Alianzas entre mujeres nahuas: una alternativa para trastocar el patriarcado[1]
Alliances between Nahua women: an alternative to upset patriarchy
Alian�as entre mulheres nahuas: uma alternativa para perturbar o patriarcado
Alianzas entre mujeres nahuas: una alternativa para trastocar el patriarcado[1]
Tabula Rasa, n�m. 26, 2017
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca
Recepci�n: 21 Septiembre 2015
Aprobaci�n: 11 Agosto 2016
Resumen: Los procesos de colonialidad y de dominaci�n patriarcal han incidido en las condiciones actuales de opresi�n de las mujeres ind�genas en M�xico. Sin embargo, a partir del reconocimiento de las acciones de las mujeres a lo largo de la historia, encaminadas a trastocar las bases de dicha opresi�n, se ha identificado que una de las claves para contravenir la dominaci�n es el pacto entre mujeres. Por lo anterior, el prop�sito del presente estudio fue explorar algunas alianzas y pactos entre mujeres de la Sierra Norte de Puebla, durante el proceso organizativo de la Masehual Siuamej Mosenyolchicauani, mediante una metodolog�a de investigaci�n feminista de corte cualitativo, a trav�s de entrevistas semiestructuradas individuales y grupales. Para examinar la informaci�n obtenida se aplic� un an�lisis de contenido cualitativo. Las artesanas dieron testimonios de alianzas entre ellas, con mujeres de otras organizaciones y con acad�micas y profesionales, lo que ha generado cambios en las relaciones de g�nero y de su situaci�n de vida en Cuetzalan, Puebla, M�xico.
Palabras clave: mujeres ind�genas, patriarcado, feminismo, alianzas, pactos entre mujeres.
Abstract: The processes of coloniality and patriarchal domination have had an incidence upon the current oppression conditions endured by indigenous women in Mexico. However, by recognizing in history women�s actions, set off to upset the grounds of such oppression, we have identified one of the keys to transgress domination is the pact between women. Therefore, this study aims to explore several alliances and pacts between women in Sierra Norte de Puebla, during the process of organizing the Masehual Siuamej Mosenyolchicauani, by following a qualitative feminist research methodology, through individual and group semi structured interviews. In order to analyze the data gathered, a qualitative content analysis was applied. The artisans gave evidence of alliances between them, with women of other organizations and with scholar and professional women, which has brought about changes in gender relations and their living situation in Cuetzal�n, Puebla, Mexico.
Keywords: indigenous women, patriarchy, feminism, alliances, pacts between women.
Resumo: Os processos de colonialidade e de domina��o patriarcal t�m incidido nas condi��es atuais de opress�o das mulheres ind�genas no M�xico. No entanto, a partir do reconhecimento das a��es das mulheres ao longo da hist�ria, encaminhadas no sentido de perturbar as bases dessa opress�o, identificou-se que uma das chaves para contrariar a domina��o � o pacto entre mulheres. Por essa raz�o, o prop�sito do presente estudo foi explorar algumas alian�as e pactos entre mulheres na Serra Norte de Puebla, durante o processo organizativo da Masehual Siuamej Mosenyolchicauani, mediante uma metodologia de pesquisa feminista de corte qualitativo: entrevistas semiestruturadas individuais e em grupo. Para examinar a informa��o obtida, foi aplicada uma an�lise de conte�do qualitativo. As artes�s forneceram testemunhos de alian�as entre elas, com mulheres de outras organiza��es e com acad�micas e profissionais, o que gerou mudan�as nas rela��es de g�nero e em suas condi��es de vida em Cuetzalan, Puebla, M�xico.
Palavras-chave: mulheres ind�genas, patriarcado, feminismo, alian�as, pactos entre mulheres.
Johanna Orduz
Antecedentes: alianzas entre mujeres como una estrategia para trastocar el patriarcado
La condici�n hist�rica de la mujer ha estado circunscrita a la opresi�n, subordinaci�n y explotaci�n que ejerce el hombre, desde su condici�n de g�nero masculina con diferentes matices, relativos a su situaci�n de vida (Lagarde, 1997, 2011). El patriarcado entendido como sistema de dominaci�n para el control, mantenimiento y reafirmaci�n de esta posici�n de privilegio de los hombres, constituye un conjunto de pactos que se establecen de forma impl�cita o expl�cita entre los hombres mediante los cuales se instaura la opresi�n de las mujeres y lo femenino, condici�n que persiste a trav�s de los diferentes contextos hist�ricos y culturales (Lagarde, 2011; Millet, 1995).
Los pactos patriarcales son interculturales, interraciales e interclasistas, lo que se traduce en condiciones materiales y simb�licas de desigualdad para las mujeres (Amor�s, 1992; Cobo, 2011; Hartmann, 1980) y �stos se cohesionan a trav�s de nodos, complejizando con ello su desarticulaci�n. Tovar y Tena (2015) identifican cuatro nodos interdependientes, los cuales se mutan a trav�s de diferentes modos de producci�n y de diferentes tipos de relaciones sociales.
En un primer nodo se concentra el control del cuerpo y la sexualidad de las mujeres y, a partir de �ste, se desprende una serie de pr�cticas y exigencias hacia �stas como seres-para-otros, lo que mantiene la tendencia a su utilizaci�n como objetos a la merced de una sexualidad masculina enajenante. La utilizaci�n del cuerpo de las mujeres, ya sea por sus funciones reproductivas y procreativas o como objetos sexuales, tiene como fundamento el ser cuerpos-para-otros (Lagarde, 2012).
En el nodo denominado divisi�n sexual del trabajo, se articulan diferenciaciones en las actividades que realizan hombres y mujeres para la producci�n y reproducci�n social, acotamientos que han servido para situar a las mujeres como las encargadas de llevar a cabo las tareas de reproducci�n social, sin visibilizar c�mo estas tareas son fundamentales para llevar a cabo los procesos productivos y para la generaci�n de plusval�a (Rubin, 2013), adem�s de la devaluaci�n e invisibilizaci�n de las labores productivas que las mujeres realizan deleg�ndolas a un papel subordinado y complementario al trabajo de los hombres (Lagarde, 2012).
Por otra parte, se observa una tercera articulaci�n nodal de pactos que permiten la apropiaci�n econ�mica y pol�tica de los recursos materiales y simb�licos, por parte de los hombres en todos los sectores sociales, despojando a las mujeres de lo que les pertenece por derecho propio, tanto propiedades materiales como inmateriales (Lagarde, 2011). Finalmente, el nodo compuesto por pr�cticas de violencia como resultado de las reacciones y reafirmaciones patriarcales, tiene la finalidad de mantener el sistema de dominaci�n (Amor�s, 1992; Cobo, 2011; Lagarde, 2012; Millet, 1995).
Se puede decir que en torno a estos cuatro nodos se configura la condici�n de g�nero masculina y, de esta forma, aunque puede discernirse que existen desigualdades entre los hombres, �stos comparten una posici�n de privilegio con respecto a las mujeres. Asimismo, para poder transmitir y mantener el sistema patriarcal, se han constituido diferentes instituciones en las que se legitiman normas y preceptos que contribuyen a mantener el statu quo, tales como la familia (Millet, 1995), la religi�n (Cobo, 2011), las instituciones educativas y la milicia, entre otras.
A pesar de su complejidad y anudamiento, a lo largo de los a�os y en diferentes contextos culturales, han existido resistencias al sistema de dominaci�n patriarcal por parte de las mujeres. En referencia a �stas, Marcela Lagarde (2011) marca una diferencia entre los actos subversivos y los trastocamientos; los primeros, si bien son de gran importancia por su visibilidad y capacidad de perturbar, no tienen el alcance de transformar los cimientos de la opresi�n. En cambio �las acciones trastocadoras fundan la desestructuraci�n de los poderes. [�] porque implican la existencia de las mujeres fuera de la norma y en condiciones distintas de las estipuladas en circunstancias hist�ricas espec�ficas para su g�nero� (p. 812).
A lo largo de la historia ha habido grupos de mujeres que se han reunido con fines pol�ticos para cambiar su condici�n hist�rica, observ�ndose que la mayor�a de los trastocamientos al patriarcado, que impulsan y han impulsado las mujeres, surgen como una reacci�n de resistencia a las condiciones de vida opresivas y desiguales (Lagarde, 2011).
Tanto los trastocamientos y subversiones, cuando se presentan como acciones en colectividad, tienen un mayor impacto pol�tico y la invitaci�n que surge desde el feminismo para que las mujeres vayamos tomando conciencia colectiva sobre nuestra condici�n, con la finalidad de asumir un posicionamiento pol�tico y �tico para erradicar nuestra opresi�n, se ha denominado con el t�rmino de sororidad (Berbel, C�rdenas & Paleo, 2013; Lagarde, 2006).
En este sentido, es necesario impulsar la sororidad entre mujeres y al interior de las luchas feministas, haciendo eco al llamado para establecer v�nculos entre los diferentes posicionamientos te�rico-pol�ticos feministas, reconociendo la necesidad de establecer alianzas que impulsen agendas comunes (Miguel de, 2014), al mismo tiempo que se reconozcan, atiendan y trabajen con base en las luchas de todas las mujeres, �sin jerarqu�as ni privilegios� (Paredes & Guzm�n, 2014). La finalidad es evitar la fragmentaci�n de las acciones colectivas feministas a partir de discernir sus implicaciones en los procesos de resistencia.
Al mismo tiempo es necesario establecer alianzas con los grupos de mujeres organizadas, los cuales han surgido desde diferentes latitudes y en diversos momentos hist�ricos, se observa la existencia de procesos organizativos aun antes del surgimiento del feminismo como movimiento pol�tico y que en varios casos no se nombran feministas, mujeres que han resistido a los embates de la dominaci�n patriarcal y han luchado por tener mejores condiciones de vida para ellas y para sus familias, como es el caso de las mujeres ind�genas organizadas (Hern�ndez, 2008).
Para contrarrestar las violencias, explotaciones y vejaciones que se llevan a cabo en contra de las mujeres como parte del mantenimiento y reafirmaci�n patriarcal, la alternativa m�s s�lida es establecer pactos entre mujeres (Cobo, 2011; Lagarde, 2006). Pactar entre mujeres es fomentar relaciones de respeto y cuidado mutuo, de lucha desde un posicionamiento pol�tico y �tico que trastoque la ideolog�a patriarcal imperante, deconstruir las relaciones que hemos construido y se nos han impuesto como las �nicas posibles desde el patriarcado, esas tan difundidas relaciones de competencia y rivalidad entre mujeres, que s�lo nos impiden vernos como sujetas pol�ticas capaces de establecer pactos (Lagarde, 2006), mientras los pactos entre hombres se fortalecen.
M�s all� de los motivos y las formas en que las mujeres se organizan y establecen alianzas para cambiar sus condiciones, es necesario enfatizar los logros, los trastocamientos al sistema de dominaci�n patriarcal que, aunados a las acciones subversivas, van gestando transformaciones socio-culturales en torno a la mujer y lo femenino (Lagarde, 2011).[4] En este sentido, es importante observar los procesos que han llevado a cabo las mujeres para establecer alianzas en contextos espec�ficos, entendiendo que las formas opresivas de vida no son las mismas para todas las mujeres (Mohanty, 2008).
En el caso de las mujeres ind�genas del Abya Yala,[5] es a partir de la colonialidad cuando se radicaliza la opresi�n sobre ellas, ya que al imponerse un sistema de jerarqu�as por castas, fueron relegadas a una posici�n de mayor desventaja, que se acrecentaba en quienes pertenec�an a estratos sociales bajos. Es en el proceso de colonialidad a partir del cual la segregaci�n racial y �tnica tiene sus m�s profundos cimientos (Quijano, 2007) y desde entonces a la fecha, son las mujeres ind�genas quienes, en su mayor�a, padecen una triple opresi�n: de g�nero, clase y etnia (Lagarde, 2011).
No obstante, es preciso visibilizar la participaci�n de las mujeres ind�genas y/o campesinas en las movilizaciones, luchas y resistencias a lo largo de la historia (Hern�ndez, 2008), no s�lo revelar el papel que han ejercido en los acontecimientos de aparici�n p�blica, sino tambi�n en aquellas contiendas que las mujeres desaf�an en el espacio privado o comunitario (Figueroa-Rodr�guez, Mart�nez-Corona & �lvarez-Gaxiola, 2014; Masson, 2008).
As�, se observan, en Abya Yala, grupos de mujeres ind�genas en busca de mejores condiciones de vida para sus familias, para ellas mismas (alimentaci�n, salud, educaci�n, etc.) (Villa, 2012) y en defensa de sus pueblos (Hern�ndez, 2008; Paredes & Guzm�n, 2014), quienes durante su andar han transitado juntas y han establecido acuerdos que les han permitido tener una vida m�s digna.
Desde una aproximaci�n a las alianzas entre mujeres, entendidas como una fuerza pol�tica y una necesidad �tica con potencialidad de trastocar el patriarcado, esta investigaci�n tuvo como prop�sito su exploraci�n en mujeres de la Sierra Norte de Puebla, a partir del proceso organizativo de la Masehual Siuamej Mosenyolchicauani (del n�huatl que significa Mujeres ind�genas unidas que se apoyan). Con esta finalidad, presentamos primero algunas alianzas que han sido documentadas en varios trabajos acad�micos y a trav�s de un escrito realizado por las socias mismas, para posteriormente identificar, a trav�s de los testimonios de las artesanas, algunos pactos entre mujeres, ocurridos a lo largo de su proceso organizativo.
Alianzas de mujeres nahuas en su camino por una vida digna: el caso de la Masehual Siuamej Mosenyolchicauani
En su mayor�a, en las historias de las mujeres ind�genas organizadas se observa que al mismo tiempo que exigen respeto a su cultura y defienden sus pueblos, pugnan por el respeto a sus derechos como mujeres ante el Estado, sus comunidades y con sus propias familias (Hern�ndez, 2008; Paredes & Guzm�n, 2014).
Este es el caso de las mujeres de la Organizaci�n Masehual Siuamej Mosenyolchicauani S. de S. S.[6], quienes han buscado mejores condiciones de vida para ellas, sus familias y sus pueblos.
Son mujeres nahuas que viven en comunidades de Cuetzalan, Puebla, que por diversas circunstancias en sus historias de vida y su pasado hist�rico compartido como ind�genas, confluyen en la venta de artesan�as. Esto debido a una serie de aconteceres[7] que fueron dificultando el sostenimiento econ�mico de la familia.
Hace m�s de tres d�cadas las condiciones de desigualdad social en las comunidades de Cuetzalan comenzaron a ser insostenibles. Las mujeres al estar excluidas de la posibilidad de acceso a los recursos econ�micos y al poder pol�tico, comenzaron a organizarse.
Las primeras alianzas se realizaron para apoyarse y vender juntas sus telares, debido a que antes de organizarse las personas revendedoras les compraban las piezas a muy bajos precios (Villa, 2012), lo que las manten�a en condiciones de explotaci�n y precariedad.
Con el paso del tiempo se fueron integrando hasta formar un grupo de 30 mujeres, quienes acordaron incorporarse en 1985 a la Cooperativa Agropecuaria Regional Tosepan Titataniske como una comisi�n para distribuir sus artesan�as llegando a ser m�s de 300 artesanas (Alberti, 1998; Mej�a, 2008; Zapata & Su�rez, 2007).
No obstante, en su mayor�a, eran hombres quienes dirig�an y controlaban los proyectos y apoyos econ�micos que llegaban de instituciones u organizaciones externas para la producci�n de las artesan�as. La participaci�n de las mujeres dentro de la cooperativa no fue valorada y sus necesidades eran relegadas o en definitiva ignoradas en las asambleas.
A partir de estos sucesos se fueron gestando malestares entre la mayor�a de las artesanas y bajo la asesor�a de estudiantes que se encontraban realizando su servicio social en la Tosepan (Masehual Siuamej Mosenyolchicauani, 2016) acuerdan separase de la Cooperativa en 1991, conformando su propia organizaci�n un a�o m�s tarde (Alberti, 1998). Siendo este momento un hito importante en el que las alianzas entre las mujeres ind�genas y las acad�micas fueron fundamentales para seguir unidas en contra de la subordinaci�n que viv�an por ser mujeres hacia dentro de la Tosepan.
Desde sus inicios y a la par que enfrentaban los problemas con los hombres de la Cooperativa Tosepan, las personas de sus comunidades, se opon�an a que las artesanas salieran de sus hogares para organizarse.
Con frecuencia las socias de la Masehual relatan que sus esposos o familiares estaban en contra de que salieran a buscar el sustento (Alberti, 1998; Mej�a, 2008; P�rez, 2010; Terven, 2009; Villa, 2012; Zapata & Su�rez, 2007), en los casos en que esto suced�a, la asistencia de las mujeres a las reuniones de la organizaci�n estaba condicionada: refieren que pod�an asistir siempre y cuando no desatendieran sus obligaciones como esposas y madres (Villa, 2012).
Las negociaciones cotidianas que las socias viv�an y viven en pareja, se daban y se siguen dando en un plano de desigualdad, debido a que en su pr�ctica diaria enfrentan a su esposo, familiares, vecinos, vecinas, desafiando a los preceptos patriarcales acaecidos de su contexto cultural e hist�rico. Como resultado de estas tensiones, varias de las socias de la organizaci�n comenzaron a vivir, o se potencializaron, diferentes formas de violencia, desde emocional hasta maltrato f�sico.
Ante esta situaci�n las mujeres de la Masehual Siuamej siguieron caminando juntas, fueron vincul�ndose con otras mujeres profesionistas y de otras organizaciones. Comenzaron a buscar asesor�a legal y atenci�n psicol�gica, mismas que se llevaban a cabo en las instalaciones del hotel ecotur�stico Taselotzin, proyecto en el que han derivado los esfuerzos del trabajo de las artesan�as (Masehual Siuamej Mosenyolchicauani, 2016). Este hotel es el resultado tangible del establecimiento de pactos y alianzas entre las mujeres nahuas artesanas, acad�micas y profesionistas que luchan por cambiar las condiciones de g�nero dadas por el contexto de sus comunidades.
A partir de que las socias comienzan a trabajar para contrarrestar la violencia que las acaec�a la Masehual Siuamej junto con otras organizaciones de la zona impulsaron la construcci�n de la Casa de la Mujer Ind�gena (CAMI), bajo la asesor�a del Centro de Asesor�a de Desarrollo Entre Mujeres A.C. (CADEM) y con apoyos de proyectos de la Comisi�n Nacional para el Desarrollo de los pueblos Ind�genas (CDI) y la Secretaria de Salud (S.S.A.) (Terven, 2009).
Actualmente la CAMI brinda atenci�n a las mujeres ind�genas de la regi�n; en �sta participan como promotoras algunas socias de la Masehual Siuamej. La CAMI ser�a entonces la segunda representaci�n simb�lica y material de consolidaci�n que se deriv� de los pactos entre mujeres.
Con base en lo anterior, es pertinente explorar las implicaciones que tienen los procesos organizativos de las mujeres. Para continuar con la exploraci�n de c�mo los pactos y alianzas que han realizado las mujeres nahuas de la Masehual Siuamej Mosenyolchicahuani han incidido en trastocamientos de los preceptos patriarcales de la condici�n masculina, se realiz� la siguiente investigaci�n.
Mujeres ind�genas unidas que se apoyan: alianzas como alternativas para subvertir y trastocar el sistema patriarcal
Este trabajo de investigaci�n se desarroll� bajo una metodolog�a de investigaci�n feminista de corte cualitativo. La metodolog�a feminista se caracteriza por la generaci�n de conocimientos que permiten la desarticulaci�n de la opresi�n de las mujeres, desde una posici�n pol�tica de compromiso con la lucha contra la desigualdad de g�nero y hacia la transformaci�n social (Casta�eda, 2008).
En este estudio se opt� por una aproximaci�n cualitativa y una concepci�n de la realidad como construcci�n social, donde los individuos participan activamente en la construcci�n de significados a partir de la teorizaci�n de la experiencia, en contextos y situaciones particulares (Richard, 1996); en este caso se exploraron los pactos y alianzas entre las mujeres en su camino por una vida digna.
Es fundamental la realizaci�n de estudios que permitan develar las formas espec�ficas de opresi�n que viven las mujeres (Blazquez, 2010; Casta�eda, 2008; Tena, 2010), al reconocer las desigualdades que se derivan de las otras opresiones por etnia y clase, bajo el entendido de que las mujeres no componen un grupo homog�neo y por lo tanto experimentan formas opresivas de vida diferentes (Hern�ndez, 2008; Mohanty, 2008; Paredes & Guzm�n, 2014). Al mismo tiempo que se visibilicen las luchas y resistencias que han sostenido las mujeres y generar el reconocimiento de las implicaciones que estas han tenido en el cuestionamiento del sistema patriarcal.
Co-teorizadoras y co-teorizadores
Se llev� a cabo un proceso de co-teorizaci�n con personas, mujeres y hombres, integrantes o cercanas a la Organizaci�n Masehual Siuamej[8]: 54 socias y 15 hombres familiares (solamente uno de ellos permanec�a como socio). Se sostuvieron un total de 69 conversaciones-entrevistas personales y 6 conversaciones-entrevistas colectivas con mujeres.
Las conversaciones-entrevistas individuales fueron realizadas, en su mayor�a, en cada una de las casas de las compa�eras; en algunos casos se realizaron en los parques, de camino en las carreteras, en el traspatio o en la entrada de la casa. Las grupales se realizaron en los locales que las socias tienen en cada comunidad[9], a excepci�n de las socias de Zinacapan y San Andr�s Tzicuilan las cuales se llevaron a cabo en casa de una de las artesanas.
T�cnicas de recolecci�n y an�lisis de la informaci�n
Se concert� la implementaci�n de tres t�cnicas diferentes (diario de campo,entrevistas grupales e individuales). Para fines de este trabajo, se presentar�n algunos testimonios derivados de las entrevistas individuales y grupales, en la modalidad de entrevistas semiestructuradas de tipo etnogr�fica (Flick, 2004). La informaci�n de las diferentes t�cnicas de recolecci�n se trabaj� mediante el an�lisis de contenido cualitativo (Ruiz, 1996).
Consideraciones �ticas
Durante la exposici�n de los objetivos de este estudio ante quienes participaron, se hizo hincapi� en el car�cter an�nimo y confidencial de la informaci�n, por lo cual se utilizaron seud�nimos para no develar las identidades de las y los participantes. Se cont� con la participaci�n de personas que fungieron como traductoras en aquellos casos en que las personas hablaran �nicamente n�huat[10].
Trastocamientos a los nodos patriarcales en su camino por una vida digna
A continuaci�n, presentamos testimonios de las mujeres de la Organizaci�n Masehual Siuamej y de los hombres familiares, a trav�s de los cuales se lograron identificar pactos entre mujeres que se han derivado en trastocamientos dentro de los diferentes nodos patriarcales.
Alianzas para de-construir la divisi�n sexual del trabajo
En el contexto de las comunidades de Cuetzalan, Puebla las mujeres nahuas artesanas mencionan que tuvieron dificultades para comenzar a organizarse y salir a las reuniones, debido a que por medio de la coerci�n social se intentaba regresar a las mujeres al lugar que tradicionalmente han sido asignadas (Cobo, 2011). Esto se ve representado en lo que Mar�a nos relata:
�porque dec�a mi esposo, -�por qu� te vas?, �por qu� dejas los hijos? Si yo no voy a estar, yo voy a trabajar, t� tienes que estar en la casa- y de ah� ya empezamos los problemas. Pero pues yo como, como no quisiera dejar mi organizaci�n le dec�a -pero es que voy a la reuni�n�-, dice �no- dice, -porque me dice mi mam� que no, que te va a estar en la casa, que vas a cuidar los hijos- dice, -hay que lavar la ropa, hay que lavar los trastes, ese es tu quehacer-. (38 a�os, comerciante y artesana, soltera, 2 hijos y 3 hijas)
En el fragmento anterior se puede observar que el esposo refiere que �l va a salir a trabajar. Adem�s, �l se apoya en lo dicho por la madre que ella va a estar en la casa. El relato representa una vivencia compartida por la mayor�a de las socias: la existencia de la presi�n social, para continuar re-produciendo la divisi�n sexual del trabajo; pero lo m�s importante, es la observaci�n de que, a partir del ingreso de las mujeres a la organizaci�n esta divisi�n sexual se trastoca, con lo que se ponen en cuesti�n varios preceptos patriarcales de la masculinidad, como son la proveedur�a y la autoridad familiar como exclusivas de los varones (Capella, 2007).
Mar�a continu� participando en la organizaci�n, lo que desencaden� diversos episodios de violencia, al igual que expresan varias de sus compa�eras, pero en su caso termin� por separarse de su esposo, convirti�ndose as� en la principal proveedora econ�mica de sus hijos e hijas.
Sin embargo, al ir transformando su entorno, las artesanas se vieron expuestas a diferentes formas de castigo social por las transgresiones a los roles de g�nero tradicionales, que suele tener altos costos, como el de poner en riesgo su integridad f�sica al sufrir maltrato.
Para poder contrarrestar lo anterior, en un momento del proceso organizativo las socias acordaron/pactaron educar de forma diferente a sus hijas e hijos. Por una parte, convinieron en repartir los quehaceres dom�sticos de forma equitativa y no en funci�n del sexo biol�gico. Por otra, al concientizarse de sus propias dificultades para poder estudiar, estipularon darles educaci�n formal a todas y a todos por igual. Teresa refiere respecto a la repartici�n de las labores dom�sticas que:
�hac�a falta saber m�s acerca de nuestros derechos, para poder defendernos, para poder valorarnos y de ah� surgi� la idea de ense�arles como a nuestros hijos otra educaci�n y ya empezamos a involucrarlos en los quehaceres de la casa. Porque anteriormente era s�lo la ni�a la que la llen�bamos de trabajo mientras que el ni�o se iba a jugar y no hac�a gran cosa en la casa y hasta mandaba a sus hermanitas. Pero nosotras vimos que era importante que ellos tambi�n aprendieran a hacer el quehacer porque as� ya se iba repartiendo las tareas y la ni�a tambi�n ten�a un poquito de tiempo para jugar o hacer otra cosa. (Teresa, 59 a�os, artesana, casada, 4 hijas y 4 hijos)
As� en la defensa de sus derechos fueron pactando, entre ellas, alternativas que cambiaron la forma de educar a sus hijos en cuanto a la repartici�n de las tareas del hogar, trasminando as� los preceptos de la ideolog�a masculina que sostiene que el hombre debe ser el proveedor y jefe del hogar (Capella, 2007) sin involucrarse en las labores del hogar que son tareas que se han naturalizado como exclusivas de las mujeres (Lagarde, 2011).
Algunos de los hijos y esposos de las socias dieron testimonios de c�mo se han ido incorporando al trabajo dom�stico. Daniel recuerda que:
�desde chiquito s�, me dedicaba yo a lavar trastes, a veces le ayudaba yo a guisar, a veces, no siempre, nam�s me dec�a que cortara yo los chiles y la cebolla, tambi�n barrer, barr�a yo, acomodaba yo la casa y� y en cuesti�n pues me mandaban al molino, �bamos al molino y lleg�bamos, mandados igual, desde chiquito s� fui� y hasta ahorita conmigo se apoya mi mam�. (25 a�os, soltero, t�cnico en computaci�n, danzante y campesino, sin hijos)
Amalia, al igual que varias socias de las diferentes comunidades, refiere han observado cambios en este aspecto por parte de sus hijos varones:
�lo que veo en mis hijos, que, si no le da tiempo su esposa, mejor lo que lavan, �l lo ba�a a sus hijos, �l lo arregla que vaya a la escuela, s�. Si no tiene tiempo para hacerse la comida pues ellos lo hacen ya. (Entrevista Grupal San Miguel Zinacapan, Amalia, 50 a�os, artesana, casada, ama de casa, 4 hijos)
Sin embargo, es necesario se�alar y visibilizar que estas labores del hogar llevadas a cabo por algunos de los hombres de sus familias son vistas como complementarias y no se dan de forma constante, es decir se llevan a cabo en las situaciones en la que las mujeres no tienen tiempo, por salir a trabajar fuera de casa o cuando est�n enfermas. La carga de trabajo para las mujeres sigue siendo superior. Tambi�n es importante se�alar que existe una diversidad en los alcances y las limitaciones surgidas de estos acuerdos de las socias en la re-educaci�n de los hijos e hijas, es decir, la historia de la comunidad, familiar y las historias personales van a dar pauta a diferentes apropiaciones y configuraciones de las condiciones de g�nero.
No obstante, es imprescindible enfatizar en el papel que estas mujeres organizadas juegan en los cuestionamientos de la vida de los varones, mediante estos pactos entre y para ellas se vuelven transformadoras de cultura.
Alianzas contra la violencia y dominaci�n masculina en el proceso organizativo de las mujeres
En los diferentes testimonios se encontr� constantemente que el hecho de que las mujeres salieran de sus hogares a las reuniones o a la venta de artesan�as les ocasionaba y/o potencializaba una serie de problemas con la pareja y con la familia, debido a que iban en contra de lo que tradicionalmente les correspond�a como mujeres, en varios casos se dieron episodios de violencia. Arturo es unos de los hombres que ejercieron violencia hac�a su esposa, debido a que sal�a a las reuniones y relata que:
Lleg� un tiempo que de verdad me pas�, le di sus guamazos, por, por causa de otras, causa de otras personas� No pues, es que, me dec�an que andaba con fulano, que para all� y -mira esto, y si no lo ves, ve a verlo y esp�ala�-, -no quiero pegar m�s, como t� dices, t� tienes tu derecho, pero si tienes tu derecho, pero no me humilles tampoco, t� como mujer y yo como hombre tengo mi derecho-, -No, es que yo tengo trabajo ac� y aqu� no me vas a hacer lo que t� quieras, me pegas y yo te demando de volada.-, -Si pero ponte a pensar-, le digo, -las cosas hay que aclararlo, yo no nada m�s te voy a pegar a lo tonto-. (50 a�os, maestro de alba�il, esposo de una de las socias, 4 hijos).
Se observa en este relato que una forma de mitigar la violencia fue aludiendo al discurso de derechos que las mujeres de la Masehual Siuamej iban incorporando como parte de su proceso organizativo, debido a que mencionaron que las asesoras impart�an talleres y/o pl�ticas o invitaban a otras organizaciones a realizar actividades en donde se informaban sobre los derechos de las mujeres y comenzaron a desnaturalizar la violencia. Sin embargo, en el fragmento anterior se puede observar que Arturo imita el discurso derechos de su esposa al decir -yo como hombre tengo mi derecho-, como una forma de justificar la violencia que ejerce en contra de ella. Adem�s, alude a la justificaci�n racional de su violencia diciendo que -yo no nada m�s te voy a pegar a lo tonto-.
Amalia, esposa de Arturo, sufr�a episodios de violencia constantemente, su historia es una historia que comparte con otras mujeres de su organizaci�n, ella nos cuenta que:
�una vez que lleg�, yo pens� hasta ah� nom�s, a ver qui�n va, yo o �l. Estaba lavando y lleg�, me acerc� ah� al lavadero y me agarr� de mi cabello, pero como est� largo mi cabello y pues todav�a lo que puedo yo, me volte� y ya despu�s lo que yo agarr� con su cabello y yo le pegu�, porque yo como le dije, -ah� vas a ver lo que Dios dice-, me muero y se muere, pero no. S� la mera verdad que �l fue lo que le pegu�. As� lo que me dijo que yo soy abusiva, yo le digo -yo no soy abusiva, me estoy defendiendo porque yo tengo mis hijos, si me matas, con qu� va a vivir mis hijos-. (50 a�os, artesana, casada, ama de casa, 4 hijos)
Amalia responde a la violencia que ha estado viviendo y pone resistencia al resguardarse en su papel de madre, al poner en primer lugar a sus hijos antes que, a ella misma, lo que posiblemente sea una estrategia de trasgresi�n que comparten los movimientos de mujeres ind�genas.
Arturo, el hijo menor Amalia y Arturo, se�ala la violencia que vivi� su madre cuando sal�a de casa, y c�mo ella fue quien expl�citamente frena esta situaci�n de maltrato, mostrando as� el papel activo que juegan las mujeres en las resistencias y luchas que se dan en el d�a a d�a. Arturo nos comparte que:
Antes pues mi pap� era muy celoso y no dejaba a mi mam�, salir de la casa. Llegaba al punto de que le pegaba�mi mam�se cans� de eso ya le puso un alto y le dijo que si segu�a as� lo iban a dejar a mi pap�. (20 a�os, estudiante, campesino, ayudante de alba�il, soltero)
Amalia, al igual que varias de sus compa�eras de la Masehual Siuamej de otras comunidades demand� a Arturo bajo el asesoramiento que brinda la CAMI. Actualmente forma parte del grupo de promotoras de la Casa de la Mujer Ind�gena, que como se mencion� anteriormente, da atenci�n a las mujeres ind�genas que sufren violencia en las comunidades alrededor de Cuetzalan, Puebla. La atenci�n que brida la CAMI ha permitido contrarrestar las pr�cticas de violencia que los hombres cometen hacia ellas, a trav�s del reconocimiento de sus derechos como mujeres.
�algunas compa�eras dec�an -s� ya conoc� mis derechos, que s�, que ya me quiero defender, que mi se�or de por s� me viene tratando mal desde aquel tiempo y ahora ya me quiero demandar, o ya me demand� pero ahora quiero que me acompa�en como organizaci�n porque soy socia de ac� y estoy participando, quiero que me acompa�en porque, este, yo no s� hablar en espa�ol, no s� leer, y lo me van a hacer firmar eh, una acta de acuerdo, no s� si estoy de acuerdo o no, que me van a�seg�n me van a leer pero siempre es a favor de los hombres-. Y es cuando se empez� a acompa�ar a las compa�eras. (Celeste, 50 a�os, artesana, casada, 2 hijos)
Celeste enfatiza la forma en que las socias en colectividad se van transformando, convirti�ndose as� en sujetas pol�ticas mutuamente y reclaman sus derechos (Lagarde, 2006). Con estos sucesos desde lo cotidiano hasta en el �mbito institucional, las mujeres de la Masehual Siuamej realizan acciones en su proceso por una vida digna que exige una reconfiguraci�n del deber ser de las mujeres en su contexto cultural y construyen formas alternativas de vida menos opresivas.
Transformaciones alrededor de la sexualidad y el cuerpo de las mujeres
En torno a la sexualidad y el cuerpo de las mujeres no se han llevado a cabo pactos de forma expl�cita. Sin embargo, las alianzas que se han establecido en el proceso organizativo y las acciones que han tomado en torno a la defensa de sus derechos en contra de la violencia, les ha impactado en la forma en que ellas concept�an la sexualidad y sus cuerpos.
Repetidamente las socias comentaron que fueron pactadas por sus padres y sus esposos. En los casos m�s graves los hombres arremetieron contra las mujeres al llev�rselas con enga�os o sin su consentimiento a las casas de los padres de ellos para despu�s presentarse ante las familias de las mujeres y forzar su casamiento. En otros casos, las mujeres conocieron con quien se iban a casar hasta el d�a de su boda.
�yo me cas� a la usanza antigua, o sea no fue mi novio, mi esposo. �l me pidi� con su mam� y su familia, invitan a personas que los acompa�en, [�] se le dio una negativa y despu�s volvieron a insistir y ya mi pap� y mi mam� platicaron y pues le dijeron que estaba bien, que pon�an tres a�os de plazo. Pero despu�s ellos no quisieron los tres a�os y solamente fueron dos a�os de plazo. [�] Y yo iba a cumplir 16 a�os�, entonces fue cuando yo me cas�. (Teresa, 59 a�os, artesana, casada, 4 hijas y 4 hijos)
Con el paso del tiempo y como parte de la misma organizaci�n se han ido implementando talleres que han impactado de forma indirecta en las socias en las decisiones en torno a su sexualidad y su cuerpo, como por ejemplo el n�mero de hijos e hijas que deciden tener. Adem�s, la propia organizaci�n ha servido, como lo hemos visto como un respaldo y acompa�amiento en la toma de decisiones para transformar sus vidas.
Marcela antepuso su decisi�n de continuar en la organizaci�n y actualmente vive como madre soltera, el motivo que contribuyo finalmente a la separaci�n fue el que ella decidiera sobre su cuerpo.
� tuvimos m�s problema con el pap� de mis hijos, nos separamos tambi�n, dice -nunca me vas a entender, te vas y te vas, t� sigues con tu organizaci�n-, -s�, yo voy a seguir-. Porque la mera verdad antes s� me ayudaba, pero despu�s de que vio que me planifiqu� con el dispositivo dice �no-, y dec�an mis cu�adas y mi suegra, -no, se planific� porque quiere andar con los hombres-. (38 a�os, comerciante y artesana, soltera, 3 hijas, dos hijos)
La presi�n social que las mujeres como Marcela viven por parte de sus parejas, familias y de las personas de la comunidad para que se mantengan en condiciones de subordinaci�n pueden ser contrarrestadas por actos subversivos de las mujeres en colectivo.
Apropiaci�n econ�mica y pol�tica mediante acuerdos entre las socias
Las socias junto con las asesoras fueron evaluando las problem�ticas y las oportunidades para poder mejorar sus condiciones de vida y la de sus familias, de esta forma surge el proyecto del hotel Taselotzin, el cual fue aprobado en la asamblea general y aunque s�lo 45 de las 200 socias participaron en la realizaci�n del proyecto, este se pudo llevar a cabo por las contribuciones y faenas (trabajo colectivo) de las artesanas y sus familiares.
�apropiarnos de la idea, no fue nada f�cil, nuestros temores al endeudamiento, nos imped�an decidirnos, as� que nos llev� tiempo concretarla, lo cual implic� platicar con las compa�eras en las reuniones de cada comunidad, en las reuniones de consejo y, finalmente, llegar a una resoluci�n. [�] Realizamos la compra del terreno en donde est� actualmente nuestro hotel. (Masehual Siuamej Mosenyolchicauani, 2016, pp. 46-48)
En este contexto trastocaron la condici�n de g�nero de las mujeres en dos sentidos, primero debido a que las propiedades hist�ricamente en gran parte del mundo han reca�do en manos de los hombres; las mujeres socias del hotel lograron apropiarse de la idea del proyecto y finalmente del espacio en el cual han materializado su lucha. Al mismo tiempo, que al constituir el hotel las socias han tenido la posibilidad de contar con recursos materiales e inmateriales (como talleres de capacitaci�n para el manejo de la administraci�n y funcionamiento del hotel) que les ha permitido transformar sus condiciones de vida.
Asimismo, al constituirse el hotel, las socias han sido cofundadoras de diversas redes de turismo ind�gena; adem�s organizarse les ha permitido tener una mayor participaci�n pol�tica en las asambleas comunitarias.
Con el ejemplo de las mujeres de la Masehual Siuamej, que unidas se han apoyado durante 30 a�os, se visibiliza y posibilita la identificaci�n del proceso de trastocamiento de los preceptos patriarcales. Su historia puede servir de ejemplo y como una ense�anza para que las mujeres pactemos entre nosotras, nos reconozcamos y construyamos como sujetas pol�ticas para combatir la desigualdad social y tener una vida digna.
Vaivenes reflexivos
En la realizaci�n de las investigaciones sociales es necesario asumir una postura pol�tica que posibilite la desarticulaci�n de las desigualdades sociales en general y la opresi�n de las mujeres en espec�fico (Casta�eda, 2008; Tena, 2010).
En este sentido, es necesario conocer los diferentes sistemas de opresi�n y partir de esta diversidad para reconocer las diferencias en las formas de vida opresivas hacia las mujeres (Lagarde, 2011; Mohanty, 2008). Las mujeres ind�genas organizadas en M�xico se han enfrentado a la opresi�n por su condici�n de g�nero, su origen �tnico y su clase social (Lagarde, 2011).
No obstante, se pueden observar las luchas y resistencias mediante las cuales las mujeres de desaf�an diariamente las adscripciones de su condici�n de g�nero, tanto en los espacios privados como en los comunitarios (Masson, 2008; Figueroa-Rodr�guez et al., 2014), tal y como lo han hecho las mujeres de la organizaci�n Masehual Siuamej.
Las socias han sido capaces de establecer alianzas por m�s de 30 a�os y han ido realizando pactos que trastocan la dominaci�n patriarcal y cuestionan las formas opresivas de vida en las que se encontraban. Los acuerdos que han tomado como organizaci�n y bajo el respaldo de la misma, han servido para contrarrestar la violencia hacia las mujeres. Incorporan un discurso de derechos que han ido construyendo a lo largo de su proceso organizativo. Les ense�an a sus hijos e hijas que existen otras formas de ser hombres y ser mujeres m�s igualitarias.
Sin embargo, nada est� concluido, ellas en estos momentos seguramente en sus hogares, en las calles de las comunidades, ante las instituciones, contin�an luchando por una vida digna. La historia de las Mujeres ind�genas unidas que se apoyan es un ejemplo sustancial de que la mejor forma de contrarrestar la opresi�n en las que hemos vivido a lo largo de la historia es establecer pactos y alianzas entre mujeres (Cobo, 2011; Lagarde, 2006).
Referencias
Amor�s, C. (1992). Notas para una teor�a nominalista del patriarcado. Aspark�a Investigacio Feminista, 1, 15-37. Disponible en: http://www.e-revistes.uji.es/index.php/asparkia/article/view/412/331
Alberti, P. (1998). La organizaci�n de mujeres ind�genas como instrumento de cambio en el desarrollo rural con perspectiva de g�nero. Revista Espa�ola de Antropolog�a Americana, 28, 189-213. Disponible en: http://revistas.ucm.es/index.php/REAA/article/viewFile/REAA9898110189A/23998
Berbel, S., C�rdenas, M. & Paleo, N. (2013). Ideas que cambian el mundo. Madrid: C�tedra.
Blazquez, N. (2010). Epistemolog�a feminista: temas centrales. En N. Blazquez, F. Flores & M. R�os (coord.), Investigaci�n feminista. Epistemolog�a, metodolog�a y representaciones sociales (pp. 21-38). M�xico: UNAM- CEIICH; CRIM; Facultad de Psicolog�a.
Capella, S. (2007). �S�lo trabajadores/proveedores? En M. L. Jim�nez & O. Tena (Coord.), Reflexiones sobre masculinidades y empleo (pp. 153-180). M�xico: Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, UNAM.
Casta�eda, P. M. (2008). Metodolog�a de la Investigaci�n Feminista. M�xico: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM; Fundaci�n Guatemala. (Versi�n electr�nica)
Cobo, R. (2011). Hacia una Nueva Pol�tica Sexual. Madrid: La Catarata.
Figueroa-Rodr�guez, M. R.; Mart�nez-Corona, B & �lvarez-Gaxiola, F. (2014). Generaci�n de poder en una organizaci�n de mujeres artesanas en Puebla, M�xico. Ra Ximhai, 10(7), 101-116. Disponible en: http://www.redalyc.org/pdf/461/46132451007.pdf
Flick, U. (2004). Introducci�n a la investigaci�n cualitativa. Madrid: Morata.
Gargallo, F. (2012). Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra Am�rica. Bogot�: Desde Abajo.
Hartmann, H. (1980). Un matrimonio malavenido: hacia una uni�n m�s progresiva entre marxismo y feminismo. Papers Fundaci�/88, 1-32. Disponible en: http://www.fcampalans.cat/archivos/papers/88.pdf
Hern�ndez, R. A. (2008). Di�logos e identidades pol�ticas: g�nesis de los procesos organizativos de mujeres ind�genas en M�xico, Guatemala y Colombia. En R. A. Hern�ndez (Edit.), Etnograf�as e historias de resistencia. Mujeres ind�genas, procesos organizativos y nuevas identidades (pp. 45-125). M�xico: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolog�a Social; Programa Universitario de Estudios de G�nero.
Lagarde, M. (1997). G�nero y feminismo. Desarrollo humano y democracia. Cuadernos Inacabados. No. 25. Madrid: Horas y Horas.
Lagarde, M. (2006). Pactos entre mujeres, sororidad. Ponencia presentada al Departamento de comunicaci�n de CELEM. Coordinadora Espa�ola para el lobby europeo de mujeres. 10 de octubre. Disponible en: http://e-mujeres.net/sites/default/files/pacto_entre_mujeres_sororidad.pdf
Lagarde, M. (2011). Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. M�xico: Universidad Nacional Aut�noma de M�xico.
Lagarde, M. (2012). Claves feministas para la despatriarcalizaci�n. En Coordinadora de la Mujer, Mujeres en di�logo: Avanzando hacia la despatriarcalizaci�n (pp. 17-38). La Paz: Coordinadora de la Mujer. Disponible en: http://www.bivica.org/upload/mujeres-despatriarcalizacion.pdf
Lugones, M. (2011). Hacia metodolog�as de la decolonialidad. En X. Leyva, A. Hern�ndez, J. Alonso et al. (Coord.), Conocimientos y pr�cticas pol�ticas: Reconocimiento desde nuestras pr�cticas de conocimiento situado (pp. 790-815). M�xico: Ciesas, Unicach, Pdtg-Unmsm.
Masson, S. (2008). TzomeIxuk: una historia de mujeres tojolabales en lucha. M�xico: Plaza y Vald�s.
Masehual Siuamej Mosenyolchicauani. (2016). Hilando nuestras historias. El camino recorrido hacia una vida digna. M�xico: Masehual Siuamej Mosenyolchicauani.
Mej�a, S. (2008). Los derechos de las mujeres nahuas en Cuetzalan. La construcci�n de un feminismo ind�gena desde la necesidad. En R. A. Hern�ndez (Ed.), Etnograf�as e historias de resistencia. Mujeres ind�genas, procesos organizativos y nuevas identidades pol�ticas (pp. 453-502). M�xico: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolog�a Social; Universidad Nacional Aut�noma de M�xico y Programa Universitario de Estudios de G�nero.
Miguel de, A. (2014). La dial�ctica de la teor�a feminista: lo que nos une, lo que nos separa, lo que nos hace avanzar. Revista Internacional de Filosof�a. 63, 191-204. Disponible en: http://dx.doi.org/10.6018/daimon/199711
Millet, K. (1975). Pol�tica sexual. M�xico: Aguilar.
Mohanty, Ch. (2008). Descentrando la teor�a. En L. Su�rez y A. Hern�ndez (Edit.), Descolonizando el Feminismo: Teor�as y Pr�cticas desde los M�rgenes (pp. 112-161). Madrid: C�tedra.
Paredes, J. & Guzm�n, A. (2014). El tejido de la rebeld�a. �Qu� es el feminismo comunitario? La Paz: Comunidad Mujeres Creando Comunidad.
P�rez, E. (2010). Dificultades y contradicciones en la configuraci�n de las identidades masculinas nahuas de tres generaciones de hombres de la sierra norte de Puebla: Estudio de caso. Disertaci�n doctoral no publicada, Universidad Complutense de Madrid, Madrid.
Quijano, A. (2007). Colonialidad del poder y clasificaci�n social. En S. Castro-G�mez & R. Grosfoguel (comps.), El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epist�mica m�s all� del capitalismo global (pp. 93-126). Bogot�: Siglo del Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contempor�neos y Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Pensar.
Richard, N. (1996). Feminismo, experiencia y representaci�n. Revista Iberoamericana, 62(176−177), 733−744. Disponible en: http://revista-iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/download/6256/6432
Rubin, G. (2013). El tr�fico de mujeres: notas sobre la �econom�a pol�tica� del sexo. En M. Lamas (comp.), El g�nero. La construcci�n cultural de la diferencia sexual (pp. 35-96). M�xico: Miguel �ngel Porr�a; Programa Universitario en Estudios de g�nero, UNAM.
Ru�z, J. I. (1996). Metodolog�a de la investigaci�n Cualitativa. Bilbao: Universidad de Deusto.
Tena, O. (2010). Estudiar la masculinidad, �Para qu�? En N. Blazquez, F. Flores & M. R�os (Coord.), Investigaci�n feminista. Epistemolog�a, metodolog�a y representaciones sociales (pp. 271-291). M�xico: Unam, Ceiich, Crim, Facultad Psicolog�a.
Terven, A. (2009). Justicia ind�gena en tiempos multiculturales. Hac�a la conformaci�n de un proyecto colectivo propio: la experiencia organizativa de Cuetzalan. Disertaci�n doctoral no publicada, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropolog�a Social, M�xico. Disponible en: http://ciesasdocencia.mx/Tesis/PDF/563.pdf
Tovar, M. y Tena, O. (septiembre, 2015). �Transformaciones o mutaciones? Preceptos patriarcales de la condici�n masculina en comunidades ind�genas de la Sierra Norte de Puebla. VIII Congreso Nacional de la Academia Mexicana de Estudios de G�nero de los Hombres, Ciudad de M�xico.
Villa, R. (2012). Las mujeres nahuas y su experiencia del Juzgado Ind�gena de Cuetzalan, Puebla. En R. A. Hern�ndez & A. Canessa (Edit.), Complementariedades y exclusiones en Mesoam�rica y los Andes (pp. 245-253). Lima: Grupo Internacional de Trabajo sobre Asuntos Ind�genas. Disponible en: http://www.iwgia.org/iwgia_files_publications_files/0572_Genero_complementaridades_y_exclusiones_en_Mesoamerica_y_los_Andes.pdf
Zapata, E. & Su�rez, B. (2007). Las artesanas, sus quehaceres en la organizaci�n y en el trabajo. Sociedad, Cultura y Desarrollo Sustentable. 3(3), 591-620. Disponible en: http://www.ejournal.unam.mx/vol03-03/RXM003000301.pdf
Notas