Transitar periferias y resistir en la precariedad: cuerpos e identidades trans en el Caribe colombiano[1]

Alexander Pérez Álvarez
Universidad de Cartagena, Colombia

Transitar periferias y resistir en la precariedad: cuerpos e identidades trans en el Caribe colombiano[1]

Tabula Rasa, núm. 26, 2017

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca

Recepción: 26 Febrero 2016

Aprobación: 23 Agosto 2016

Resumen: En este artículo se reflexiona acerca de cómo las personas trans, en el Caribe colombiano, construyen sus cuerpos e identidades a partir de un proceso permanente de subjetivación. El cuerpo trans es producido en escenarios de poder, pero no es determinado por él y ello permite una real propiciación de técnicas y tecnologías que se constituyen en un abanico de diversidades en contextos de precariedad; cuerpos ininteligibles por el sistema sexo- genero binario, que lleva a que, en muchas ocasiones, sean representados como cuerpos abyectos, para repudiar, instrumentalizar o agredir.

Palabras clave: cuerpos e identidades trans, procesos de subjetivación, reapropiación y resistencia, violaciones y agresiones a Derechos.

Abstract: This paper reflects upon how trans people in the Colombian Caribbean build their bodies and identities on the basis of an ongoing process of subjectivation. The trans body is produced in power settings, but it is not defined by it, which enables a real fostering of techniques and technologies that are made up in a range of diversities in precarious contexts; bodies unintelligible by a binary sex-gender system, which often results in these bodies being depicted as wretched bodies, to be repudiated, instrumentalized or assaulted.

Keywords: trans bodies, identities, subjectivization processes, reappropiation and resistance, violations and transgressions on Rights.

Resumo: Este artigo reflete sobre como as pessoas trans, no Caribe colombiano, constroem seus corpos e identidades a partir de um processo permanente de subjetivação. O corpo trans é produzido em cenários de poder embora não seja determinado pelo poder. Por causa disso, o corpo trans permite uma propiciação real de técnicas e tecnologias que, por sua vez, constituem um leque de diversidades em contextos de precariedade. Isto é, corpos ininteligíveis pelo sistema sexo-gênero binário que, em muitas ocasiões, são representados como corpos abjetos, ou seja, corpos para repudiar ou agredir.

Palavras-chave: corpos e identidades trans, processos de subjetivação, reapropriação e resistência, violações e agressões a Direitos.


Tel Aviv - 2017

Tel Aviv - 2017

Johanna Orduz

Introducción

En Febrero del año 2015, en el municipio de Maicao, departamento de La Guajira al norte del Caribe Colombiano, después de finalizar un taller para la construcción de memoria con personas LGBT, víctimas del conflicto armado, tengo la oportunidad de tener una larga conversación con Jessie, quien afirma que por ser como es, desde los cinco años de edad afronto en su pueblo natal Fonseca, lo que sería una parte sustancial de su destino: vivir su «sentir» implicaba recibir violencias y rechazos de una sociedad y entorno que según ella, por sus altos niveles de machismo, se niega a reconocer las diferencias.

Recuerda que su padre la encontró vistiendo y desfilando un atuendo de du madre y eso desato en él una ira incontrolable que lo llevo a golpearla con un alambre de púas y a marcar su espalda con una cicatriz a manera de cruz que hoy a sus 19 años intenta ocultar y a pesar, de las «pomadas», maquillaje y ungüentos que utiliza para borrarla, sigue tan intacta como cuando era una niña.

La violencia ejercida por su padre cada vez fue mayor y eso la llevo a «escapar» a sus doce años su familia y terminar habitando en las calles de Maicao un pueblo fronterizo con Venezuela. De esta época, rescata que gracias a una trans mayor de quién se hizo amiga, pudo dejar las calles viajar un tiempo a Maracaibo (Venezuela) y allí, es cuando muere el niño temeroso y afeminado y comienza una historia de luchas y resistencias, en el único mundo que la sociedad le ha permitido explorar como trans: el trabajo sexual.

Una niñez marcada por la violencia en su entorno familiar y adolescencia en la prostitución, hacen parte de las trayectorias de vida de Jessie, a pesar de estos eventos vividos, tiene claro que por nada renunciaría su ser y a su sentir. «Esta sociedad costeña, nunca se ha educado para entender la diversidad, yo nunca he podido ni he querido ocultarme. Siempre les he dicho a todos: aquí estoy yo, no soy la rara, sólo que mi historia es diferente. Soy una mujer a la que la vida le vino de otra manera, pero soy una mujer, gústele a quien le guste».

El relato de Jessie, no es ajeno a las múltiples y diversas historias que pueden recogerse al recorrer el Caribe Colombiano, desde la cuales es posible configurar un entrado de sentidos frente a la construcción de identidades y materialización de los cuerpos trans[3]. Este artículo se realizó con el soporte de un trabajo etnográfico y educativo realizado en el marco de mi proyecto de tesis doctoral y del ejercicio en promoción de derechos adelantado durante cinco años con la Corporación Caribe Afirmativo.

Creo importante señalar que metodológicamente esta reflexión tiene sustento en una perspectiva de la etnografía feminista desde donde se pretende develar las personas trans como «sujetos de conocimiento» y el valor que para la etnografía y la antropología tienen sus verdades subjetivas; más allá de ser concebidas sólo como creencias o representaciones, ordenadas desde la lógica dominocéntrica y patriarcal, donde las epistemologías tradicionales han excluido sistemáticamente, con o sin intención , la posibilidad de que las mujeres y en este caso concreto las personas trans sean sujetos de conocimiento. (Harding, 1987). Así mismo, como técnicas y estrategias se acudió a la construcción de relatos, por medio de entrevistas en profundidad, la observación activa y reflexiones construidas colectivamente a partir de grupos de discusión.

Para poder tener una comprensión del complejo mundo que construyen y habitan las personas trans, considero clave realizar este abordaje desde dos perspectivas, que, si bien actúan recíprocamente, por cuestiones metodológicas ubicare de manera diferenciada en este artículo. En primer lugar, intentare dotar de sentido las múltiples luchas, negociaciones, estrategias, acciones resistencias y prácticas de reapropiación tecnológica que les permite a las personas trans vivir y expresar una identidad por fuera de la norma binaria de género, en una región a la vez diversa y desigual como lo es el Caribe Colombiano. En segundo lugar, creo importante problematizar, cómo esos cuerpos diversos e ininteligibles para las lógicas binarias del género, se enfrentan y afrontan una serie de violencias y agresiones que vulneran sus derechos y en la mayoría de ocasiones las excluye a periferias sociales, que, en muchas de las ocasiones, tiene que ver con los sentidos desde donde sus cuerpos e identidades son representados en el plano y marco de lo anormal, indeseable y abyecto.

1. «No nacimos en cuerpos equivocados y tampoco somos etiquetas ambulantes»

A mí me pueden decir la marica, la travesti, la cagá, la floripondio y cualquier otra cosa más, eso no me va; yo tengo muy claro que soy una mujer y que siempre lo he sido sólo que la sociedad para aceptarte necesita que se lo demuestres y es lo que a veces me obligan hacer: que sea femenina, con mis tetas y maquillaje… toda femenina, o no eres nadie en esta sociedad que hay mucho machista que piensa que nosotras somos como un enfermedad o como un muñequito disfrazado… pero lo que debería saber esa gente es que nosotras no nacimos en cuerpos equivocados y tampoco somos etiquetas ambulantes. (Cartagena, noviembre 27 de 2014)

El testimonio anterior invita a pensar frente a qué significa la construcción de las identidades trans y concretamente como se da esa materialización en un contexto como el Caribe Colombiano. Este interrogante nos conduce por un sendero donde la materialización de una identidad se vivencia en el cuerpo y teorizar acerca del cuerpo es transitar por un pluri universo de vertientes y significaciones; sin embargo, para este caso, creo que es clave acudir a un referente epistemológico desde una perspectiva de la antropología fenomenológica, donde el cuerpo no sea reducido o concebido, sólo como un producto pasivo de la cultura, determinado y objetivado por técnicas, tecnologías y discursos externos. La antropóloga Elsa Muñiz (2002) plantea que, para comprender y no limitar su amplitud, es importante reconocer su multi-dimensionalidad y complejidad, la importancia que cobra el cuerpo como medio de afirmación de los espacios de poder, donde su construcción discursiva, normatividad jurídica y su práctica social, inciden en la representación y auto-representación del mismo, pero no lo determinan.

Desde esta perspectiva el cuerpo es factible de armarlo, desarmarlo, desestabilizarlo o en otras palabras de trastocarlo; visto así, es origen y fin, causa y efecto del proceso de materialización, producto más allá de la performatividad otorgada por los discursos que producen representaciones, en un orden binario; pero a pesar de su peso hegemónico no logran coartar prácticas corporales y construcción de identidades que se producen subjetivamente en y desde cuerpos «no controlables».

Adicional a esta mirada fenomenológica, es clave traer el debate algunos de los discursos del poder y la producción de sujeto planteados por posestructuralistas como Michel Foucault (2009, 2000) y Judith Butler (2009, 2002) quienes han «iluminado» muchos de los debates actuales sobre lo queer, sexualidades disidentes y diversas. Para Foucault (2009), el cuerpo sirve de texto para que la realidad social se escriba, se consagraría de este modo, como un espacio donde se traman las relaciones sociales en términos de construcción histórica y en ese sentido, el cuerpo no existe tal cual, como un artículo biológico puesto que desde esta perspectiva, es una fuerza de producción, que existe a través de un sistema político; este es un punto crucial que el autor va a mantener en toda su obra, donde la subjetivación del cuerpo es una producción histórica.

En los movimientos y quiebres que este autor tiene sobre cómo concebir el cuerpo, pasa de un momento donde éste es un espacio dominado y producido por dispositivos de vigilancia, control y castigo (Foucault, 2002) hasta llegar a un momento de su obra, (que, de manera particular, me interesa en esta reflexión) donde el cuerpo encuentra otro estatuto y se convierte en un lugar privilegiado para la emergencia subjetiva, para el despliegue racional de los placeres, un cuerpo sexuado y ético. Un cuerpo que resiste e invita a promover nuevas formas de subjetividad que rebasa lo coercitivo. Así, la subjetividad se produce en una relación con los saberes y poderes que encuentra en el mundo y si bien lo condicionan, no determinan su existencia y por tal motivo es un cuerpo en constante sujeción y donde la resistencia es posible.

En sus últimos años de su obra, este autor nos invita a pensar la producción de un cuerpo en acción, en movimiento, un cuerpo que se produce y una subjetividad que resiste las arremetidas propias de un orden biologisista que busca congelarlo y paralizarlo; a través de un ejercicio permanente de control que refiere como biopolitica[4], pero este proceso no necesariamente «significa que la vida haya sido exhaustivamente integrada a técnicas que la dominen o administren; sino que escapa de ellas sin cesar» (Foucault, 2009, p. 311) .

El cuerpo se constituye, en un campo de disputa por los significados de la identidad, estas se realizan por medio de tecnologías de control de los cuerpos para que obtengan formas, maneras y actitudes de acuerdo a las normas de género: los cuerpos deberían así responder al binomio: hombre- masculino y mujer-femenina; des esta manera, sexo y genero se determinan en una causalidad y los dispositivos de regulación están proyectados para que dicho disciplinamiento surta el efecto esperado. Sin embargo, las personas trans femeninas, que es donde centro esta reflexión, no son cuerpos dóciles, su construcción de identidad no alcanza a ser dominada, pero esa posibilidad de construcción subjetiva, lleva a que en los órdenes de verdad y poder, sean excluidos socialmente o tratados como cuerpos anormales y/o disfóricos.

Para Butler (2002) el cuerpo es materializado por esos discursos, pero no es llenado por ellos, por lo que quedan una especie de intersticios desde donde es posible construir subjetividades y uno podría afirmar, que es en estos espacios donde la hegemonía cultural del genero/sexo binario, no alcanza a dominarlo o a determinarlo, por lo que es posible asumir unas identidades por fuera de ese orden unilineal y regulado. Para esta autora, si bien el poder regulador produce a los sujetos que controla, el sujeto también se forma en la subordinación.

Foucault (2009) sostiene que el sujeto se constituye a partir de un cuerpo inscrito por técnicas y tecnologías[5], siendo algunas de ellas las que definen su sexualidad y se presentan como formas en que los dispositivos de poder intentan actuar sobre el cuerpo de los individuos para moldearlos y controlar sus acciones, frente a ello plantea cuatro formas:

Estas tecnologías actúan al mismo tiempo, en diferente grado e intensidad en el cuerpo de los individuos enmarcando su vida social y comunitaria; sin embargo, el cuerpo es influenciado pero no es determinado y es allí, donde emergen unos intersticios que permiten construir identidades desde una lógica subjetiva, de esta manera, es posible comprender como estos dispositivos se reapropian y permiten construir actos de resistencia y agencia y realidades por fuera del orden cultural binario preestablecido.

En el caso de personas trans en el Caribe, en el trabajo de campo y a través de los relatos compartidos con ellas, me ha sido posible identificar dos ejes centrales frente a la manera de materializar sus cuerpos y consolidar sus identidades trans. Un primer eje que refiero a los usos de dispositivos biotecnológicos y uno segundo, que podríamos denominar como procesos permanentes de subjetivación.

Con relación a los dispositivos biotecnológicos, las personas trans narran la importancia que para sus cuerpos tiene el consumo de hormonas y algunas intervenciones quirúrgicas; técnicas que coadyuvan a su proceso de feminización, a moldear biotecnológicamente un cuerpo para hacerlo más cercano a sus expectativas de feminidad. Acudir a técnicas de intervención en sus cuerpos, es un asunto que desborda lo estético y estaría referido a un sentir que trastoca lo emocional, en una sociedad que define parámetros preestablecidos frente a qué es ser mujer y expresar feminidad. Si bien, muchas de ellas, se auto reconocen como trans o travestis y no como como mujeres, podría decirse que alcanzar un ideal de la feminidad, en los términos que occidente ha construido, si pareciera ser un aspecto vital para que sus cuerpos puedan ser más aceptados socialmente y a la vez alcanzar un prototipo femenino que en sí mismo, es planteado por ellas como algo estético. «ser bella es verse y sentirse femenina»

Yo empecé a hormonizarme con pastillas, lo hice porque quería verme más bella, más femenina y una amiga travesti que estudio estética me las recomendó, ahora no recuerdo bien el nombre, pero así fue. Empecé a notar cambios en mi cuerpo, a sentir frío, a ser como más llorona, ¿me entiende?!!! Eso fue como a los 17 años, cuando me fui de mi casa para Barranquilla y tenía que verme bien linda para poder trabajar; lo mío ha sido el puteo y con eso es que he podido sobrevivir y ahorrar para pagarme esta cirugía – me señala sus senos- y otros retoques más. Claro que hubo un momento en el que deje de tomar hormonas, porque me estaba ya sintiendo como impotente y para mi trabajo, ¿usted me entiende?… ¡no se puede! (Barranquilla, febrero 17 de 2015)

Para Preciado (2007) las tecnologías que tenían como fin la normalización de los cuerpos al orden social, han sido reapropiadas y re significadas, generando distintas corporalidades que son maneras de resistir y reivindicar identidades en los márgenes de las estructuras binarias del género. En este sentido, el género más que un efecto de la performatividad, se presenta y expresa en lo trans como un proceso de incorporación de los avances tecnológicos, para así modificar de manera permanente el cuerpo y forjar nuevas identidades, que producen desplazamientos en el campo de la significación del género.

Estas reapropiaciones corporales posibilitan una desnaturalización y re significación de lo femenino y de lo masculino desde un espacio particular, donde las personas trans pueden transformar sus cuerpos en sintonía con la imagen que desean; sin embargo, es clave analizar que muchas de estas intervenciones se presentan al margen de la práctica médica y psicológica; dispositivos de saber/poder que tienen como función en la modernidad normalizar conductas para marcar una coherencia entre sexo-género y deseo.

En el análisis de los relatos obtenidos durante mi trabajo de campo en el Caribe Colombiano, ha sido posible identificar que las intervenciones con fines de transformación de sus cuerpos, están sustentadas en una historia oral, que se expresa en un saber que se adquiere mediante la propia experimentación en sus cuerpos. El acceso a estos saberes se da a través de las experiencias compartidas por amigas o pares mayores, el uso de la internet como foros y particularmente, a través de videos que comparten en YouTube[6] y vuelven publico experiencias concretas, a veces en contextos muy diferentes al vivido por ellas en el Caribe colombiano. Muchos de estos saberes son re significaciones y reapropiaciones del conocimiento médico, el cual, de alguna manera, se democratiza en la cotidianidad facilitando el acceso al mismo.

Las practicas corporales identificadas, están referidas, con ingerir e inyectarse hormonas en algunas partes específicas de su cuerpo; en este aspecto, muchas de las entrevistadas narran que tienen mejores resultados cuando estás son inyectadas de manera directa en sus pectorales y caderas (estas hormonas se componen básicamente de estrógeno y progesterona) narran también, que complementario a ello, buscan realizarse tratamientos estéticos y algunas intervenciones quirúrgicas como implantes de senos, polímeros en los labios, etc.; también acuden al uso técnicas para cambiar la voz por una más femenina, aprender ciertos gestos, maneras de sentarse, caminar, mover las manos, entre otras, y acuden al consumo de objetos para mejorar la imagen en tanto uso de ciertos accesorios, formas de vestir, maquillarse y uso de extensiones en el cabello.

Esta reapropiación de tecnologías es un accionar subjetivo permanente que aporta a la construcción de sus identidades como personas trans; sin embargo, el problema a mi modo de ver, es que la mayoría de estos procedimientos se lleva a cabo en espacios no formales e incluso ilegales, no se realizan en clínicas con profesionales idóneos, por lo que, en muchas ocasiones, ponen en riesgo su salud, su vida e integridad. Sumado a lo anterior, en sus espacios cotidianos se utilizan sustancias como silicona industrial, aceites naturales, entre otros, productos que no fueron creados con ese fin y que afectan directamente sus cuerpos dejando en el futuro cercano huellas imborrables o poniendo en riesgo su vida.

La muerte de Luisa Tozcano[7], de 20 años de edad, denunciado por la Corporación Caribe Afirmativo, deja entrever los riesgos a los que están sometidas las personas trans en el Caribe por la ausencia de protocolos y protección a los derechos frente a su identidad de género.

Luisa muere el 3 de noviembre de 2014, a causa de un paro cardio respiratorio en una clínica de la ciudad de Cartagena. El 30 de octubre de 2014, había acudido a un SPA, que de forma irregular oferta en la ciudad, servicios a personas trans para intervenir su cuerpo. Esta era la tercera ocasión en lo corrido del año que acudía a éste servicio para aumentar sus glúteos y que consistía en inyectarle silicona líquida (siete litros en ésta ocasión) que acrecentaría su volumen. Ese día en horas de la mañana asistió a ésta cita y en menos de tres horas ya estaba dada de alta, sin ningún proceso previo ni post del tratamiento al que se sometió. Cuentan amigas y familiares que, desde el viernes 31 de octubre, comenzó a sentir malestar en su cuerpo, que la fue paralizando hasta impedir su movilidad, lo que hizo que sus compañeras trans, la condujeran a la Clínica Madre Bernarda y de allí luego fue trasladada hacia otro centro médico al que llegó en estado crítico, con una infección severa en su cuerpo que termino con un desenlace fatal…

El caso de Luisa, no es un asunto aislado y hace parte de una cadena de violencias, que, ante la ausencia de posibilidades económicas, de personal profesional idóneo, protocolos y leyes en materia de identidad de género sitúa a estas personas en un constante riesgo. Caribe Afirmativo en los últimos cuatro años, ha documentado tres (3) casos de este estilo en la ciudad de Cartagena, cuatro (4) en Barranquilla y uno (1) más en la ciudad de Santa Marta (Caribe Afirmativo, 2015).

Ahora bien, aunque las personas trans entrevistadas, conocen los riesgos a los que se someten por acudir a este tipo de saberes y prácticas, ante el sentido de «urgencia» que para ellas tiene, el hacer equiparable su identidad con un cuerpo femenino y ante la exclusión histórica, ausencia de políticas de Estado, acuden a este tipo de acciones, partiendo de la idea de que vale la pena tomar riesgos, para poder alcanzar el ideal femenino pretendido.

En el Caribe Colombiano, muchas de estas formas de reapropiación tecnológica para la construcción de identidades trans, se lleva a cabo en un contexto de precariedad, entendiendo este desde la perspectiva de Butler como «una condición políticamente inducida, en la que ciertas poblaciones adolecen de falta de redes de apoyo sociales y económicas y están diferencialmente más expuestas a los daños, la violencia y la muerte» (Butler, 2010, p. 32).

Esta reapropiación de técnicas y prácticas empleadas para modificar sus cuerpos se presenta en sintonía con condiciones de pobreza económica, rechazo en muchos casos de sus familias de origen, niveles bajos de escolaridad, no contar con acceso a servicios de salud, ausencia de pareja «estable» y estar condenadas a que las pocas oportunidades para obtener ingresos, estén mayoritariamente en el trabajo sexual callejero, que además las pone en constante vulnerabilidad como veremos más adelante.

En este sentido y en sintonía con Preciado (2007) la tecnología más allá de ser percibida como una empresa ideológica que construye artefactos para controlar, moldear y crear cuerpos y subjetividades, en los moldes de una estética globalizante; en este caso es re significada y desarmada por las personas trans, para poder constituirse a sí mismas, frente a lo que son y su necesidad imperante de reposicionarse en un ideal femenino y sus referentes de «belleza» bajo los moldes actuales y globales, son un aspecto que podría interpretarse, bajo una óptica de supervivencia económica y social.

Los procesos de reapropiación crean corporalidades que reivindican identidades al margen de las estructuras de género, producen desplazamientos en el campo de las significaciones y amplían el espectro de posibilidades frente a las maneras de vivir el género y la sexualidad. Sus cuerpos son de experimentación y ello va más allá de un acto performativo[8] (Preciado, 2007).

Yo empecé a inyectarme hormonas muy tarde y sola, porque a los 27 años me sentía como asfixiada con una vida que no era… una amiga me recomendó cilcofemina y así empecé… he logrado algunos cambios, pero tengo mucho vello en la cara, vivo traumada también porque mis hombros son horribles y también con las pastillas me volví como una marrana (gorda) en internet encontré, unos… como se dice…(tips), eso… de que puedo comer y que no y que no puedo fumar y bueno también como hacerme masajes. (Riohacha, febrero de 2015)

La mayoría de los cuerpos trans en Caribe Colombiano, se constituyen en un territorio donde lo étnico-racial, las condiciones de precariedad y lo generacional tienden a generar identidades diversas que trastocan las fronteras de las estructuras binarias de género, son cuerpos que no se asimilan a los determinismos establecidos que operan bajo la lógica varón-masculino y mujer-femenina. Cabe señalar que muchas de las personas trans con las que he tenido contacto, no se han realizado la cirugía de reasignación de sexo; algunas no lo han hecho por falta de recursos y las precariedades que rodean sus vidas y otras expresan que su construcción identitaria no está determinada por tener un órgano genital femenino, sino por los roles y prácticas que asumen y viven cotidianamente.

Con base en ello es posible mirar como estos procesos de reapropiación y de-construcción de sus identidades, lleva a que sus cuerpos queden en una especie de intersticios e incluso de bordes, que los hace muchas veces ininteligibles a una sociedad esquematizada bajo estructuras de normalidad y naturaleza; cuerpos que son percibidos bajo la lógica dual de lo normal o lo patológico y por ser incomprensibles a esos marcos preestablecidos, son cuerpos e identidades que la sociedad condena a la invisibilidad, que agrede en ocasiones por asociarlos a asuntos de orden patológico y que cosifican la otredad bajo las lógicas del mercado del deseo. De esta manera, son cuerpos que en el día son peligrosos y las noches son objetos para suministra placer. Estas tensiones ponen en evidencia una serie de violencias, agresiones y vulneraciones a los derechos de ellas como ciudadanas y generalmente, son identidades que resisten en la clandestinidad, la exclusión y el rechazo social por parte de las mayorías, como desarrollaré en el siguiente apartado.

2. Cuerpos abyectos - identidades en resistencia

En los procesos de trabajo de campo ha sido posible identificar como opera la fabricación de un discurso hegemónicamente binario que defiende a ultranza una relación biologista y naturalizante del sexo anatómico con el género, en ese sentido muchas de las instituciones del Estado y de la sociedad en el Caribe, han construido unas representaciones sociales de las personas trans como «individuos en cuerpos equivocados», «disfrazados de mujer», «personas escandalosas», «poco serias» y hasta peligrosas para la sociedad. De esta manera el discurso institucional produce unos relatos que tienen como intención subordinar las diferencias en los sujetos trans e intentan someterles a acciones de regulación, disciplinamiento y superioridad moral y cultural bajo el lineamiento de lo que considera como «normal» en las lógicas binarias y esencialistas del género y la sexualidad.

Contrariamente al pensamiento binario institucionalizado, las personas trans manifiestan que históricamente han sido unas luchadoras, ciudadanas que a pesar de la exclusión recibida y precariedad a la que han sido condenadas, han logrado asumir su vida y vencer el temor a ser ubicadas en las fronteras periféricas de la sociedad; sin embargo, es clave señalar que más allá del diferenciamiento de poder entre el orden institucional - social y la construcción de identidades de personas trans, existe una diferencia en los sentidos que se le atribuye al cuerpo vivido, experimentado y reapropiado subjetivamente (como se vio en el apartado anterior) y al cuerpo representado, fabricado desde discursos de saber/poder y creencias/moralidad.

Yo aprendí a caminar y a vivir con miedo, para mostrarme al mundo como soy: como una trans, para ello tuve que dejar muchas cosas y empezar a enfrentarme sola a una sociedad que le ha costado entender que soy también una mujer. Por la violencia de mi padre, deje a mi familia a los diez años, no pude estudiar y mi trabajo siempre ha sido el rebusque; no entiendo porque me agreden… ¿Qué hay de raro en mí? Qué justifica que me atropellen con motos cuando camino por las calles o recibir amenazas de muerte, sin haber hecho algo malo.

No basta con saber que esta región es muy machista, ese machismo lo he vivido desde cuando era obligada a ser un chico indefenso; por eso tuve que aprender a cuidarme y a vivir de otras maneras, ya por ejemplo, no le pongo vidrios a las ventanas de mi casa porque siempre una piedra cargada de intolerancia y lanzada con odio, los hacía explotar. Camino sólo por ciertos lugares y horas… y trato de hacerlo acompañada. No tengo más compañía y protección que dos perros que duermen en la terraza y son ellos los que me avisan o ahuyentan a quienes sin ninguna razón buscan hacerme daño… pero si… aprendí a vivir con miedo. (Maicao, enero 27 de 2015)

Para las personas que se auto reconocen y expresan como trans en la región Caribe, sus historias de vida cotidiana están atravesadas por insistentes procesos de violencia y estigmatización que las convierte en personas fuertemente vulnerables. Luchar no sólo con la reapropiación de sus cuerpos para que estén en sintonía con su ideal, sino también sortear a diario las batallas con los prejuicios sociales que encasillan dichas identidades y cuerpos en un lugar de lo que podríamos llamar lo abyecto, noción acuñada por Julia Kristeva (1988) y retomada por Butler (2002) para referirse a lo rechazado, lo que puede ser considerado como no significativo y como no vivible. En este sentido, el cuerpo abyecto es ininteligible, un cuerpo que no importa. A ese cuerpo abyecto hay acceso no a través de la vivencia experiencial, sino mediante lo discursivo. En otras palabras, nos referimos a una sociedad que mayoritariamente responde a unos discursos hegemónicos, donde espera una coherencia entre el sexo anatómico y el género, por lo tanto, quien rompe esa relación binaria es un ser que no se entiende, que produce extrañeza, alguien humillable o sencillamente, cuerpos para repudiar.

Si bien en Colombia, en términos jurídicos y sociales, a partir de la Constitución de 1991, se sustenta un principio de igualdad en la diversidad y se pluralizan las ciudadanías y por la vía de sentencias de la Corte[9] (no existe aún una ley de identidad de género) actualmente se ha logrado consolidar cierto andamiaje jurídico que permite promover acciones de inclusión y reconocimiento a las identidades trans. A pesar de estos avances en materia jurisprudencial, en el Caribe Colombiano, los cuerpos e identidades trans siguen siendo «condenadas» al rechazo social, a la burla, la exclusión de ámbitos sociales, políticos y culturales y son sometidas a contantes violencias que se naturalizan e incluso se justifican en los imaginarios sociales e institucionales porque sus cuerpos poco importan.

2.1. Esconderse o vivir con miedo

Frente a la situación de violencia hacia las personas Trans en el Caribe colombiano, entre los años 2007 y 2015, La corporación Caribe Afirmativo ha documentado 135 homicidios cometidos hacia personas LGBT, de los cuales el 50 % han estado dirigidos hacia ellas; igualmente se han registrado más de 20 agresiones por parte de particulares en espacios públicos y se han denunciado 15 casos graves de violencia policial. Estas cifras, son construcción de una Organización Social de la sociedad civil como es la Corporación Caribe Afirmativo, porque no se tienen datos oficiales del Estado, existe un subregistro y sumado a ello, hay un temor de las víctimas de denunciar ya que sienten que pueden ser revictimizadas y debido a la impunidad imperante, al denunciar muchas sienten que pueden convertirse objeto de posibles retaliaciones; esto es un agravante que coadyuva a mantener estas violencias como parte de un entramado sistemático y naturalizado que atenta contra la vida e integralidad de dichas personas (Caribe Afirmativo, 2015).

Nosotras en el año 2011 perdimos a dos personas de nuestra comunidad, quien las mató era del conflicto armado o BACRIM. Pero con ellas, se nos perdió cualquier posible proceso de investigación, porque los testigos que estaban en ese momento no quisieron declarar, les dio miedo y tienen hasta razón, es que… ¿quién le va dar garantías a maricas como nosotras? …

Nos sentimos muy vulnerados, ósea sentimos mucho temor, con decir que ni sus papás o sus hermanos han querido declarar, ni denunciar, porque acá haces una denuncia como esas e inmediatamente te mandan a matar , sea el que sea, y más, si eres LGBT… es que a raíz de eso y como anticipándose, en esos días regaron unos panfletos en el parque Volcán, donde amenazaban… me acuerdo que un compañero gay, nos los entrego cuando estábamos en el velorio de las compañeras, allí nos llegó esa hoja, que también las repartieron por todo el pueblo; decía que no querían vernos más y que nos iban acabar a todas, que aquí no iban a quedar maricas. A mi hoy me da hasta risa… pregúnteme que hicieron toda esa banda de funcionarios homofóbicos que ve usted ahí, hablando de compromisos y demás, cuando una sabe que muchos de ellos se alegran de que nos maten o desplacen. (Maicao, 28 de mayo 2014)

Además de asesinatos, otra modalidad recurrente que utilizan en este caso los grupos armados, bandas criminales o grupos al margen de la ley, para generar miedo, es la circulación de panfletos amenazantes; en el año 2015 circularon seis (6) panfletos, que bajo los argumentos de la mal llamada «limpieza social» amenazaban a personas gais y trans, al igual que personas en situación de drogadicción, expendedores de drogas y prostitución. A estas personas se les considera una amenaza social puesto que «dañan la moral y el buen nombre» de los pueblos donde circulan (Caribe Afirmativo, 2015).

Estas amenazas podrían interpretarse como una expresión de hostigamiento y acciones sistemáticas que buscan excluir, intimidar o restringir el goce o disfrute de los derechos de las personas. Se utilizan para amedrentar y generar pánico y son estratégicas porque operan con un impacto simbólico que se dirige hacia personas significativas y con ello se manda un mensaje a toda una colectividad. Un ejemplo de ello, la registró Caribe Afirmativo: el día 21 de abril de 2015, en las calles de los barrios Ciudad Jardín y el Silencio de la ciudad de Barranquilla, donde circuló un panfleto firmado por un grupo heredero del paramilitarismo que se denomina: Bloque Central de las Águilas Negras:

Hemos decidido acabar con los malos elementos en este sector, estamos cansados de tanto travesti, delincuentes y caletas de vicio. Son todos unas ratas y jíbaros que solo merecen pasar a otra vida.

Este método de «limpieza» en el que generalmente se equipara a personas trans con presuntos delincuentes, bajo los apelativos de «rata», «jibaro»; los asocia con un imaginario que se reproduce en muchos sectores de la población y que los actores armados que operan en la región lo materializan por las vías directas de la violencia, justificado en el hecho de que sus cuerpos ininteligibles para su accionar, son posibles amenazas que asocian a un mundo de «inmoralidad», ilegalidad y delincuencia.

Las personas trans afirman que la sociedad las ha confinado a la noche y a las periferias del trabajo sexual, o a lo sumo, realizar algunas actividades informales como el trabajo en centros de estética y peluquerías (Pérez, Correa & Castañeda, 2013). En esta lógica pareciera que en la relación espacio- tiempo, la calle es el lugar para habitar, de rebusque y sobrevivencia; pero sólo en la noche, en la oscuridad y no en todas las calles, sólo aquellas que pertenecen a los lugares periféricos y apartados y ese confinamiento es la antesala de una predisposición a ser receptoras permanentes de agresiones y violencias.

Las trayectorias de violencia comienzan a temprana edad, cuando sus familias de origen detectan en sus cuerpos resistencia, ahí se intensifica el control, la regulación y el castigo, que lleva a que muchas de ellas decidan a temprana edad abandonar o sean expulsadas sus hogares y partir de allí, comenzar un periplo de desplazamientos e inmigración; generalmente llegan a los pueblos más grandes y de ahí se desplazan a Barranquilla y Cartagena; en otras ocasiones, terminan en las ciudades del interior del país como Bogotá y Medellín. Allí llegan generalmente a los circuitos de trabajo sexual, a vivir en pensiones con otras compañeras trans y a tener una vida que se vivencia entre la sobrevivencia diaria y el deseo de una identidad femenina (Pérez, 2013).

La Escuela en el Caribe colombiano, se convierte también en un espacio de expulsión y no de inclusión, sus cuerpos «afeminados», son violentados, humillados y estas violencias generalmente son invisibilizadas y se dan en complicidad de directivos y docentes; llevan a la deserción escolar a temprana edad y al temor en muchas de ellas, de retomar sus estudios cuando ya son más jóvenes. El bajo nivel educativo ayuda, en muchas ocasiones, para que estén excluidas del mundo laboral y sea un condicionante más de esa construcción de precariedad que ya hemos hablado.

Frente al acceso a la salud las en el Caribe las personas trans hacen parte de una población particularmente vulnerada en sus derechos, sus necesidades y demandas son desatendidas por las Instituciones prestadoras de salud (IPS), la gran mayoría, al no tener un trabajo formal, no cuenta con un sistema de seguridad social en salud, por lo que solo acceden a la salud subsidiada por el Estado; pero allí, se encuentran ante una serie de barreras y obstáculos de acceso, que se expresan en prejuicios y falta de conocimiento acerca de sus cuerpos e identidades por parte de algunos profesionales y proveedores de salud, en ocasiones, para nombrar algunos ejemplos, se les cataloga o clasifica por dicho desconocimiento, como gais u hombres que tienen sexo con hombres, se les ridiculiza y se les trata en masculino.

Con relación al mundo del trabajo, (Pérez, Correa & Castañeda, 2013), plantean que, en Colombia, el aplazamiento en la construcción de la identidad trans opera como la única posibilidad para que estas personas puedan alcanzar sus metas educativas y laborales. Según esta investigación, Las pocas personas de esta población que han logrado obtener un título profesional y acceder a un empleo formal, ha sido porque han reprimido su expresión de género sentida y se han asumido como hombres.

Para muchas de ellas, el mundo del trabajo es donde se expresan mayores discursos de discriminación y exclusión hacia su construcción identitaria, cerrando posibilidades de ascenso social, lo que las condiciona al mundo del trabajo sexual callejero y mantenerse en un círculo vicioso de precariedad y violencias. Las personas entrevistadas en su mayoría, ejercen o han ejercido el trabajo sexual durante algún periodo de su vida como única manera de sobrevivencia económica; manifiestan que en la Región aún no existe los suficientes espacios para las trans, salvo como ya se ha dicho, el trabajo sexual y las peluquerías, en menor medida.

En este sentido, la calle se convierte en uno de los pocos escenarios donde ellas pueden auto reconocerse y vivir su identidad sentida; sin embargo, es un espacio también de vulneración de derechos y de re victimización, en ocasiones suelen ser además, territorios de disputa entre diferentes actores armados, lugares periféricos donde también se realizan prácticas ilegales como venta y comercio de drogas ilícitas, aspecto que de manera particular, las hace vulnerables a acciones de violencia y a ser incluso, equiparadas con delincuentes, relación que las pone en alto riesgo frente a grupos de derecha que acuden a realizar acciones de la mal llamada «limpieza social» (Caribe Afirmativo, 2010).

Otro riesgo, está referido, a que el trabajo sexual trae consigo además de violencias físicas, discriminaciones adicionales a su identidad, vinculadas a connotaciones estéticas y de hiperfeminización. Esto quiere decir que, para tener éxito en dicha labor, se requiere cumplir ciertos cánones preestablecidos por la sociedad de consumo y que van más allá de la construcción de identidad a un asunto de apariencia. Proyectar una imagen hiper femenina, delgada y bella, son atributos que hacen que muchas de ellas deban gastar gran cantidad de dinero de sus ingresos para poder responder estos estereotipos y pasar la frontera de un ideal identitario a un referente de estética corporal, con todas las implicaciones para la salud que ya se han descrito.

Además de la desprotección a se ven sometidas a diario, de los riesgos que enfrentan y deben sortear cotidianamente; la edad se convierte en otro aspecto clave de exclusión incluso de estos escenarios, donde solo las «bellas» y más jóvenes tienen las mayores posibilidades. Acá aparece otro significante importante de este complejo mundo del trabajo sexual trans: la juventud, donde pareciera ser más fugaz que en otros espacios de la vida social y laboral; una preocupación recurrente en algunas de ellas, es que a los pocos años de ejercer el trabajo sexual, se llega a lo que identifican como ser vieja: 24 años en promedio. Según informe de la Comisión interamericana de Derechos Humanos (noviembre de 2015) en América latina y el Caribe el 80 % de las personas trans mueren antes de los 35 años y cuando están vinculadas al ejercicio del trabajo sexual la esperanza de vida es mucho menor[10].

Vanessa, en cercanías a la torre del Reloj en el Centro Histórico de Cartagena me cuenta que viene desde la ciudad de Barranquilla casi todos los fines de semana a trabajar a esta ciudad, afirma tener los atributos de feminidad para poder «putear» en un lugar tan concurrido e importante como es las afueras del Centro Histórico; identifica que, para no ser discriminada, no sólo ha tenido que sentirse femenina sino verse y que la perciban los demás, en dichos códigos. Dice que, si no logra ser vista así, es ser más vulnerable a alguna agresión y su trabajo va a verse restringido o «bajar de categoría». Para ella, sus cirugías corporales, estar delgada, el maquillaje y los atuendos (minifalda, aros, y encajes) son condiciones vitales para la construcción no sólo de su identidad trans, sino que son los recursos de los que dispone para poder tener éxito en su labor.

Cuando Vanesa, habla de feminidad, la define como un asunto que va más allá de sentirse mujer o verse como tal. Para su trabajo y moverse en los determinados lugares que frecuenta, dice que es importante verse y que la vean linda y para ella ser linda, es ser muy femenina y a la vez, ser muy femenina, es estar delgada, tener unos senos protuberantes, labios provocadores y un derrier que ayude a delinear su figura. Su feminidad tiene unos tiempos y en este caso, es para la noche; durante el día, a los ojos de ella y de los demás, aparecen algunas «imperfecciones» que la exponen como una travesti más y, por ende, como un previsible cuerpo abyecto. La noche para ella a pesar de los riesgos que trae, la ubica como ese espacio-tiempo donde es posible desplegar ese rol, ese sentir, ese ser, esa feminidad.

A mí sólo me gusta que vean, así bien femenina… y en el día eso para muchas de nosotras no es posible. Ni de loca, que me vean así (sin maquillaje) La gente es cruel con nosotras y yo no me acostumbro… Tengo tres cirugías ves: la cola, los senos y los labios… Ser tan femenina te trae ventajas frente a otras que no son tanto; me siento más que una mujer, tengo un secreto por descubrir y eso atrae hasta los más machos…. machos, y además hago todo lo que ellos pidan. Muchos en sus casas solo pueden ser activos y con nosotras pueden tener la fantasía de ser lo que quieran y con una así, como ves ¡divina!

A todo hombre le gusta. Tiene la fantasía de tener una travesti que parezca más que una mujer, que tenga sus pechos, su cola, todo… nos ven como una muñequita, una Barbie, así… bien lindita. (Cartagena, febrero 17 de 2015)

Vanesa, expresa que, aunque le gusta la actividad que realiza, no deja de reflexionar que el trabajo sexual ha sido la única posibilidad de sobrevivencia y no una elección como tal. Siente que la sociedad no le ha brindado otra opción diferente como trans y sin desconocer que su trabajo le posibilita conseguir dinero, este sólo le alcanza para la subsistencia y para «invertir» en técnicas de intervención corporal y objetos para feminizar su cuerpo: compra de vestuario, maquillaje, pago de intervenciones quirúrgicas, en fin, todo aquello que le signifique una puerta a lo que reconoce como la feminidad y le garantice la permanencia en el lugar.

¿Qué más puedo hacer? es lo único que sé hacer bien y que me gusta. Bueno… fui alguna vez peluquera, pero no me generaba casi billete y no podía ser yo… Esta noche aspiro ganarme unos trescientos mil, pero que la pensión, el cuerpecito y otras cositas, hace que de eso poco quede.

Reflexiones finales

Para comprender los procesos de construcción de identidades trans en el Caribe colombiano es importante abarcar las prácticas corporales re reapropiación tecnológica a partir de usos intencionales individuales y colectivos del cuerpo; procesos que se dan en ámbitos de precariedad y en las periferias de los órdenes preestablecidos sobre la equivalencia sexo-género. Estas prácticas de reapropiación corporal, son también acciones de resistencia y comprenden imágenes, sensaciones, vivencias y procesos de construcción y deconstrucción de subjetividades e identidades.

Los cuerpos vividos se materializan a través de procesos que permiten brindar sentido a prácticas corporales dentro de un continuo que se imbrinca entre biológico y lo cultural e involucran trayectorias y transiciones en la vida, así como discursos que participan dinámicamente de la performatividad.

En la materialización de las técnicas y construcción de identidades en los cuerpos trans interviene de manera significativa: los vínculos sociales entre pares, el reconocimiento étnico- racial , la edad y el tipo de actividad económica; desde allí se definen prácticas y maneras de relacionamiento con el orden institucional; ahora bien, los procesos de configuración de identidades trans en el Caribe colombiano, se establecen en contextos sociales y políticos que sitúan amenazante los cuerpos y sexualidades que trasgreden ordenes morales y científicos preestablecidos; ello convoca a la importancia de que la sociedad y las instituciones puedan comprender ordenes simbólicos en una perspectiva histórica donde se supere la mirada del otro como un simple individuo enajenado de los órdenes y estructuras de poder.

En una perspectiva de Geertz (1987) es importante leer esta construcción de identidades y reapropiación de tecnologías corporales como un texto con sentido, ello implica buscar supuestos subyacentes frente a como las personas trans piensan el poder y la agencia. Es clave comprender el punto de vista de los múltiples sujetos, cuya subjetividad es en tanto fuente como un producto de esas construcciones de identidades. Ello permite abrir un abanico para interpretar como las personas trans desde sus contextos precarios, formulan necesidades, deseos, planes, esquemas y formas de trabajar en y sobre el mundo.

En esa configuración aparecen de cierta manera unos intersticios que no son sometidos a la hegemonía y/o dominación externa; puesto que el poder en una perspectiva foucoultiana se constituye también desde la subjetivación y desde el establecimiento de mecanismos propios de control que van más allá de la reproducción instrumental y que están vinculados a la reelaboración de significados desde esas relaciones de poder que operan también internamente en los colectivos y grupos sociales. Estas configuraciones son históricas, ello no significa que estén sujetadas a una historia predeterminada hacia alguna dirección.

Para Alejandro Grimson (2011), la perspectiva de la configuración es una noción integradora y articuladora de oposiciones y de fronteras que históricamente estuvieron objetivamente aisladas. En ese sentido afirma que una configuración cultural es:

Un espacio en el cual hay tramas simbólicas compartidas, hay horizontes de posibilidad, hay desigualdades de poder, hay historicidad. Se trata de una noción útil contra la idea objetivista de que hay culturas esenciales y contra el postulado posmoderno de que las culturas son fragmentos diversos que sólo los investigadores ficcionizan como totalidades. La noción de configuración busca enfatizar tanto la heterogeneidad como el hecho de que esta se encuentra, en cada contexto, articulada de un modo específico. (Grimson, 2011, p. 28)

En esa perspectiva se tendría que cuestionar los abordajes a la construcción de una identidad que ocultan el sentido desde la subjetivación y terminan describiendo o mejor, alterizando al otro desde un sin sentido. Por ello es clave de-construir discursos de poder que producen y excluyen ciertos elementos y que no analizan significados subyacentes y prácticas de reapropiación y re significación en contextos de relaciones de poder.

Grimsom (2011b) apoyado en los planteamientos de Abu Lughod (1997) y Appadurai (2001) afirma que el gran problema de la literatura denominada posmoderna fue que muchos autores se ubicaron y se instalaron en la tranquilidad que otorga la noción de diversidad, alejando de su reflexión la existencia de interacciones y conflictos, generando así una sustancialización de la alteridad. En la mayoría de estos estudios se plantea como un asunto incluso legítimo, el hecho que la cultura produce y fabrica alteridades y fronteras; de esta manera centraron su mirada en interconexiones sólo entre individuos dejando a un lado mediaciones y marcos culturales; posturas que terminaron sustantivando lo otro para buscar diferencias y a la vez éstas superponerse como identidad.

Suponer que una persona trans es igual a una sustancia pre-existente a la que se le van añadiendo particularidades intercambiables es fabricar una idea fija que niega, por ejemplo, que un mismo sujeto puede ser trabajador, heterosexual, femenino, masculino, negro, indígena, etc., y que siendo cada uno de ellos, puede ser el mismo, pero también distinto. Y en esa construcción se vivencia diversas experiencias influenciadas por marcos externos y fronteras morales y reguladoras.

Frente a los procesos de alterización y representación de lo trans en el Caribe, como seres predefinidos bajo las lógicas del prejuicio, es clave y urgente la implementación de leyes que garanticen la promoción, protección de sus derechos, así como los mecanismos para garantizar que dichas personas no sean revictimizadas y que estas violencias sistemáticas no sean repetibles.

Llama la atención la urgente necesidad de que en la región existan políticas de salud pública que acompañen y orienten, sin regular de manera esencialista las transformaciones corporales de las trans, para que no se vean involucradas en rutas ilegales, ante el afán de que su cuerpo se acerque a su identidad de género deseada. En este sentido es importante señalar que el reconocimiento que el Estado colombiano ha hecho reiteradamente desde la Corte Constitucional de reconocer derechos a las personas trans, pasa porque el mismo Estado cuente con los servicios necesarios de orientación, atención y prevención en los procesos de transformación corporal, medicación, tratamientos hormonales y construcción o deconstrucción de su identidad.

De la misma manera es urgente el papel de la Fiscalía y la Policía Judicial para romper con la impunidad acerca de las violencias que a diario sufren, también es clave, que sin criminalizar el derecho legítimo de las personas trans a la transformación de sus cuerpos, persiga, desmantele y judicialice a personas y entidades que aprovechándose de la necesidad de feminizarse y del abandono del Estado, ofrece tratamientos artesanales, con procedimientos e instrumentos no adecuados que ponen en riesgo sus vidas.

Referencias

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Notas

[1] Este articulo presenta resultados de la tesis doctoral «Fabricación de alteridades trans en el Caribe Colombiano», realizada en el marco del Doctorado de Antropología Social, IDAES- UNSAM (Buenos Aires, Argentina).
2 Candidato a Doctor en Antropología Social. Profesor e investigador, adscrito al grupo Cultura, ciudadanía y poder en contextos locales, de la Universidad de Cartagena. Socio e investigador de la Corporación Caribe Afirmativo.
3 Utilizo la noción personas trans, para referirme a un entramado de identidades de género, que van más allá del al surgimiento del «sujeto transexual» (Foucault, 2009), que a partir de la década del 50 (siglo XX) crea un campo de saber/poder, para corregir, clasificar y normalizar a las personas que se salían de la norma binaria del género y se clasificaban bajo el diagnóstico de disforia de género. Así se instauran una serie de tecnologías al servicio de «dar alivio», al malestar que se suponía sentían las personas transexuales, ideando una serie de técnicas quirúrgicas, estéticas y endocrinológicas para modificar sus cuerpos (desde afuera) y así poderlos corregir y asimilar dentro del sistema sexo/género de la invención médica y psiquiátrica de la transexualidad. Es a partir de los años 70 del siglo XX, con la revolución sexual, los movimientos feministas y lésbico gay que las personas hasta ese momento encasilladas como «transexuales» alzan la vos para producir un movimiento político en pro de sus derechos y desde este lugar, la activista trans Virginia Prince en 1978, acuña el término trans people, para referirse a un aspecto más complejo donde muchas personas no deseaban una operación de reasignación de sexo, ni someterse a intervenciones biotecnológicas (Lamas, 2009).
4 La biopolítica para Foucault (2009) es el ejercicio de poder y de control sobre los cuerpos de los sujetos para hacerlos útiles y obedientes, donde el control, no se ejerce necesariamente por medio del castigo, sino por medio de la vigilancia y la interiorización de las estructuras de poder.
5 Desde mi interpretación el concepto de técnicas y tecnologías estaría referido en el primer caso, a los dispositivos, sistemas políticos, reglas, normas y procedimientos para el gobierno de sí y en el segundo caso, referido al gobierno de los otros. Sin embargo, más allá de la importancia de la distinción conceptual en la práctica operan de manera simbiótica y articulada.
8 Si entendemos el performance, como la repetición estilizada de las normas de género (Butler, 2007) y la tecnología, como la manera pasiva como intervienen sus cuerpos.
9 Entre las sentencias más significativas se encuentran: el cambio de nombre y sexo-genero, el derecho de no ser expulsado de un trabajo, eliminación del requisito de servicio militar obligatorio, derecho a la salud e identidad, entre otras.
10 Un porcentaje significativo de personas trans, muere asesinada como expresión de intolerancia y prejuicio sexual por parte de particulares y fuerza pública y también por disputas entre diversos actores por los territorios donde se sitúan ; sin embargo, es clave señalar, que existe un subregistro estadístico en la medida que no se cuenta con un sistema que permita tener datos sistemáticos y que tenga en cuenta la identidad de género en la elaboración de estadísticas y muchas veces en estos registros, se confunde la identidad de género con la orientación sexual.
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