 2015

Resumen: En este artículo, se examina la noción de sociedad de control en su potencial hermenéutico de las transformaciones en el diagrama de poder contemporáneo. La ruta de problematización escogida propone una lectura foucaulteana que transita por el gesto crítico de una ontología crítica del presentecentrándose en el diagnóstico que configura aquella noción y su contraste con las formas contemporáneas de gubernamentalidad. Se concluye, que la propuesta de Deleuze y sus receptores se encuentra inacabada, de modo que es necesario vincularla con una escala estratégica de análisis que considere las prácticas neoliberales de gobierno más allá de sus disposiciones técnicas, observando criterios diferenciales de control que determinan las formas contemporáneas de gestión de la vida en nuestras sociedades.

Palabras clave: Sociedad de control, gubernamentalidad, dispositivo de seguridad, neoliberalismo, disciplina.

Abstract: This paper examines the notion of control in its hermeneutic potential to analyse shifts in the contemporary diagram of power. The path chosen to problematize this notion involves a Foucaultian reading passing through the critical gesture by a critical ontology of present time, focusing on a diagnostics which inform such a notion and its contrast to contemporary ways of governmentality. As a conclusion, Deleuze and his receivers's proposal is unfinished, therefore it is needed to link it to a strategic scale of analysis involving neoliberal government practices beyong their technical arrangements, looking to differential control criteria informing contemporary ways of life management in our societies.

Keywords: Control society, governmentality, security device, neoliberalism, discipline.

Resumo: Este artigo examina a noção de sociedade do controle em seu potencial hermenêutico no tocante às transformações no diagrama do poder contemporâneo. A rota de problematização escolhida propõe uma leitura foucaultiana que transita pelo gesto crítico de uma ontologia crítica do presente, tendo como foco a discussão ou diagnóstico que configura aquela noção e seu contraste com as formas contemporâneas da governamentalidade. Conclui-se que a proposta de Deleuze e seus receptores não está terminada, sendo necessário vinculá-la com uma escala estratégica de análise que, por sua parte, leve em consideração as práticas neoliberais de governo, além das disposições técnicas, observando os critérios diferenciais de controle que determinam as formas contemporâneas da gestão da vida em nossas sociedades.

Palavras-chave: Sociedade do controle, governamentalidade, dispositivo de segurança, neoliberalismo, disciplina.

La hipótesis de la sociedad de control

En 1978, durante una conferencia pronunciada en el Instituto franco-japonés de la ciudad de Kioto, Michel Foucault anunciaba que en las sociedades industriales avanzadas, las disciplinas se encontrarían en crisis a raíz de lo cual perderían parte de su eficacia, de modo que se imponía la obligación de pensar en el desarrollo futuro de unas sociedades sin disciplinas. Agregaría que la sociedad actual se distingue de la sociedad disciplinaria a la que dedicó su estudio durante la primera mitad de la década de 1970, fundamentalmente por la emergencia de subjetividades diversas, no reguladas completamente por mecanismos y técnicas disciplinarias (Foucault, 1978b).

Paris - 2015, Johanna Orduz
Paris - 2015, Johanna Orduz

Durante el mismo año, en el marco de una intervención en la Universidad de Vincennes, Foucault (1978a) describió la configuración de un nuevo orden interior en la sociedad, como respuesta a una crisis en el funcionamiento del Estado de bienestar. Al respecto, dirá que desde los años setenta, éste parece estar reduciendo sus funciones y se muestra incapaz de gestionar, dominar y controlar una serie de conflictos sociales y económicos. Frente a este proceso, el filósofo estableció un diagnóstico en el cual no observaba precisamente la multiplicación de espacios de libertad, sino más bien la organización de dos posibles amenazas: que ante su propia incapacidad el Estado se dote a sí mismo de un poder absoluto, por encima de las leyes, y de un aparato de terror criminal; o que se produzca su desinversión, presentándose como un mecanismo crecientemente desinteresado en la gestión de ciertos problemas. El primer peligro es el de la política totalitaria del fascismo, el segundo, el de una racionalidad política neoliberal.

Frente a este diagnóstico, el filósofo argumentaba que el Estado dejaba de ejercer el poder de un modo omnipotente -como en las sociedades disciplinarias-, reduciendo los costos de dicho ejercicio al hacer uso de controles discretos y técnicamente especializados. Con dicho análisis, Michel Foucault nos entregó una representación general de la organización y el ejercicio de una nueva economía del poder, trazando sus coordenadas alrededor de cuatro puntos interrelacionados: en primer lugar, dijo que el poder opera estableciendo marcajes o localizaciones de zonas específicas en las poblaciones identificadas como vulnerables o peligrosas, sobre las cuales se aplican todas las penas y controles necesarios para evitar las transgresiones del orden. En segundo lugar, el poder procede estableciendo márgenes de tolerancia con fines reguladores, donde los controles se flexibilizan y los ilegalismos se gestionan dentro de ciertos umbrales definidos como aceptables. En tercer lugar, Foucault identificó la constitución de un sistema de información general y socialmente extendido, que pone en circulación los conocimientos del Estado sobre los individuos, posibilitando la actuación a distancia sobre zonas peligrosas, y cuya función no será ya la de vigilar a las personas, sino la de intervenir en cualquier momento y en cada lugar en que emerja una situación de riesgo o peligro. Finalmente, el filósofo de Poitiers identificó el papel de autorregulación social que juegan los medios de comunicación de masas en la construcción de un consenso social básico capaz de volver tolerables los nuevos controles sobre la vida cotidiana.

Estos cuatro puntos de orientación de lo que Foucault describió como un nuevo orden interior permiten caracterizar el progresivo repliegue del Estado bajo el primado de la gubernamentalidad neoliberal y su emergencia como un actor desinteresado y condescendiente, que interviene lo menos posible y de la forma más discreta, gestionando la resolución de los conflictos a través de los propios agentes sociales y económicos involucrados. Reflexiones coincidentes con lo que el filósofo enunció como sociedad de seguridad en el curso del Collège de France del período 1977-1978 (2006), para connotar el nacimiento de una nueva economía del poder anclada en la primacía del poder de gobierno, la soberanía del mercado y los dispositivos securitarios en el control y gestión de los procesos vitales de las poblaciones, es decir, un diagrama en el que las relaciones de fuerzas hacen serie en un poder de gobierno con funciones biopolíticas, cuya modalidad de intervención es el de vías indirectas capaces de afectar un campo de acciones posibles para incitar, inducir, facilitar o hacer más o menos probable la ocurrencia de ciertos fenómenos. Sin embargo, a partir de estas reflexiones, Foucault sólo nos entrega un marco general para caracterizar el diagrama de poder contemporáneo, inscribiendo los trazos inaugurales en la definición de los contornos de nuestra actualidad, bajo la forma de un proceso de estructuración antes que como una estructura formalizada.

Asumiendo este cuadro como un trabajo inacabado, Gilles Deleuze intentará aproximar una hipótesis que permita dar continuidad al gesto analítico iniciado por Foucault en la formulación de una ontología crítica del presente. En lo que podríamos denominar como un escrito "programático" por las consecuencias que tendrá en las analíticas post-foucaulteanas, ** en su Post-scriptum sobre las sociedades de control (1990) Deleuze expondrá una serie de transformaciones propias de la sociedad de la segunda mitad del siglo XX para distinguir el diagrama de poder contemporáneo de las sociedades disciplinarias estudiadas por Foucault. Iniciará su reflexión señalando que si algo caracteriza a este último tipo de sociedades es el primado de instituciones de captura física, espacios de encierro donde los individuos son localizados, concentrados, repartidos, ordenados. Agregará que la función de estos espacios es la de "componer en el espacio-tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe superar la suma de las fuerzas componentes" (227). De este modo, en la sociedad disciplinaria, a diferencia de la sociedad de soberanía, el centro sería la organización de la producción antes que la mera recaudación, por lo que deberá administrar la vida antes que decidir la muerte. En este contexto, Deleuze argumentará que las sociedades disciplinarias están siendo "reemplazadas" por sociedades de control, y describen una crisis generalizada de todos los lugares de encierro ("interiores en crisis"), y el reemplazo del control del interior por controles del afuera ("al aire libre").

Con anterioridad, Deleuze (1987) ya había señalado en este sentido, que los lugares de encierro estudiados por Foucault son formas temporales que pueden variar y ser reemplazadas por otros dispositivos, otras técnicas que amplían y desarrollan funciones similares. De allí, concluirá que en la sociedad disciplinaria "lo que está encerrado es el afuera" (70), la potencia de variación que neutraliza la diferencia subordinándola a la reproducción, impidiendo así toda variabilidad o imprevisibilidad.

Más tarde, en una conferencia pronunciada en 1988, en el marco de un seminario organizado por la Association pour le Centre Michel Foucault, Deleuze señalará que "las disciplinas descritas por Foucault son la historia de lo que poco a poco dejamos de ser, y nuestra actualidad se dibuja en disposiciones de control abierto y continuo...Foucault -continúa- está de acuerdo con Burroughs *** , quien anuncia nuestro futuro controlado antes que disciplinado" (1999: 160).

En este sentido, la hipótesis de la sociedad de control implicaría lo que podemos interpretar como una metástasis **** del poder que desborda la interioridad de las instituciones disciplinares (cárcel, fábrica, escuela, hospital), diseminando en el afuera controles múltiples, continuos e ilimitados que sitúan una escansión en las formas discontinuas de ejercicio del poder propias de la sociedad disciplinaria. Dado que el afuera y la potencia de variación han roto el régimen del encierro, el modo de actuación sobre las subjetividades asumiría así la forma de técnicas de modulación:

los diferentes "controlatorios" son variantes inseparables que constituyen un sistema de geometría variable cuyo lenguaje es numérico (lo que no siempre significa que sea binario). Los encierros son moldes o moldeados diferentes, mientras que los controles constituyen una modulación, como una suerte de moldeado autodeformante que cambia constantemente y a cada instante, como un tamiz cuya malla varía en cada punto (Deleuze, 1990: 228).

Lo que se intenta connotar es que en las sociedades de control el mundo se ha convertido en diferencia, de manera que es el acontecimiento, la creación de posibles lo que debe ser regulado cotidianamente: el agenciamiento de la repetición y la diferencia ya no puede ser neutralizado, sino que debe ser controlado.

No obstante, cuando Deleuze (1990) identifica las transformaciones que supone la sociedad de control no lo hará tan sólo en relación con los modos de organización de los dispositivos de poder, sino también en las formas de organización del trabajo y la producción. En este sentido, describe una profunda mutación del capitalismo en su lógica de producción, así como en la materialidad de los emplazamientos destinados a desarrollarla, que marcan el pasaje de un primado económico fabril, centrado en la producción, a uno de tipo empresarial, centrado en los productos y los servicios. Desde este punto de vista, la transformación en el modo de producción capitalista tendría como principal expresión un cambio en el modo de gestión de las fuerzas de trabajo, así como en las formas de vida, fundamentalmente porque -siguiendo la figura propuesta por Deleuze (1990)- la empresa es un alma, es etérea, una fuerza inmaterial que interviene como fundamento y orientación de la acción, razón por la cual su extensión no circularía tan solo por los procesos productivos, sino más precisamente como un modo específico de relación social. Así, las transformaciones contemporáneas del capitalismo darían cuenta de una ampliación radical del ámbito económico al resto de los registros de la vida social, incluyendo la subjetividad y la política. Entonces, en este nivel, afirmar la hipótesis de la sociedad de control implicará reconocer la complejidad de las transformaciones en el capitalismo avanzado y su relación con la producción de nuevas subjetividades, distintas a las del modelo disciplinario, donde lo inmaterial sólo es rastreable como efecto subjetivo de la inverificabilidad de un poder que maximiza y orienta las fuerzas de quienes somete (Foucault, 2008a). El modelo inmaterial del control, en cambio, hará de cada quien "su propio amo", su propio agente de sometimiento, de tal manera que los individuos puedan gestionar y maximizar sus propias fuerzas, compitiendo entre sí por la obtención de beneficios de una acción económicamente orientada.

Intentando avanzar un poco más en este diagnóstico, Deleuze analizará los cambios que experimenta la relación individuo-masa en la sociedad de control, enfatizando el modo en que la vida social y su gestión se orientan hacia la virtualización de los controles, encontrando expresión en la masificación de los sistemas de información y registro de individualidades (datos demográficos, financieros, sanitarios, educativos, delictuales, etc.), así como en los instrumentos de acceso y vinculación de los individuos a los procesos masivos de la existencia social. Una de las consecuencias más relevantes de estas transformaciones sería la emergencia de un nuevo lenguaje numérico del control, que marca o prohíbe el acceso a la información, de modo que los individuos devienen "dividuos" y las masas, indicadores, mercados o bancos de datos.

Esta descripción resultará particularmente relevante en la caracterización del modo como se organiza la integración social de los individuos en la sociedad de control, por cuanto fundamenta el primado de una racionalidad instrumental que descompone la experiencia en rasgos, atributos, esencias o partes componentes al servicio de la gestión-administración de la vida. La emergencia del individuo es situada así en no lugares de calculabilidad con los cuales se resuelven nuevas formas de coordinación social, en una sociedad organizada en red, dislocada de un centro único o hegemónico, espacio liso y dinámico de flujos por donde es posible concebir un deslizarse ***** en lo social.

En consecuencia, la distinción entre sociedad disciplinaria y de control propuesta por Deleuze intentará subrayar una serie de transformaciones sociohistóricas en el principio de organización de la sociedad desde fines del siglo XX en adelante, que inscriben una crisis de las instituciones disciplinares y la instalación progresiva y dispersa de un nuevo diagrama de poder global, donde las técnicas de poder de la sociedad de control no reemplazan las técnicas propiamente disciplinarias, sino que más bien se superponen a ellas haciéndolas más intensivas, hasta constituir un presupuesto indispensable de la acumulación capitalista.

La extensión de la biopolítica y las técnicas disciplinarias

Aun cuando no existen trabajos sistemáticos dedicados a la fundamentación de la noción de sociedad de control ni al desarrollo epistemológico exhaustivo que esta noción implicaría dentro de la analítica de Foucault, es posible identificar algunas recepciones a la hipótesis de Deleuze que exploran, desde las antípodas del biopoder, la configuración del diagrama de poder en la sociedad contemporánea. Sin embargo, estos desarrollos dejarán abierta la fundamentación teórica del pasaje entre sociedad disciplinaria y sociedad de control, de manera que el desplazamiento de un diagrama a otro será justificado por el análisis de las formas que asumen las técnicas o disposiciones tácticas del poder en nuestras sociedades, a partir de una hermenéutica que proyecta los componentes dinámicos de la analítica de Foucault, llevándolos más allá de sí.

Teniendo en cuenta esta inflexión, es posible señalar que una de las recepciones más importantes de la hipótesis de la sociedad de control se encuentra en los trabajos del filósofo italiano Antonio Negri, quien, junto a Michael Hardt (2002), intentará fundamentar la configuración contemporánea de una nueva forma global de soberanía con residencia en el mercado, que gobernaría transformaciones desterritorializadas del poder, describiendo una transición histórica en las formas sociales. Siguiendo esta ruta de problematización, ambos filósofos describen la sociedad disciplinaria como aquella en la que se establece la dominación social a través de una red difusa de dispositivos que producen y regulan las costumbres, los hábitos y las prácticas productivas, con objeto de hacer trabajar una sociedad y asegurar su obediencia. Al igual que Deleuze, estos filósofos caracterizarán la sociedad disciplinaria como aquella en donde la inclusión/exclusión se desarrolla por la acción de instituciones disciplinarias en regímenes cerrados. Al mismo tiempo, intentarán complementar la interpretación deleuzeana de Foucault a través de la noción de subsunción real del trabajo al capital propuesta por Marx (2005), reconociendo en ella una clave hermenéutica en el análisis de la sociedad contemporánea, argumentando que en la sociedad de control se ha alcanzado la interrelación de mutua implicancia entre todas las fuerzas sociales que el capitalismo ha perseguido a lo largo de su desarrollo.

A partir de este análisis, lo que se observa es un diagnóstico del presente que describe la configuración de un poder que unifica y subsume toda la vida social, de modo que es posible constatar la proyección de los componentes dinámicos de la analítica de Michel Foucault para afirmar la naturaleza biopolítica del nuevo paradigma de poder. En efecto, Negri y Hardt (2002) observarán que en la sociedad disciplinaria la extensión de la biopolítica era aún parcial, pues estaba orientada por una lógica cerrada, geométrica y cuantitativa, y que no conseguía subsumir completamente a los individuos en las prácticas y las formas de socialización productivas. En contraste, en la sociedad de control el poder sobre la vida emerge como un terreno exclusivo de referencia, hasta llegar a ser completamente biopolítico, dado que mantiene una relación abierta, cualitativa y afectiva capaz de subsumir completamente el cuerpo social en su estructura y sus procesos de desarrollo. No se trata, sin embargo, de describir esta transformación como un reemplazo de las formas disciplinarias del poder, sino más bien como un desplazamiento que intensifica y generaliza sus aparatos de normalización, extendiéndolos más allá de las instituciones a través de "redes flexibles y fluctuantes", que capturan la vida en la lógica de valorización del capital y hacen del orden social contemporáneo un terreno de producción biopolítica. Como afirma Hardt (1996):

El paso no es de oposición sino de intensificación... la crisis contemporánea de las instituciones significa que los espacios cerrados que definían el espacio limitado de las instituciones han dejado de existir, de tal manera que la lógica que funcionaba hasta hace poco en el recinto de los muros institucionales se extiende hoy en día sobre todo el terreno social (158).

En este marco, Negri y Hardt afirman que en las sociedades de control la diferencia interior/exterior se ha vuelto indiscernible, por cuanto, como lo afirman arriba, las lógicas disciplinarias de las instituciones cerradas se encuentran en crisis, y ésta se expande progresivamente a otros ámbitos de la sociedad. Por ello, la producción y la intervención de la subjetividad son descritas como desterritorializadas, ajenas a cualquier lugar específico. De este modo, la indefinición del lugar redunda en la indeterminación de la forma de las subjetividades producidas.

Para estos autores, sin embargo, este gesto analítico, de desterritorialización de la subjetividad, implica un distanciamiento crítico con los trabajos de Foucault respecto a la biopolítica y su papel en la sociedad moderna, y acusan a Foucault de no haber conseguido advertir la dinámica real de la producción que tiene lugar en la sociedad. Por esta razón, Negri y Hardt (2002) proponen una reflexión que intenta enfrentar este problema, atendiendo a las transformaciones en las labores productivas y su desarrollo vivo en la sociedad contemporánea, argumentando que una de las características principales del trabajo en la sociedad de control es su tendencia a volverse cada vez menos material, de tal manera que el lugar de la fuerza material de trabajo en las fábricas habría sido ocupado progresivamente por una fuerza de trabajo intelectual, inmaterial y comunicativa.

La descripción de la sociedad de control expresaría así la configuración de una nueva forma de dominio en el borde último de la modernidad, en que los mecanismos de poder se vuelven democráticos e inmanentes al campo social, y se distribuyen a través de conexiones entre los cuerpos y la subjetividad para operar la interiorización de conductas de integración y exclusión social adecuadas a dicha forma de dominio:

(...) producen subjetividades que a su vez son agentes dentro del contexto político: producen necesidades, relaciones sociales, cuerpos, mentes, lo que equivale a decir que producen productores. En la esfera biopolítica, la vida debe trabajar para la producción y la producción, para la vida (Negri y Hardt, 2002: 45).

Sin embargo, estos autores explican que la legitimidad sistémica de la sociedad de control no sólo encuentra un correlato en una producción comunicativa que opera la construcción lingüística de la realidad sino, por sobre todo, en la emergencia de un lenguaje de autovalidación que fundamenta el fortalecimiento y no precisamente el declive de narrativas rectoras. A esto, añadirán la estrecha relación que exhibe con nuevas formas de ejercicio de la fuerza legítima, de modo que la legitimidad de la sociedad de control se vuelve efectiva a través del uso de la fuerza, es decir, a partir del estado de excepción y las técnicas policiales.

La implicación contradictoria de las tecnologías de gobierno

En esta dirección, algunos trabajos contemporáneos en ciencias sociales, que siguen la estela de problemas abierta por Foucault sobre los modos de actuación de las tecnologías de poder en la gubernamentalidad neoliberal, ****** compartirán la visión de caracterizar las formas contemporáneas de ejercicio del poder como expresión de la propagación de una racionalidad de gobierno orientada a la gestión judicial y policial de la excedencia, ya sea que se trate de poblaciones o sujetos específicos a quienes se intenta controlar o evacuar del cuerpo social.

Al respecto, Wacquant afirma que a la "atrofia deliberada del Estado social corresponde la hipertrofia distópica del Estado penal" (Wacquant, 2000: 88), de manera que la criminalización de la miseria actuaría como complemento de la precariedad del trabajo y de las políticas neoliberales desreguladoras. En este fenómeno, es posible identificar las siguientes tendencias: 1) Expansión vertical del sistema carcelario, con una ampliación del número de personas recluidas en los recintos penitenciarios. ******* 2) Extensión horizontal de la red penal a través de las posibilidades técnicas de ejercer el control y la vigilancia a distancia más allá de las fronteras de las instituciones penales. El resultado que Wacquant observa es una modificación en los objetivos del control que pasan de una pretensión de rehabilitar al sujeto excedente a segregar y aislar grupos percibidos como peligrosos, a la vez que neutralizar a sus representantes más perturbadores.

En sintonía con el cuadro representado por la hipótesis de la sociedad de control, en el diagnóstico de Wacquant, se sugiere que el panoptismo y la punición se han extendido a gran escala en nuestras sociedades, de manera que las políticas de seguridad, y particularmente la prisión, se encontrarían al servicio del control del mercado del trabajo, al permitir comprimir artificialmente los niveles de desocupación, introduciendo a un gran número de desocupados en las cárceles. Del mismo modo, dicha extensión del panoptismo se articularía a la ampliación de programas de asistencia y protección social capaces de situar a las poblaciones de riesgo bajo la mirada sistemática del control estatal, a través de la sistematización de información y su puesta en red para el desarrollo de las operaciones de intervención social.

En esta dirección, investigadores como Stanley Cohen (1995), también destacan la intensificación contemporánea de los procedimientos disciplinarios del dispositivo panóptico, bajo una forma tecnológicamente avanzada, que encuentra expresión en técnicas policiales como la marcación electrónica o la georreferencia gubernamental de índices demográficos, que permiten el despliegue de una vigilancia constante, inverificable y la producción de información y saberes especializados sobre la población.

Teniendo presentes estos análisis, el criminólogo italiano Alessandro De Giorgi (2006) agrega que las tecnologías de poder en la sociedad de control exhiben una orientación hacia el control del acontecimiento y los equilibrios inestables del orden social, particularmente aquellos vinculados con una "fuerza de trabajo excedente", identificando una estrecha relación entre políticas punitivas y grupos considerados de riesgo. Describe, en este sentido, una confluencia entre Estado social y medidas punitivas en la gestión de la excedencia, de tal manera que mientras algunas categorías de sujetos se vuelven blanco de controles punitivos, otras son gestionadas por políticas de protección y asistencia social.

El mismo autor explica que esta singular imbricación de tecnologías de gobierno solo podrá materializarse a contraluz de la producción de saberes sobre la población, como la estadística, el urbanismo, la medicina social, la criminología y la psiquiatría. Al igual que Wacquant, intenta connotar el modo en que los dispositivos de seguridad hacen uso de una racionalidad instrumental al servicio del control de la sociedad en toda su extensión.

Así, estos análisis hacen énfasis en delinear los contornos de una racionalidad política de control que hace uso de las técnicas del biopoder para hacer vivir y castigar de un modo administrativo, gestionador, repartidor, disciplinario y controlador. Sin embargo, De Giorgi (2006) introducirá una inflexión importante, señalando que las estrategias de poder contemporáneas pueden ser caracterizadas como "postdisciplinarias" en la medida que se encuentran al servicio de un gobierno de la excedencia: "no se trata de encarcelar criminales peligrosos, esto es, de neutralizar factores individuales de riesgo, sino más bien de administrar a nivel de poblaciones enteras una carga de riesgo que no se puede (y no se pretende) reducir" (2006: 129). En este sentido, el crecimiento contemporáneo de dispositivos de seguridad tiene como contrapartida la protección del riesgo de lo común, sobre todo en cuanto a la gestión de la complejidad social y su potencia de variación. Desde este punto de mira, es posible constatar la persistencia de modelos, prácticas e instituciones que exhiben una continuidad con las formas de ejercicio del poder disciplinario, específicamente en relación con el papel de las policías, los tribunales y la cárcel como instancias punitivas de control social. Sin embargo, su singularidad se expresa en la inserción de las tecnologías disciplinarias en una racionalidad política completamente distinta que las traduce al ámbito de la gestión securitaria de las poblaciones y el ambiente.

En este punto, resulta relevante considerar el análisis desarrollado por Foucault (1976a) a quien, al preguntársele sobre las posibles alternativas a la prisión en la sociedad contemporánea, dijo que se observa la emergencia de instituciones distintas a la prisión clásica, con las que, sin embargo, se expresa la difusión de sus principios y funciones a todo el cuerpo social: casas de reclusión, centros semicerrados, la suspensión condicional de las penas, etc., constituyen, en este sentido, operadores tácticos de los principios de corrección y reforma de los individuos en el espacio ampliado de lo social, materializando la inflación (surpouvoir) de un poder penal que garantiza la persistencia y la eficacia de las funciones clásicas de la institución carcelaria, extendiéndolas, más allá de las murallas de la prisión, a la vida misma de los condenados. Transformación coincidente con el diagnóstico de la sociedad disciplinaria desarrollado por el filósofo (2000, 2001, 2005, 2008a) en relación con la difusión y multiplicación de las disciplinas hacia el afuera institucional. Lo anterior demuestra que entre sus técnicas y los espacios de encierro no existe una relación esencial, fundamentalmente porque se trata de la expresión de un arte de gobernar que se extiende y transfiere a instituciones y aparatos como el Estado, pero sin reducirse a ellos.

Compartiendo esta descripción de Foucault, pero construyendo una deriva de análisis distinta a la hipótesis de la sociedad de control, autores como Zygmunt Bauman (2002) argumentarán que, en la actualidad, el poder se ha vuelto extraterritorial, pues ya no se encuentra atado por la resistencia del espacio. Para graficar esta observación, el sociólogo utiliza como ejemplo la extensión y la masificación de las tecnologías de la comunicación e información en nuestra sociedad, las que darían forma a un poder que es capaz de acelerar la velocidad de sus operaciones, reduciendo el tiempo necesario a la instantaneidad. De esta manera, los sujetos podrían efectivamente ponerse fuera del alcance de la mirada del poder, eludiendo la captura de la vigilancia panóptica generalizada, solo con apagar su teléfono o desconectarse de las redes virtuales de comunicación e información. Sin embargo, Bauman (2007) dar un paso más en el intento de caracterizar las formas de poder contemporáneas, y suscribe la tesis de Thomas Mathiesen (1997), según la cual habríamos pasado de una sociedad panóptica a una de tipo sinóptica, propia de una sociedad del espectáculo, donde, a diferencia de la primera, muchos observan a pocos, de manera tal que la formulación original de Foucault en relación con el dispositivo de la sociedad disciplinaria no representa la manera en que hoy funciona el poder. Se sigue de este diagnóstico que nuestra sociedad se encontraría asistiendo al fin del panóptico como fenómeno correlativo al fin de la modernidad temprana, de manera que estaríamos justificados a sustituirlo como grilla de análisis de la sociedad contemporánea por un dispositivo sinóptico del capitalismo globalizado, que fractura la localización y el conflicto entre vigilantes y vigilados, reemplazándolo por un medio interactivo global en el que se incorpora a los individuos como observadores.

Una de las consecuencias de este tipo de análisis para el diagnóstico de las formas que adopta el ejercicio del poder en la sociedad contemporánea, consistirá en describir la configuración de un diagrama en que la racionalidad de un poder inclusivo y positivo, desplazaría históricamente a un segundo plano la función de un poder excluyente y negativo. En este sentido, investigadores como Roy Boyne (2000) han sugerido la noción de postpanóptico para connotar la emergencia de una tecnología desterritorializada de ejercicio del poder, de manera que los dispositivos securitarios prescindirían de la reducción de las formas de excedencia social al control del tiempo o la construcción de lugares de encierro como modalidades privilegiadas en la normalización y la neutralización política de las poblaciones. Fundamentalmente, porque en la gubernamentalidad neoliberal las exigencias políticas de una soberanía cuya residencia se localiza enteramente el mercado (Foucault, 2007), dispondría las condiciones ambientales para la superación de toda resistencia del lugar, favoreciendo así la circulación global del capital. Se entiende, en este sentido, que lo productivo no es lo sedentario, sino lo nómade, el modo en que el capital crea constantemente nuevos espacios para la acumulación, de manera que el imperativo de acumular, implica a su vez el imperativo de superar los obstáculos espaciales. El primado de una nueva tecnología postpanóptica en la sociedad contemporánea sería por ello correlativa a la expansión del mercado y el consumo, razón por la cual el panóptico perdería consistencia estratégica en un escenario donde el mercado global exige la desterritorialización y la destrucción de lo local.

En consecuencia, aun cuando se observan desarrollos singulares en cuanto a caracterizar los modos de actuación de las tecnologías de poder en la sociedad contemporánea, no son nuevos si se contrastan con los análisis de Foucault (1978b) quien, como lo hemos expuesto, se encontraba plenamente consciente del carácter limitado del panóptico y las formas de expresión del poder disciplinario como única grilla de análisis de la racionalidad neoliberal de gobierno. Precisamente, en la historicidad del poder sobre la vida, se entrevera la existencia de una multiplicidad de tecnologías, que trascienden al panóptico. Por ello, no se trataría de su desaparición como dispositivo, sino de su transformación tecnológica e incorporación al repertorio de estrategias de control contemporáneas más amplio y complejo.

Crítica foucaulteana

En este contexto, es posible identificar tres puntos de convergencia entre las formulaciones sobre la sociedad de control y las reflexiones de Foucault sobre el diagrama de poder contemporáneo. En primer lugar, y tal como lo hemos expuesto, las sociedades de control no operarían por la proliferación de instituciones disciplinarias, sino a través de la modulación de los comportamientos. Se prescindiría, en mayor medida, de las intervenciones directas sobre el cuerpo, priorizando aquellas dirigidas por la acción a distancia sobre un medio ambiente, orientadas a la autorregulación de los propios sujetos. Ni represión, ni suplicio, sino gestión sobre situaciones definidas como riesgos. La lógica de intervenciones de los dispositivos securitarios analizados por Foucault marca precisamente una escansión respecto a los imperativos de corrección y orden de las tecnologías disciplinarias, afirmando en cambio una racionalidad de administración y control capaz de operar conforme a un cálculo de probabilidades que determina los umbrales de tolerancia y los alcances de la normalización securitaria. Foucault, al respecto, en la lección del 21 de marzo del curso Nacimiento de la biopolítica, refiriéndose a los neoliberales norteamericanos, dirá que en su horizonte de gobierno no aparece el "proyecto de una sociedad exhaustivamente disciplinaria", sino

la imagen, idea o el tema-programa de una sociedad en la que haya una optimización de los sistemas de diferencia, en la que se deje el campo libre a los procesos oscilatorios, en la que se conceda tolerancia a los individuos y las prácticas minoritarias, en la que haya una acción no sobre los participantes del juego, sino sobre las reglas del juego, y, para terminar, en la que haya una intervención que no sea del tipo de la sujeción interna de los individuos, sino de tipo ambiental (2007: 302-303). Por otro lado, en las sociedades de control nada quedaría por fuera del mercado,

Por otro lado, en las sociedades de control nada quedaría por fuera del mercado, incluso los ilegalismos. En ellas los individuos se comportan económicamente y movilizan sus actuaciones en un espacio social concebido como una multiplicidad de mercados. Descripción coincidente con la reflexión desarrollada por Foucault en sus lecciones del año 1979 en torno a la gubernamentalidad neoliberal. Por ejemplo, en la clase del 14 de febrero, menciona que el ordoliberalismo de los economistas alemanes no puede ser asimilado a la sociedad disciplinaria, ya que este tipo de sociedad ha sido superada:

hemos superado esa etapa. Ya no estamos en ella. El arte de gobernar programado hacia la década de 1930 por los ordoliberales y que hoy se ha convertido en la programación de la mayoría de los gobiernos en los países capitalistas, pues bien, esa programación no busca en absoluto la constitución de este tipo de sociedad. Se trata, al contrario, de alcanzar una sociedad ajustada no a la mercancía y su uniformidad, sino a la multiplicidad y la diferenciación de las empresas (2007: 186-187).

En un escenario de estas características, el control se desterritorializa y amplía, de manera que todos los espacios sociales devienen lugares de control. Respecto a este punto, en el artículo L´extension sociale de la norme (1976b), Foucault señalará que la máquina penal contemporánea, no tiene por función la extinción de la ilegalidad, sino el control con miras a su mantenimiento en un cierto estado de equilibrio que permita obtener efectos económicos y políticamente útiles. El problema central será gestionar la ilegalidad, controlar y administrar los ilegalismos conforme a una normalización que establezca los criterios de clasificación de los individuos y poblaciones. Es ésta, precisamente, la característica que a Foucault le permite concluir que en la actualidad, pasamos de una sociedad jurídica centrada en la ley, a una sociedad articulada fundamentalmente sobre la normalización. La consecuencia directa de este diagnóstico consiste en afirmar que los problemas sociales a los que se enfrenta el Estado dejan de sustentarse en un pacto territorial propio de las relaciones de soberanía, para operar a través de un pacto de seguridad que traduce al ámbito de la gestión política las incertidumbres, los riesgos y daños probables a la población (1977). Es gracias a este pacto que los individuos legitiman la acción del gobierno, es bajo la garantía de seguridad que el Estado puede efectivamente intervenir, con todos los medios necesarios, las situaciones en que la vida cotidiana es atravesada por un acontecimiento que amenaza con desbordar su consistencia, incluso si se trata de una situación donde las prácticas de gobierno hacen uso de instrumentos de excepción sobre poblaciones o categorías completas de individuos considerados como amenazas para el mantenimiento del orden social:

Lo que el Estado propone como pacto a la población es: "estarán garantizados". Garantizados contra todo lo que pueda ser incertidumbre, accidente, daño, riesgo... El Estado que garantiza la seguridad es un Estado que está obligado a intervenir en todos los casos en que un acontecimiento singular, excepcional, perfora la trama de la vida cotidiana. De golpe, la ley se vuelve inadecuada y, en consecuencia, hace falta esa suerte de intervenciones cuyo carácter excepcional, extralegal, no deberá parecer en absoluto un signo de la arbitrariedad o de un exceso de poder, sino, al contrario, de una solicitud: "Miren: estamos tan dispuestos a protegerlos que, una vez que suceda algo extraordinario, vamos a intervenir con todos los medios necesarios ******** , sin tener en cuenta, claro está, esas viejas costumbres que son las leyes o las jurisprudencias". Este aspecto de solicitud omnipresente es el aspecto bajo el cual se presenta el Estado. Esa es la modalidad de poder que se desarrolla (50).

La gestión de los ilegalismos consiste, en este sentido, en una relación complementaria de tecnologías articuladas por dispositivos de seguridad, orientadas por criterios de gestión de riesgos, de manera que la descripción desarrollada por Foucault sobre las técnicas e intervenciones del poder en la sociedad contemporánea no tiene por blanco su análisis positivo, en cuanto técnicas, sino en cuanto a la racionalidad de gobierno que las articula con miras a la obtención de ciertos efectos estratégicos de poder. En razón de este argumento, es posible señalar que en las sociedades de control las técnicas disciplinarias efectivamente no desaparecerán, sino que se acoplarán a las de tipo biopolíticas, intensificándose y ampliando su campo de actuación al tomar la vida como objeto de intervención en toda su extensión.

En segundo lugar, el papel de la libertad como articulador del sometimiento en la sociedad de control será coincidente con el análisis de la gubernamentalidad neoliberal desarrollado por Foucault, en relación a describir el modo en que las tecnologías de poder contemporáneas no buscarán precisamente su limitación, sino su conducción; guiar a los sujetos antes que producirlos disciplinariamente: cada individuo tendrá la posibilidad de aumentar sus competencias, incrementar su capital humano y desplegar la conquista de un medio a través de la iniciativa individual y el emprendimiento, porque el modelo de la empresa es un alma que se proyecta sobre las prácticas de gobierno al igual que sobre la producción de subjetividades. Sin embargo, se tratará de una libertad administrada, es decir, de la introducción de "un plus de libertad mediante un plus de control e intervención" (Foucault, 2007: 89). Las prácticas de gobierno operarán gestionando la libertad, procurando no ejercer el poder contra la voluntad de los sujetos, sino creando las condiciones de aceptabilidad capaces de bloquear el acontecimiento.

En tercer lugar, el desplazamiento identificado por Foucault (2007) respecto a la redefinición operada por la gubernamentalidad neoliberal de la figura del homo economicus socio del intercambio por un homo economicus empresario de sí mismo, permite constatar la fuerza de lo inmaterial como ámbito de sujeción al proceso de valorización económica en la sociedad de control. De esta forma, en la actualidad la prioridad no descansaría en el trabajo para consumir y satisfacer necesidades, sino en la capitalización del sí mismo. Es decir, invertir en ámbitos inmateriales como el conocimiento, la belleza o la educación, entre otros, que potencien el tránsito de los sujetos por un contexto plagado de riesgos e incertezas.

Teniendo presentes estos puntos de convergencia entre las investigaciones de Foucault y la hipótesis de la sociedad de control, su referencia al filósofo se justifica en el marco de problematizar las prácticas neoliberales de gobierno, aun cuando éste no utilizara exactamente esta denominación. No obstante, dentro de este diagnóstico de la sociedad contemporánea se aprecian ciertos aspectos que no le resultan propios a la analítica foucaulteana, razón por la cual no es posible atribuírsele. En primer lugar -como lo advierte el investigador colombiano Santiago Castro-Gómez (2010)-, concebir la sociedad de control como el resultado de una "profunda mutación del sistema capitalista" a partir de la segunda mitad del siglo XX. Este fundamento económico en la emergencia de la sociedad de control no se encuentra tan sólo en Deleuze, sino en la serie de autores que adscriben a su diagnóstico de las transformaciones o "mutación histórica" del capitalismo al describir el paso del fordismo al postfordismo: se sostiene que el sector hegemónico en la economía global es el de los servicios, donde la producción de conocimientos e información sería la piedra angular de una acumulación capitalista desterritorializada e inmaterial. En este escenario, la producción, al encontrarse deslocalizada de la fábrica, se extendería a todo el cuerpo social, de manera que la sociedad entera se convertiría en una fábrica difusa, asumiendo su racionalidad y sus prácticas.

Respecto a este punto, cuando Foucault (2001, 2008a, 2005) analiza la genealogía del poder disciplinario, es enfático en afirmar que el crecimiento de una economía capitalista exige la formalización de un poder de estas características, describiendo el modo en que la producción se apoya en tecnologías de poder que tienen por función ligar a los individuos al aparato productivo, mediando las relaciones del trabajo. Sin embargo, en esta analítica las disciplinas no constituirán precisamente la causa del capitalismo sino la precondición de su éxito, acoplándose a las exigencias de valorización económica, en la medida que se constituyen como aparatos para acumular y capitalizar el tiempo de la vida puesta a trabajar. Desde este punto de vista, la acumulación de capital y la acumulación de poder son procesos que se encuentran en una relación de dependencia mutua, más que en una relación de causalidad monolítica:

el sistema capitalista penetra mucho más profundamente en nuestra existencia. Tal como se instauró en el siglo XIX, este régimen se vio obligado a elaborar un conjunto de técnicas políticas, técnicas de poder, por las que el hombre se encuentra ligado al trabajo, por las que el cuerpo y el tiempo de los hombres se convierten en tiempo de trabajo y fuerza de trabajo que pueden ser efectivamente utilizados para transformarse en plusganancia. Pero para que haya plusganancia es preciso que haya subpoder, es preciso que en la existencia humana se haya establecido una trama de poder político microscópico, capilar, capaz de fijar a los hombres al aparato de producción, haciendo de ellos agentes productivos, trabajadores (Foucault, 2005: 146-147).

Refiriéndose al nacimiento de la biopolítica, Foucault (1974) también pone en relación la producción capitalista y el cuerpo en su existencia biológica, es decir, el cuerpo como fuerza de trabajo y ámbito de gestión política. Más tarde, en La voluntad de saber (2008b) agrega una importante reflexión en la que relaciona directamente el poder sobre la vida y el desarrollo del capitalismo. Dice que este último "no puede expandirse sin la inserción controlada de los cuerpos al aparato productivo y mediante un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos" (2008b: 133). En este sentido, para Foucault las técnicas del biopoder se insertan en los procesos económicos, interviniendo su desarrollo y operando procedimientos de exclusión y jerarquización social: relaciones de ajuste entre la acumulación de los hombres y la acumulación de capital.

Desde este punto de vista, lo que resulta problemático en la analítica de la sociedad de control es una cierta sustancialización del capitalismo, es decir, la idea según la cual el capitalismo posee leyes propias ("lógica del capital") con independencia de las prácticas que lo hacen posible (Castro-Gómez, 2010). Para Foucault, en cambio, el capitalismo no es sino el correlato de prácticas históricas singulares. No es posible, por ello, sostener que la sociedad es un producto del capitalismo; resulta más pertinente, en cambio, abordar las transformaciones en las técnicas de gobierno económico de la sociedad, el modo en que las formas de gubernamentalidad encuentran apoyo en racionalidades políticas específicas. Cuando Foucault (2007) analiza las prácticas de gobierno neoliberales, identificando la residencia de la soberanía en el mercado, no propondrá la subsunción del poder a las relaciones de producción capitalistas, sino que describirá cómo es que la racionalidad de gobierno se articula como una función de soporte a los procesos de valorización económica.

En este mismo sentido, es posible observar un diagnóstico totalizante en los análisis de la sociedad de control, reduciendo complejidad al caracterizar el diagrama de poder contemporáneo en su generalidad, impidiendo así examinar las singularidades de su organización estratégica, e identificar los aspectos diferenciales de sus procedimientos tecnológicos. Por esta razón, dicha hipótesis, así planteada, sólo podría formularse como una tendencia en la descripción de las transformaciones tecnológicas y estratégicas del diagrama de poder contemporáneo, antes que como un diagrama de poder globalmente estructurado.

En segundo lugar, es posible observar dos nudos problemáticos en la fundamentación del pasaje hacia una sociedad de control propuesta por Deleuze, a partir de su interpretación de los trabajos de Foucault sobre la sociedad disciplinaria. El primero de ellos, es el referido a la diferencia de escalas analíticas: al describir el desborde de la interioridad de las instituciones disciplinarias por la diseminación de los controles del afuera, Deleuze dirá que se trata de unas intervenciones continuas que se diferencian de las formas discontinuas del poder disciplinario. Sin embargo, habría que precisar la escala de referencia utilizada al afirmar el carácter discontinuo de las formas de ejercicio del poder en la sociedad disciplinaria. En el análisis de Foucault (2008a), la discontinuidad del poder disciplinario se expresa por una cierta diversificación funcional de las instancias, saberes y técnicas en que las disciplinas se codifican. Es el caso de la institución escolar, penitenciaria, sanitaria, y sus respectivos "programas disciplinarios". Sin embargo, desde un punto de vista estratégico, el poder disciplinario es continuo, pues su consistencia descansa en su capacidad de extenderse hasta el más pequeño intersticio de la sociedad incluyendo un nivel microfísico de intervenciones. El desarrollo tecnológico que supone el panóptico en la sociedad moderna implica, precisamente, un ejercicio ininterrumpido de las funciones de vigilancia con objeto de componer las fuerzas sociales y capturarlas en una racionalidad utilitaria de gobierno (Foucault, 2006). Por ello, trasciende toda institución específica, para articularse como un modelo específico de sociedad. La escala de referencia con la cual Deleuze -y las diversas adscripciones analíticas a la hipótesis de la sociedad de control- distingue las transformaciones del diagrama disciplinario, se sitúa por ello en el nivel de las tácticas, al constatar la crisis de las instituciones y sus procedimientos, antes que en un nivel estratégico en que, no obstante, los efectos de poder serán igualmente continuos, difundiéndose de forma ampliada por todo el cuerpo social. Recordemos que para Foucault (2006), "cuando una institución se desmorona, no es forzosamente porque el poder que le servía de base ha quedado fuera de circulación. Puede ser porque se ha tornado incompatible con algunas mutaciones fundamentales de esas tecnologías" (145).

En estrecha relación con este problema, encontramos el segundo nudo referido a la desinstitucionalización de las disciplinas como característica definitoria de la sociedad de control. Al respecto, el lugar de las disciplinas en la analítica de Foucault (2000, 2005, 2008a) será el de una función que proyecta a las instituciones como tecnologías, atravesándolas a fin de unirlas, programarlas y hacerlas converger con miras a la obtención de efectos específicos de poder. Esta característica del diagrama disciplinario es fundamental para comprender que su singularidad no reside únicamente en la extensión social de instituciones disciplinarias sino, más precisamente, en formalizar una función anatomopolítica que toma la vida del cuerpo-individuo por materia de composición normalizada, con miras a la multiplicación de las fuerzas sociales. Fundamentalmente, porque son los desequilibrios de poder los que hacen funcionar regularidades institucionales, en cuanto prácticas capaces de fijar y reproducir relaciones de fuerzas, son agentes de estratificación de un poder que no se define por sus tácticas, sino por sus disposiciones estratégicas, por su capacidad de desarrollar y expandir su radio de acción hacia el espacio del afuera, diferenciando e integrando relaciones de fuerzas que actualizan un diagrama singular en la forma de una sociedad disciplinaria.

Por esta razón, contrariamente a la hipótesis de la sociedad de control, si se analiza la genealogía del poder disciplinario, es posible observar que mientras los establecimientos e instituciones disciplinarias se multiplican, sus mecanismos exhiben la tendencia a desinstitucionalizarse, a circular más allá de las murallas en las que era posible identificar la emergencia de sus límites operacionales, haciéndose transferibles y adaptables a procedimientos flexibles de control. Con ello, las disciplinas profundizarán la expresión de su programa, dirigiéndose ya no tan sólo a los individuos a quienes intentan reformar, sino a la sociedad en su conjunto.

En razón de estas críticas, es posible sugerir con Foucault que lo específico del diagrama de poder contemporáneo reside más bien en la racionalidad política que las prácticas neoliberales de gobierno consiguen reformular, articulando las técnicas del biopoder en un dispositivo securitario que determina los usos específicos de dichas técnicas, así como también sus umbrales estratégicos de intensidad. A ello obedece la distinción que Foucault (1978a) formuló en relación con los modos de actuación de las intervenciones del poder bajo las coordenadas de un nuevo orden interior: se trata de una racionalidad de gestión, administración y control de fenómenos considerados como riesgos o peligros inmanentes para la estabilidad del orden social. Es el marco del biopoder, que no excluye los modos tácticos de intervención precedentes sobre las excedencias a la norma, sino que los rearticula según una racionalidad política distinta. Por ello, los instrumentos de excepción propios del modelo de la soberanía y las técnicas disciplinarias no se encuentran excluidos de las formas de gubernamentalidad neoliberal, pues lo que cambia es la expresión del vértice dominante de una correlación de tecnologías de poder:

De hecho, hay una serie de edificios complejos en los cuales el cambio afectará, desde luego, las técnicas mismas que van a perfeccionarse o en todo caso a complicarse, pero lo que va a cambiar es sobre todo la dominante, o más exactamente, el sistema de correlación entre los mecanismos jurídico legales, los mecanismos disciplinarios y los mecanismos de seguridad (Foucault, 2006: 23).

Desde este punto de vista, aun cuando la crisis de las instituciones disciplinarias es innegable, ********* no sería precisamente este elemento el que fundamenta el paso de un diagrama a otro o, por lo menos, la causa más probable del pasaje. Foucault se refiere en los mismos términos a las transformaciones experimentadas por las disciplinas en el marco de la crisis de las instituciones clásicas como la prisión, la escuela o el asilo; sin embargo, se trata de una observación que intenta dar cuenta de transformaciones más generales en las formas de ejercicio del poder gubernamental, antes que de un elemento definitorio de estos cambios. Por ello, la pregunta que cabe formular es por el marco de racionalidad política en que se inscribe la crisis de las instituciones o -como lo hemos señalado-, la pregunta más directamente foucaulteana respecto al vértice dominante en el sistema de correlación entre dispositivos de poder. Se trata, en este sentido, de volver a introducir la pregunta por las condiciones de posibilidad del presente más allá de una descripción táctica de las transformaciones en el diagrama de poder.

Umbral

Teniendo presentes los problemas descritos en relación con el potencial hermenéutico de la hipótesis de la sociedad de control para caracterizar las transformaciones en el diagrama de poder contemporáneo, e intentando proponer una lectura foucaulteana que permita transitar por el gesto crítico de una ontología crítica del presente, es posible señalar que la pertinencia de dicha hipótesis se encuentra en identificar nuevas técnicas y formas de relación con la vida, nuevos objetos de saber (management social y saberes expertos sobre la población), así como nuevas formas de subjetivación que contrastan con las primeras formas históricas de expresión del biopoder y el gobierno de la vida. Sin embargo, la hipótesis de la sociedad de control permanece inacabada si no se la vincula con la racionalidad estratégica de las transformaciones que intenta caracterizar, es decir, con la configuración específica que adoptan las formas neoliberales de gubernamentalidad. Por ello, resulta relevante examinar algunos aspectos ligados a las funciones de las tecnologías del biopoder en la sociedad contemporánea, más allá de las codificaciones institucionales que asumen.

El primero de ellos consistiría en analizar las nuevas formas de legitimidad del diagrama de poder contemporáneo, en que las tecnologías propias de la soberanía y el biopoder se encontrarían enlazadas, como un envés, por una racionalidad neoliberal de gobierno. La noción de biopoder -en tanto gobierno de la vida- podría permitirnos interpretar, en este contexto, la complejidad de las transformaciones descritas, de manera que, tanto la intensificación y la extensión de los procedimientos disciplinarios, el abandono del primado del lugar y los cuerpos-individuos como superficies de inscripción del poder, así como la prioridad contemporánea asignada a los mecanismos securitarios de gestión de poblaciones, expresan modalidades diferenciadas y técnicamente especializadas de control: actuaciones preventivas frente a situaciones posibles, en la medida en que expresan contingencias inminentes o el anuncio de un peligro por-venir, y actuaciones punitivas o de excepción, frente a un peligro vuelto actualidad, particularmente relevantes a la hora de intervenir sobre categorías de sujetos que no consiguen convertirse en "empresarios de sí mismos" y permanecen fuera de los sistemas de gobierno que articula el mercado, exhibiendo así, un modo de actuación socialmente estratificado que actúa según criterios de evaluación y gestión del riesgo. De tal manera, es posible comprender que ciertas poblaciones encuentren en la protección (social) de la vida el modo de relación característica con las tecnologías de control contemporáneas, mientras otras se vuelven objeto de gestión punitiva. La decisión por la excepción, se enmarcaría así dentro de procedimientos securitarios que persiguen la restitución de un orden social amenazado, haciendo del complemento de la violencia un modo de enfrentar fenómenos que amenazan la potencia biopolítica de un conjunto de individuos y poblaciones.

En segundo lugar, y como consecuencia directa de esta propuesta, resultaría relevante examinar, como polaridades interdependientes de una misma figura, lo que Foucault (1978a) presentó como alternativas posibles, aunque diferentes: que el Estado se dote a sí mismo de procedimientos de excepción, o que se produzca su desinversión a favor de procedimientos de gestión gubernamental. Desde este punto de vista, es posible observar las tecnologías de excepción como parte de los procedimientos contemporáneos de gestión gubernamental, antes que como un aspecto dislocado de los mismos. Si se interpreta esta hipótesis a contraluz de la noción de biopoder, se abre la posibilidad de comprender la singular imbricación contemporánea de tecnologías dispares o mecanismos contrapuestos, que convergen, aunque en niveles diferenciados, en la gestión securitaria de la vida.

Finalmente, bajo estas claves hermenéuticas, es posible abrir una ruta de problematización de nuestra actualidad, dentro de la cual es posible observar que las disciplinas no experimentan precisamente su disolución, sino que más bien es la vigilancia disciplinaria sobre los cuerpos-individuos, centrada en el confinamiento y la corrección de las conductas la que es rearticulada por la modulación de las subjetividades en espacios abiertos. Por ello, contrariamente a la hipótesis de la sociedad de control, las técnicas disciplinarias no serán abandonadas ni desaparecerán del horizonte de las estrategias neoliberales de gubernamentalidad, sino que serán redistribuidas, de tal manera que el primado de las intervenciones disciplinarias, centradas en la corrección y el orden, se desplazará hacia una modalidad de acción que hace de la gestión y el control de las poblaciones, el nodo articulador de las tecnologías de gobierno.

En este sentido, el marco de los "mecanismos reguladores" o securitarios que resultarán característicos de las intervenciones gubernamentales del neoliberalismo no hacen más que desarrollar y ampliar el poder de doble faz que Foucault (2008b) designó con el nombre de biopoder (disciplina y biopolítica). Esto supone, como se ha dicho, no la desaparición de las intervenciones disciplinarias sobre la vida, sino una racionalización y un perfeccionamiento de las tecnologías de gobierno sobre ella. Se trata de una relación de complementariedad, en que las técnicas disciplinarias se acoplan a las de tipo securitarias, asumiendo estas últimas el papel de vértice dominante. Recordemos que para Foucault "no hay era de lo legal, era de lo disciplinario, era de la seguridad. No tenemos mecanismos de seguridad que tomen el lugar de los mecanismos disciplinarios, que a su vez hayan tomado el lugar de los mecanismos jurídico legales" (2006a: 23), sino el resultado de tecnologías de poder articuladas estratégicamente por unos dispositivos que formalizan determinadas relaciones de fuerzas en la sociedad.

Siguiendo esta clave hermenéutica, es posible pensar nuestra actualidad como la expresión de un diagrama en estructuración, intermedio en relación a sus formas precedentes, en el que se conjugan funciones (disciplina, excepción y biopolítica) y agenciamientos contrapuestos, bifurcaciones de unas relaciones de fuerzas que entreveran las estratificaciones de un dispositivo securitario. Desde este punto de mira, una actualidad postdisciplinaria o postpanóptica sólo podría ser pertinente para connotar una descripción fenomenológica de la crisis de todo lugar o el desplazamiento de una experiencia del encierro al encierro de toda experiencia; sin embargo, se vuelve poco operativa cuando la inflexión se sitúa en el marco de las estrategias neoliberales de gestión gubernamental. En el diagrama neoliberal de control ni las disciplinas ni la excepción desaparecerán, pues lo que variará radicalmente será la racionalidad política que las articula en escalas diferenciales, determinando el sentido y el alcance de sus agenciamientos, orientando intervenciones selectivas según un cálculo de riesgos, para conseguir gestionar y administrar las excedencias del orden social.

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Notas

* Magíster en Ciencias Sociales y Sociología. Docente e investigador en Universidad Andrés Bello, Facultad de Ciencias de la Rehabilitación, Escuela de Terapia Ocupacional.
** Fundamentalmente, los trabajos de lo que podemos concebir como una "escuela italiana" conformada por filósofos como Antonio Negri, Maurizio Lazzaratto y Paolo Virno, cuyas derivas analíticas se inscriben en la exploración de las distintas líneas abiertas por Foucault en relación con el análisis del poder sobre la vida: por ejemplo, los trabajos de Antonio Negri han explorado las líneas guerra-vida y economía-vida, mientras Virno y Lazzarato se ocupan de las líneas trabajo-vida y subjetividad-vida. También encontramos los trabajos de filósofos italianos que han seguido un camino propio, sin amparo en la hipótesis de Deleuze, explorando las líneas soberanía-vida y economía-vida, así como también la línea medicina-vida. Es el caso de Giorgio Agamben y Roberto Esposito, respectivamente.
*** Esta noción se encuentra inspirada en la obra del escritor estadounidense W. Burroughs (1959). En la misma obra literaria, el escritor formula la noción de biocontrol para designar las técnicas de intervención biomédicas con objetivos reguladores y correctivos sobre la subjetividad.
**** En el doble sentido de las voces griegas que componen la noción de μετάστασις, la idea de un cambio de lugar desde un foco u órgano específico a otro, como expresión de algo que circula o transita a través de una vía para constituir una realidad nueva, así como la idea que en la Grecia antigua expresa la división de la polis en dos grupos enfrentados por relaciones de fuerzas antagónicas, por cuanto la sociedad de control constituirá un significante que nombra un nuevo diagrama de relaciones de fuerzas en la sociedad contemporánea.
***** Movimiento, flujo e inestabilidad como forma de existencia social.
****** En particular las investigaciones de autores como Stanley Cohen (1995), Löic Wacquant (2000) y Alessandro de Giorgi (2006) sobre la prisión y las técnicas disciplinarias.
******* Wacquant agrega que gran parte de la población recluida no representa criminales peligrosos sino delitos comunes de personas precarias sean estos pobres, migrantes u obreros.
******** Las cursivas son mías.
********* Foucault, en la serie de conferencias publicadas como La verdad y las formas jurídicas dirá, tomando a la prisión como objeto de problematización, que las instituciones disciplinarias siempre han estado en crisis, no consiguiendo dar cumplimiento a sus propósitos de corrección y reforma de las subjetividades recluidas, por cuanto se trata más bien de tácticas funcionales a la obtención de efectos políticos y económicos en la sociedad donde tienen lugar. Desde este punto de vista, las instituciones disciplinarias son codificaciones históricamente contingentes de un poder de gobierno sobre la vida antes que la definición de las coordenadas estratégicas de un diagrama de poder.
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