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Willem Assies: una vida entre libros
Willem Assies- A life in books
Willem Assies: uma vida entre livros
Willem Assies: una vida entre libros
Tabula Rasa, núm. 25, 2016
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca
Willem Assies: una vida entre libros
La vida de Willem estaba llena de libros. Dondequiera que estuviera, se rodeaba de libros para sentirse en casa. Se acompañaba de libros en todos sus viajes. Pero fue la escritura de libros lo que más valoró. Cada libro marcó un episodio de su vida.
El libro sobre movimientos sociales [2] —del que Tabula Rasa publica el capítulo escrito por Willem— fue su primer logro importante, e incuestionablemente un momento culminante para él. Siempre que Willem mencionaba el libro, sus ojos brillaban de entusiasmo. Realmente estaba muy orgulloso de él —aunque era el primero en admitir sus fallas (comenzando por que su capítulo era muy largo). No cabe duda de que había disfrutado inmensamente su creación. Willem comenzó a trabajar en este libro con sus colegas y «secuaces» Ton Salman y Gerrit Burgwal cuando recién comenzaban su doctorado en el Instituto CEDLA [3] de Amsterdam. Los tres trabajaron en un programa de investigación sobre movimientos sociales urbanos en Latinoamérica, dirigido por Geert Banck y David Slater. Willem podía ahora dedicarse a lo que más le gustaba: leer, pensar, discutir, escribir. Aquí, en este ambiente de actividad intelectual intensa, podían florecer sus talentos. Los ingredientes de la productividad académica de Willem eran simples, pero esenciales: buenos libros, buena compañía, buen café, cigarrillos y vino, buena comida y buena música como acompañamiento de todo eso.
El libro sobre movimientos sociales desbordaba de ideas. Los tres amigos pusieron en él lo mejor de sí mismos. Tenían tanto que compartir con el mundo: ¡así es como deben mirarse los movimientos sociales, estas son las preguntas que hay que hacer, esto es lo que debemos leer! Le hubiera dado un gusto enorme a Willem saber que el libro sigue leyéndose y que ahora es, gracias a esta edición de Tabula Rasa, divulgado entre lectores en parte nuevos.
Willem disfrutaba trabajando en libros creados en conjunto con otros. La mayoría de sus libros han sido coproducciones por elección propia. Para Willem, las buenas cosas se vuelven mejores cuando se comparten. Para él, esto también incluía los logros intelectuales. El libro sobre movimientos sociales fue, como lo mencioné, un proyecto conjunto con sus compañeros doctorandos, los que pronto se convertirían en sus amigos. Sus libros posteriores fueron coeditados con otros colegas de los Países Bajos, México, Chile y otros lugares. Cada uno de los libros de Willem era a la par un proyecto intelectual y social. No fue la falta de ideas la que lo llevó a involucrar a sus colegas. Fue su necesidad de compartir las ideas, de disfrutar en compañía el proceso de creación. No era fácil que Willem hablara de sí mismo. Sus libros y artículos eran su manera de conectarse con el mundo. Era su forma de compartir con las personas a quienes apreciaba lo más precioso que sentía que tenía para dar: su inagotable flujo de ideas, y su entusiasmo por comprender el mundo.
Willem se había interesado en los movimientos sociales desde muy joven. En su adolescencia (¿de unos 14 años?) asistía a las reuniones del movimiento progresista («Provo») en su Groningen natal. Se sentía —me imagino— atraído por la vibrante energía social y las posibilidades de repensamiento radical que se abrían. Entonces, así como después, se sintió atraído por este contagioso espíritu, algo caótico, pero nunca sometió su actitud reflexiva. No fue ingenuo, al menos no por mucho tiempo. Se conectó con la «búsqueda» que dichos movimientos encarnaban y se abstuvo de juzgarlos solo en términos de sus eventuales logros. Vio más allá de los reclamos grandilocuentes y reconoció los esfuerzos por articular una versión de un mundo que aún no existía. Él escribía sobre esto con blanda benevolencia, sin culpar nunca a nadie o a ningún movimiento por no ser perfecto.
También vemos esta benevolencia en su estilo de entrevista. Willem era muy bueno para encontrar personas interesantes a quienes entrevistar y las trataba con atención. Su manera de abordarlos era irresistible, sin pretensiones, dando a las personas el espacio para pensar y elegir sus palabras. En sus escritos, conectaba esto, al parecer sin esfuerzo, con debates teóricos de avanzada.
La conexión con América Latina era muy importante para Willem. Fue en el desenmarañamiento de las complejidades y contradicciones de este continente que se descubrió como académico. Paradójicamente, en América Latina siempre encajó; más aún, en ocasiones, que en su país natal, los Países Bajos. Le habría hecho extremadamente feliz saber que su capítulo del libro de movimientos sociales ahora está al alcance de una audiencia hispanohablante.
Willem necesitaba leer y escribir para florecer, como intelectual y como persona. Necesitaba espacio para pensar y compartir sus ideas. Sus escritos le daban ese espacio. Un poco de Willem vive ahora en esta edición de Tabula Rasa y estoy segura de que se siente perfectamente en casa.
Han transcurrido seis años desde la repentina muerte de Willem. Me lo imagino establecido en el cielo, haciendo viejas y nuevas amistades. Últimamente el cielo debe haberse vuelto un lugar aún mejor para él, después de la llegada de varias personas a las que tenía en gran estima: David Slater, su promotor en CEDLA; Rodolfo Stavenhagen, defensor de los derechos de los indígenas, y para terminar, pero no para olvidar, Leonard Cohen, el poeta-músico. Deploramos su pérdida, pero sentimos gratitud por lo que ellos significaron, cada uno a su manera, para Willem.
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