El alterego, campo social originario de la intervención en el Trabajo Social [1]

Alter ego, a social field arising from intervention in social work

O alter ego, campo social originário da intervenção no Serviço Social

ORCID: http://orcid.org/ 0000-0003-3406-5358 Sandra del Pilar Gómez Contreras[2]
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
Ramiro Rodríguez[3]
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia

El alterego, campo social originario de la intervención en el Trabajo Social [1]

Tabula Rasa, núm. 24, 2016

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca

Resumen: El artículo presenta una descripción de la constitución del alterego, en el proyecto de acción del trabajador social y tiene como referente principal la sociología fenomenológica de Alfred Schütz y de Berger y Luckmann; en tanto está centrado en el mundo de la vida, como la instancia más inmediata para captar el flujo de conciencia del Otro. El problema examinado en la investigación, que dio origen al presente artículo, centró su interés en describir desde una posición fenomenológica cómo se constituye el alterego en el proyecto preconcebido de la intervención social, teniendo como base descriptiva, los relatos de los trabajadores sociales sobre su intervención profesional.

Palabras clave: fenomenología, alterego, tiempo, flujo, conciencia, social, intervención.

Abstract: This paper describes how alter ego is built in a social worker’s action project, based heavily on Alfred Schütz and Berger & Luckmann’s phenomenological social science, since it is focused in life world, as the most immediate instance to catch the Other’s flow. The issue under study here, giving rise to this paper, adopted a phenomenological approach in describing how alter ego is built in a preconceived social intervention project, departing from social workers’ accounts on their professional intervention.

Keywords: phenomenology, alter ego, time, flow, awareness, social intervention.

Resumo: O artigo apresenta uma descrição da constituição do alter ego no projeto de ação do profissional de Serviço Social e tem a sociologia fenomenológica de Alfred Schütz, Berger e Luckmann como principal referencial, na medida em que se centra no mundo da vida, quer dizer, na instancia mais imediata para captar o fluxo da consciência do Outro. O problema examinado na pesquisa, que deu origem ao presente artigo, centra o seu interesse na descrição, a partir de uma perspectiva fenomenológica, de como se constitui o alter ego no projeto preconcebido da intervenção social, tendo como base descritiva os relatos dos profissionais do Serviço Social em torno de sua intervenção profissional.

Palavras-chave: fenomenologia, alter ego, tempo, fluxo, consciência, social, intervenção.




Paris-2016

Johanna Orduz

Es el tiempo no intuitivo, el del flujo de la conciencia interna, donde Schütz instala el alterego, «flujo subjetivo de pensamiento que puede ser experimentado en su presente vívido» (Schütz, 1974: 170). Así, tiempo y conciencia no están realizados en formas; son intensidades que se abren a algo, lo captan y lo traspasan. Si por ese algo se puede designar un otro, cuya significación no ha sido predicada, ya que el alterego es captación pura, primigenia de otro, algo pre-individual sobre todo. Luego Schütz, y por encima Husserl, no es más que diseño de una fenomenología de esta preindividualidad, en que lo otro es punto meramente impersonal, un estado de conciencia temporal exclusivamente.

La corporeidad extraña percibida como un «Otro», aparece en mi esfera monádica, sobre todo a la manera del «Allí» (illic), mientras que mi propio cuerpo está en el modo del «Aquí» (hic) absoluto. Lo que llega a ser presentado de esta manera no deriva de mi propia esfera de peculiaridad; es un ego coexistente en el modo del illic y, por tanto, un alterego. (Schütz, 2003:131)

De esta forma, no es siquiera el yo lo que constituye el flujo interno de la conciencia. El yo es formación mediata, no inmediata; por lo tanto no precede al alterego. Es consecuencia de un tiempo cronológico, en que la única mirada que puede realizar es sobre sí mismo, en un acto reflexivo. Pero en el tiempo de la conciencia, se capta el alterego en el modo de illic, lo que implica un estar ahí del otro, una orientación solamente, que no es más que el modo que éste tiene de aparecer. Pero en esta orientación, lo social está dado, en cuanto lo que se capta, es en una relación, ya que su modo de presencia es estar ahí (illic), pre- predicativo. Sin duda no se puede hablar de un proceso, sino de fases de captación inmediata del otro, fases que están sujetas a múltiples variaciones temporales-espaciales; por ejemplo, de proximidad, lejanía, o como cursos de temporalidad fluyente. Lo que cambia el panorama de cómo pensar las relaciones sociales en el mundo concreto, sin que un elemento las defina o las fije estructuralmente, sino vistas como resultado de intensidades de conciencia, que perciben relaciones de un aquí a un allí, en una temporalidad originaria.

Si se quiere hablar de fases de percepción del alterego, habría que señalar primeramente que lo captado, como el que está ahí exclusivamente, precede temporalmente a un yo. Esta prioridad resulta del pertenecer a un mundo de otros; así lo afirma M. Scheler, citado por Schütz:

La realidad del mundo de los contemporáneos y la comunidad se dan por sentadas como esferas —del-tú— y esferas del nosotros, ante todo respecto del conjunto de la naturaleza, tanto viviente como orgánica… Además, la realidad del «tú y de una comunidad se da por sentada antes que la realidad del «yo», en el sentido del propio yo de sus vivencias personales privadas». (Scheler en Schütz,1993: 127)

Lo que implica en gran medida que la determinación del alterego es posible cuando se experimenta en el flujo de conciencia en estados que surgen unos tras otros indistintamente. Igualmente implica que mientras transcurra la duración, hay ausencia de predicación, ya que se vive pero no se piensa en él.

Una fase en que es explicita una orientación tú, hacia lo que entra en relación, un punto de referencia exclusivamente, que abandona el yo y lo dirige a un otro, dado que es «una entidad que vivencio directamente como un congénere (como un tú) atribuyéndole vida y conciencia» (Schütz, 1993: 192) y vivencia en el sentido de experiencia primigenia, que hace que se viva a cuantos entren en esa relación. Lo que no deja de ser claro es que esta orientación es intencionalidad de la conciencia que se dirige a objetos, a un tú, un alterego, «meramente en estar dirigido en forma intencional hacia el puro ser aquí de otro ser humano vivo y consciente» (Schütz, 1993: 193).

La relación del alterego con un tú consigue ser unilateral, o recíproca, dependiendo de que el otro esté o no consciente de la situación; pero solo en la reciprocidad de las dos conciencias, la relación es social en el sentido vivencial, y sobre todo en cuanto deriva a otras relaciones complementarias; por ejemplo, la relación cara a cara supone esta aprehensión primera, lo dice Schütz en un aparte:

Todos los actos de orientación otro y de actuar sobre el otro y por lo tanto todas las orientaciones y relaciones que ocurren dentro de la situación cara a cara, derivan su propio saber y estilo específico de esta inmediatez. (Schütz, 1993: 192)

De ahí que para este análisis, la relación cara a cara presupone captar el alterego y captarlo como un tú, y esta reciprocidad conlleva otra: la relación nosotros; consecuencia de la orientación tú.

La situación cara a cara es «relación social, directamente vivenciada» (Schütz,1993: 193), operación que ocurre cuando las dos conciencias están en simultaneidad, o, para decirlo en términos fenomenológicos, son intersubjetivas. Implica por tanto una captación del otro, en tiempo y espacio. Así:

Comparte una comunidad de espacio cuando está presente en persona y yo tengo conciencia de ella como tal, y además cuando la percibo como esta persona misma, este individuo en particular y percibo su cuerpo como el campo sobre el que se manifiestan los síntomas de su conciencia íntima. Comparto una comunidad de tiempo conmigo cuando su experiencia fluye paralela a la mía, cuando puedo en cualquier momento mirar hacia esa persona y captar sus pensamientos a medida que se producen. (Schütz, 1993: 192)

Y sin embargo, hay una cualidad nueva en esta relación cara a cara, la de poder captar los pensamientos del alterego. Este solo dato permite la comprensión de lo que se dice o lo que pasa en el cuerpo del otro. Que se abra por esta relación a lo social, es porque hay un mundo del presente realmente vivenciado. Fuera de este existen otros mundos, como el mundo privado, del yo pienso, meditativo y no vívido, que no está en ninguna relación, como se expresa a continuación: «Mientras experimentemos a algunos semejantes directamente, en la inmediatez temporal y espacial de una situación cara a cara, esta inmediatez se halla ausente en mi experiencia de los meros contemporáneos». (Schütz, 2003: 50)

Sintetizando, el alterego es social cuando es aprehendido en un flujo de conciencia, en un tú y en un nosotros, que derivan a una relación cara a cara concreta y predicable. El alterego abre también la acción a lo social, en la medida en que ésta se constituye en el mismo flujo de conciencia en que el alterego se dio. En esta corriente, la acción es solo una proyección ideal, condición para poder insertarse en el mundo.

El alterego, campo social de la intervención y construcción en acción

Para Schütz, la acción ocurre en el tiempo o, más precisamente, «en la corriente interna de la conciencia, en su durée. Es una acción inmanente a la duración» (Schütz, 1993: 69). Al ser inseparable del proyecto, su duración depende del tiempo interno: del presente, del futuro, del pasado. En estos, la acción tiene su duración, pero se funden en uno solo: el presente vívido. En este, la acción antes de ejecutarse debe captarse en planos, que son la serie de vivencias en el presente, del futuro y del pasado, estados ficcionales de cómo iría a quedar si llegara a realizarse finalmente.

La intervención social en el trabajo social no desconoce la pretemporalidad del proyecto, que la idea la fantasea, la trae a fin, lista para ser materializada en la realidad. De este proceso, la conciencia reflexiva no sabe nada; importa si la intervención tiene las condiciones temporales que la hacen proyecto; de otra manera sería imposible insertarla en la realidad. Cuando la acción se objetiva, o tiene una realización efectiva, entra a otro curso temporal; por ejemplo, lo que atañen al saber del trabajador social: ¿tiene las condiciones teóricas y metodológicas para ser puesto en acto? Cuánto tiene de duración efectiva: ¿meses, años? ¿Qué efectos lleva finalmente? ¿Es posible que la acción opere resistencias?, etc., un saber, exclusivamente, pero de otro orden, distinto de las fuerzas de la conciencia que la modelaron como proyecto preconcebido. En síntesis la pretemporalidad del proyecto es lo que la hace proyecto.

En esto, la investigación que está al frente de este trabajo ha puesto todo el empeño en estructurar la acción en la temporalidad. Las entrevistas a trabajadores sociales buscaron en un primer momento que pudieran describir cuál era la intervención que estaban realizando, de qué manera tenían una experiencia del otro, mucho antes de tenerlo cara a cara, lo cual incluía que pudiera describir cómo lo imaginaba o lo veía, etc., lo que abría el campo para que en el contexto vivencial del otro pudiera ser tomado en cuenta, y con ello poder detectar en qué momento empezaba a diseñar la intervención, de cómo la proyectó y que elementos imaginativos (antes que saberes) le colocaba.

En una de las entrevistas, el trabajador social expresa: «cada persona llega con una situación diferente, entonces se crean expectativas, ¿cómo llegará?, ¿qué pasará?, ¿su familia dónde está?». Una declaración en este sentido indica la manera en que el trabajador social logra captar al otro, no como un sujeto en particular, sino en la perspectiva del allí de un aquí, pero también en la relación de un tú y un nosotros. Y situarlo ante sí, con esta perspectiva, es colocarlo en un proyecto en que vivencia, en imágenes, ideas, fantasías, motivos, la suficiente intensidad para constituirlo en una acción. De manera que previo a tenerlo presente físicamente, lo conforma como un otro, un nosotros, ciertamente todavía en un nivel ideal, pero con todas las coordenadas que requiere para ser alterego: el allí, en relación con el aquí, la orientación hacia un tú que deviene en un nosotros, la ausencia de predicación o de contexto que le es propio, al igual que el flujo de conciencia del trabajador social en que esa serie de vivencias tiene lugar, y con estas condiciones, lo hace objeto de un proyecto de acción.

Lo que se quiere plantear es que a esas preguntas que formula el entrevistado les precede un mundo vivencial en que el otro es el punto de referencia, sin el cual es imposible la acción ejecutiva del trabajador social en la realidad que tiene pensado intervenir, e igualmente considerar que una fenomenología del otro prioriza este mundo exclusivamente vivencial, por encima de cualquier acto reflexivo de un yo, como lo explicó Scheler. En concreto, el trabajador social no necesita de actos reflexivos de atención, ni requiere tener en frente al otro, para constituirlo como alterego; lo puede preconcebir en su mente, y esas preguntas no son otra cosa que el correlato de esa aprehensión.

En otro aparte de la entrevista, ante la pregunta: qué era lo primero que tenía en cuenta del otro, cuando estaba enfrente de él, el trabajador social, respondió:

lo primero el saludo y que lo mire a la cara, […] entonces yo empiezo a mirar los movimientos: si está tranquilo, si lo que está hablando es lo mismo que manifiesta con sus movimientos, yo pienso que, con la mirada, y que lo mire a uno a los ojos…

En esta segunda mención, la situación cara a cara se especifica: el otro es captado de dos maneras distintas como un cuerpo psicofísico, al observar los movimientos, si está tranquilo etc., que le indica a grandes rasgos, qué está pensando en ese momento; pero también como dos conciencias que son simultáneas en el tiempo, condición que le permite advertir de qué está hablando, poderlo seguir en sus pensamientos y, por ende, comprenderlo en el mismo momento en que tales pensamientos se están produciendo. Hay que advertir de nuevo que este doble de cuerpo y temporalidad que un cara a cara es capaz de producir precisa de una condición previa: la captación del alterego, en el flujo de conciencia con lo que implica de relación social originaria, ya como un tú o un nosotros.

Hay también otros elementos que siguen en ese sentido espacio-temporal; se puede señalar que el otro es vivido como alguien que no difiere para nada de otro ser humano. Un supuesto básico en el mundo de la realidad directamente vivenciada es poder captar a esa persona como un semejante, y las respuestas del trabajador social no son más que declaraciones de esa aprehensión que tiene el sello de originaria. De otra forma, sería imposible construir relaciones sociales y tampoco habría comprensión de qué dice, ni sería posible dar una lectura de los síntomas que el cuerpo del otro presenta. Esta semejanza del otro como un tú no quiere decir identidad, como decir mi otro yo, sino diferencia por similitud, ya que en la perspectiva del allí, aquí, la diferencia es espacial. La aceptación indudable de la semejanza con el otro conduce a que la corriente de conciencia del otro «es temporal y muestra la misma forma básica que la mía» (Schütz, 1993: 128).

Al orientar la entrevista en torno a conocer cómo han sido esas interacciones que se produjeron con el otro, el trabajador social relata lo siguiente:

(…) se vuelve como familiar ya que uno siente que son un pedacito más de la vida de uno; hay personas que uno dice: qué chévere ese cambio gracias a la Fundación, y gracias al apoyo que nosotros hemos dado. Para mí ha sido una gran experiencia y se proyecta uno: cómo voy a ser cuando esté a esa edad también, entonces ellos bueno lo han manifestado, ellos me ven a mí como una mamá más, con sus pollitos; de pronto por el tiempo que yo llevo acá (…) alguien que me dejó sorprendida, llevaba muy poco tiempo, lleva acá como quince días, me dijo: usted tiene un carisma, uno como que le va contando y como que uno se siente seguro hablando con usted (…) y se ha creado como eso que somos como una familia no solamente conmigo sino con todo el equipo; ellos dicen que este es su segundo hogar.

Es importante señalar que en este contexto, el otro se presenta en distintos grados de relación social: el primero, característico de la situación cara a cara, parte de una relación de cercanía e intimidad, no de otra manera puede considerarlo como una parte de sí: «un pedacito más en la vida de uno» o cuando afirma que se proyecta «cómo voy a ser cuando esté en esa edad también», lo que está indicando en gran parte que el mundo es algo que se vive íntimamente con el otro, un mundo por consiguiente social, que deriva fundamentalmente del postulado del tú y del nosotros, que se ha resaltado como el alterego. Pero también hay una relación social de anonimidad, en cuanto el otro cesa de ser objeto de vivencias y es puesto en una distancia que le permita pensar sobre él. Toda la declaración anterior puede ser tomada en ese sentido de distancia, que ve al otro desde modelos: la familia, la institución, la edad, el modo de vida, etc. Lo anterior se capta con mayor énfasis en el siguiente aparte de la entrevista:

Cuando llegan la primera vez que uno los ve, a veces deprimidos, callados, ya aquí el hecho de contar con otras personas de la misma condición y hablar con ellas, como que cambia la visión de lo que son, de que me van a dejar en una institución.

Aquí los elementos son los mismos: comparten un cuerpo y una conciencia, pero también es puesto como un ellos, en cuanto la única relación que se establece es por medio de calificativos psicológicos: depresión, o inmutabilidad. Lo que indica a grandes rasgos que:

el individuo vivencia entonces el mundo como algo compartido por sus congéneres, es decir como un mundo social. Y como hemos dicho repetidamente, este mundo social, no es de ninguna manera homogéneo, sino que muestra una estructura multiforme. (Schütz, 1993: 169)

En este sentido, la intervención ha sido señalada como un comportamiento «que se efectúa de acuerdo con un plan de conducta proyectada» (Schütz, 1974: 24). En referencia a la entrevista, hay que considerar que el trabajador social, en el curso temporal de captación del alterego, ya está diseñando lo que irá a ser la intervención, y diseñar no es otra cosa que «proyectar, un ensayo en la fantasía del curso de la acción futura» (Schütz, 2003: 147). Hay que tener en cuenta, además, que la intervención que se gesta en el proyecto, se realiza en acto, una operación que consiste en insertarla en la realidad, tal como se proyectó o se imaginó, y realidad quiere decir aquí, lo que está fuera del curso de la conciencia, «una cualidad propia de los fenómenos que reconocemos como independientes de nuestra propia volición» (Berger y Luckmann, 2006: 11). Desde este punto de vista, la intervención del trabajador social contiene dos tiempos, uno como proyecto preconcebido, enteramente dado en la conciencia interna y otro como acto realizado, en el tiempo del mundo espacio-temporal. A partir de esta inserción en el tiempo cronológico, la acción pasa de lo vivencial, a ser mediatizada por el saber del trabajador social, con sus procedimientos y técnicas de intervención.

Se concluye que la intervención, tal como se estructura en la durée de la conciencia, involucra un curso de captaciones, con sus perspectivas de allí a un aquí y los eventos de captación del alterego que implican.

Pero la intervención no solo requiere el flujo interno de conciencia, que la lleva a proyecto, como tampoco que termine siendo un acto distante de las vivencias e intereses de quien está interactuando con el trabajador social. La intervención debe confluir desde ambos actores y lo hace en la medida en que la puesta cara a cara implica compartir un espacio y tiempo comunes, lo que significa no tanto tener en cuenta al otro, ya que una intervención, por ejemplo, de corte positivista, lo puede hacer, sino poder tener acceso a la subjetividad del otro, y la relación cara a cara lo logra en toda su intensidad. Esto implica en términos prácticos una puesta común del habla y la escucha, que, según Olga Lucía Vélez (2003), se logra a través de la conexión de intersubjetividades.

En conclusión, la intervención debe ser construida desde las vivencias, pensamientos y acciones de los actores. En otro caso sería una situación en que el proyecto que idea el trabajador social difiere de los intereses que proyecta el otro. En resumidas cuentas, sería un «proyecto de intervención con posibilidades muy reducidas de éxito o, incluso con todas las papeletas para ser rechazado. La definición que se haga del problema y de las soluciones determinará el interés de los sujetos o bien sus resistencias» (Fernández, 2003: 416).

Referencias

Berger, Peter y Thomas Luckmann. (2006). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu.

Fernández, Tomas y Carmen Barranco. (2003). Introducción al trabajo social. Madrid: Alianza.

Schütz, Alfred. (1974). El problema de la realidad social. Buenos Aires: Amorrortu.

Schütz, Alfred. (1993). La construcción significativa del mundo social. Introducción a la sociología comprensiva. Barcelona: Paidós.

Schütz, Alfred. (2003). Estudios sobre la teoría social. Buenos Aires: Amorrortu.

Vélez, Olga Lucía. (2003). Reconfigurando el trabajo social: perspectivas y tendencias contemporáneas. Buenos Aires: Espacio Editorial.

Notas

[1] El artículo es producto de la investigación: La constitución del alterego en la intervención social que el trabajador social coefectúa con el otro, desarrollada por el grupo: Investigación Disciplinar en Trabajo Social y Tendencias Contemporáneas, de la Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Bogotá, Colombia.
[2] Trabajadora Social, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca Doctoranda en Trabajo Social, Universidad Nacional de la Plata (UNLP), Argentina. Magíster en Planeación y Desarrollo Socioeconómico. Académica e investigadora, Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Bogotá, Colombia.
[3] Sociólogo, Magíster en Filosofía. Pontificia Universidad Javeriana, Académico e investigador. Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca. Bogotá, Colombia.
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