Canibalismo moderno: el comercio de partes humanas[1],[2]

Modern cannibalism: The trade in human body parts

Canibalismo moderno: o comércio de partes humanas

Christine F. Black
Griffith University, Australia

Canibalismo moderno: el comercio de partes humanas[1],[2]

Tabula Rasa, núm. 26, 2017

Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca

Recepción: 17 Enero 2016

Aprobación: 15 Diciembre 2016

Resumen: El presente artículo argumenta en favor del innatismo moral, y explora sus posibles aplicaciones en el caso del tráfico global de órganos humanos. Particularmente, el artículo busca que el lector acceda a sus «sentimientos de comportamiento legítimo», los cuales se basan en el entendimiento jurisprudencial indígena de que este «comportamiento legítimo» surge desde el interior de la persona, en lugar de a través de la coerción basada en la aplicación de la ley. Este artículo pide al lector considerar una variedad de asuntos alrededor del tráfico ilegal de órganos y partes humanas, y lo que este tráfico nos pueda indicar acerca de la demanda de aquellos órganos, provenientes del Sur Global por el Norte Global. Asimismo, el artículo se enfoca en la incapacidad del Norte Global de cultivar y mantener una cultura en la cual la muerte sea un rito de paso significativo.

Palabras clave: ley indígena, tráfico de órganos y partes humanas, cirujanos de trasplantes, muerte y morir, film, México.

Abstract: This article argues that a sort of ‘moral innatism’ underpinned social activism around the case of human organ trafficking. The article is an innovative piece in that it asks the reader to tap into their ‘feelings of lawful behaviour’, based on the Indigenous jurisprudential understanding that lawful behavior comes from inside the person, rather than through legal enforcement. This article asks the reader to consider the issues surrounding the illegal trade in human body parts and what it says about the Wests demand for body parts from The South and its inability to cultivate a culture in which death is a significant rite of passage.

Resumo: O presente artigo argumenta a favor do inatismo moral, explorando suas possíveis aplicações no caso do tráfico global de órgãos humanos. Em particular, o artigo busca que o leitor acesse seus «sentimentos de comportamento legítimo», os quais se fundamentam na compreensão jurisprudencial indígena de que esse «comportamento legítimo» surge do interior da pessoa e não a partir da coerção baseada na aplicação da lei. Este artigo convida o leitor a levar em consideração uma variedade de questões em torno do tráfico ilegal de órgãos e de partes humanas e aquilo que esse tráfico pode indicar acerca da demanda por órgãos, provenientes do Sul Global em direção ao Norte Global. O artigo também enfoca na incapacidade do Norte Global de cultivar e manter uma cultura em que a morte seja um rito de passagem significativo.

Palavras-chave: lei indígena, tráfico de órgãos e partes humanas, cirurgiões de transplantes, morte e morrer, filme, México.


Belén - 2017

Belén - 2017

Johanna Orduz

Partes humanas flotando a la deriva

Cinco pies humanos han aparecido, arrojados por la marea, en las costas de las islas alrededor de Vancouver desde agosto del año pasado, incluyendo dos de ellos en las últimas cuatro semanas. Todos, a excepción del que apareció en Westham Island, han sido pies derechos. Todos menos uno, parecen ser pies masculinos, y todos llevaban puesto calzado de entrenamiento Reebok, Nike o Adidas. Los primeros cuatro eran todos talla 12 (Glaister, 2008).

Desde 2007(-2012) nueve pies mutilados, la mayoría de ellos aun dentro de zapatillas deportivas, han sido arrojados por las olas en las costas de la Columbia Británica y del estado de Washington, lanzando sobre ambas naciones un escalofriante acertijo acerca de sus oscuros orígenes (Callahan, 2012).

Dieciséis de estos pies humanos cercenados han sido encontrados desde 2007 (-2016) en la Columbia Británica, Canadá; y en el estado de Washington. La mayoría eran pies derechos, todos ellos usaban calzado para correr o para excursionismo (Wang, 2016).

¿Pero qué es aquello que tan insidiosamente flota en las aguas del glorioso mar de Salish, y aún más allá? Pies cercenados a la deriva, con Nike y otras reconocidas marcas bordadas en las zapatillas mojadas que aun calzan, casi como listos para salir en sus raudas carreras. Continúan apareciendo aún en 2016. El fenómeno fue investigado por el experto en objetos flotantes, Curtis Ebbesmeyer, quien descarta el mito de un simple «efecto de grupo»: «una perspectiva general podría hallarse en el hecho de que frecuentemente aparecen partes humanas aquí y allá», señala este oceanógrafo retirado, dedicado ahora a explorar las costas, y quien está escribiendo un libro sobre restos de naufragios y otros objetos flotantes, que será publicado el próximo año con el título The Floating World. «Pero esto es diferente», admite. «Nunca había sucedido que tuviéramos cinco piezas de una misma parte del cuerpo al mismo tiempo. Eso sí que es extraño».

La policía no ha hecho mayores comentarios, pero el exoficial de policía de Toronto Mark Mendelson señaló que simplemente son demasiadas piezas humanas como para que se trate de una casualidad, comenta: «uno se pregunta: ¿porque esto sólo está sucediendo en la Costa Oeste? ¿Por qué estas partes humanas no aparecen en las costas de Nueva Escocia, o en Saint Jhon´s, o cerca de la costa de Nueva Jersey? Hay algo muy pero muy extraño aquí» (CTVNews Staff, 2011).

¿Qué es lo que hace aparecer estas partes humanas flotando en las aguas y las lleva a culminar en la tierra de los Comedores de Lotos, un apodo que sus connacionales dan a los habitantes de Vancouver? (Thomas, 2016) ¿Existe acaso alguna historia mayor sobre partes humanas a la deriva? ¿O se trata tal vez de una historia sobre el comportamiento legítimo ante los rituales de la muerte, con todas las partes del cuerpo intactas? ¿Y que nos podrá decir además esta historia sobre el comportamiento predatorio del Norte global sobre el Sur? Finalmente, ¿Quiénes serán los héroes y heroínas de este capítulo?

Un asesino en fuga

Los diarios canadienses nos informan que el arribo de estos pies corredores tránsfugos comenzó de pronto en el año 2007, y ha continuado desde entonces, un pie aquí, otro pie allá. Cuando como con un ánimo de extrañeza por la falta de otras partes humanas, justo durante el punto más álgido de la histeria creada por los hallazgos, una asesina de Montreal de nombre Magnotta, en un acto de imitación, se encarga de enviar por correo manos y pies cercenados al partido conservador canadiense y más tarde a dos escuelas en Vancouver (Maccharles, 2012).

Quizá Magnotta no veía daño alguno en sus bizarros actos; después de todo, los niños de las escuelas de Vancouver eran por entonces llevados en masa a presenciar la exhibición de cuerpos muertos, fallecidos no hacía mucho, llamada Mundos del Cuerpo, representando una especie de deleite voyerista al observar cuerpos desollados y plastificados para conservar una apariencia de frescura. Todo en nombre de la educación.

¿Podría quizá esta ser una pista sobre el arribo de los pies cercenados? ¿Estarían estos al tanto de que al mismo tiempo de su arribo otras partes humanas eran exhibidas, también extirpadas tanto de los cuerpos a los que pertenecieron como de su dignidad? ¿Habrían entonces los pies flotado hasta la costa en solidaridad?

Mundos del Cuerpo

Tal y como sucedía con nuestros antecesores en el pasado, quienes disfrutaban de los espectáculos de fenómenos en que se exhibían rarezas biológicas, la compañía alemana Mundos del Cuerpo ha logrado capitalizar esa curiosidad inherente exhibiendo en Canadá durante varios años, en ciudades como Toronto, Montreal, Vancouver y Edmonton. Todo ello gracias a la «generosidad de quienes donan sus propios cuerpos», y que han insistido en que sus cadáveres sean incluidos en tales exhibiciones (Perkel, 2014).

Una exhibición exitosa según la opinión general, Mundos del Cuerpo presenta una mirada de cerca a unas 200 muestras de los sistemas muscular, nervioso, respiratorio, digestivo y del esqueleto; todo por un precio de $17.00 dólares canadienses (Travelzoo, 2015).

Al enterarnos de que estas exhibiciones deleitan a jóvenes y adultos por igual, podríamos preguntarnos, ¿están las partes humanas flotantes arribando a las costas para tratar de advertir a los Comedores de Lotos locales, que es tiempo de que abran los ojos para cuestionar tales exhibiciones de cuerpos humanos desprovistos de piel?

¿Se necesita en verdad un cadáver desollado para enseñar a las personas el funcionamiento del cuerpo humano? Habiendo asumido el papel del cirujano, ¿puede el espectador –y especialmente los jóvenes- afirmar que están ahora bien informados acerca de cómo funciona el cuerpo humano, y que gracias a la exhibición se ha iluminado el mundo a su alrededor con su recientemente adquirido conocimiento? ¿O se estimula por el contrario un desprecio, como el de la asesina Magnotta, por el cuerpo y por la sacralidad de sus partes, alentándose en nuestros jóvenes la expectativa de que algunos cuerpos están destinados al sacrificio para satisfacer las necesidades de otros? Después de todo, si se quiere lograr que una cosa se vuelva explotable para el mercado ¿no está acaso el truco en convertirla en entretenimiento para los menores y así normalizar cualquier cuestionamiento futuro?

Los comedores de lotos

Vayamos ahora del entretenimiento a la mitología para buscar un entendimiento más profundo de lo que un pie significa en la tierra de los Comedores de Lotos. Hallamos mención de los comedores de lotos en una obra clásica de la antigua Grecia La Odisea –El relato hecho por Homero de las aventuras del héroe Ulises y sus hombres, quienes navegan en un barco por lugares y tiempos distantes. Al aventurarse por mares ignotos encontrando desconocidas criaturas, son golpeados por una tormenta en la que varios hombres caen por la borda y se pierden en las aguas. Sus camaradas sobrevivientes se hallan acongojados, hasta que llegan a la tierra de los comedores de lotos. Se trata de un agradable lugar que les permite relajar sus mentes de su desventura, esto es, hasta que Ulises se da cuenta de que tal estado de pura felicidad puede incapacitar permanentemente a sus hombres y quitarles su bravura. Así que parten sin demora, antes de que los hombres sucumbieran a tal estado opiáceo.

Sin embargo, para nuestros comedores de lotos modernos, la comodidad de no tomar ninguna acción o simplemente descartar los pies flotantes como una extraña coincidencia, aun cuando estos continúan flotando hacia la costa, se mantiene firme en la psique canadiense. Como vimos en el caso del ejemplo previo sobre el rapto de mujeres nativas, asesinadas y desaparecidas, sin que la gente esté dispuesta a tomar conciencia de lo que ocurre en las profundidades obscuras de los bosques. No obstante, este discurso no es una continuación de aquel capitulo anterior sobre Canadá. Es más bien un nuevo punto de inicio, ya que no sólo Canadá, sino muchos países occidentales se hallan in-intencionalmente involucrados en el tráfico ilegal de órganos humanos, que incluye también piel, ojos y piezas dentales. Un comercio que circunda al comercio legal de órganos, el cual, si la académica en derecho Michelle Goodwin se sale con la suya en lo que toca a derechos de herencia (con lo que trataremos más adelante en este capítulo) se encargaría de que cuerpos humanos enteros fueran preservados en hielo, listos para ser cortados en piezas vendibles en el mercado mundial, y puestos en subasta por los hijos de los amados difuntos, que afortunadamente podrán reclamar sus derechos hereditarios. Es así que el siguiente texto trata con estos hechos, los cuales harán que algunos se sientan incomodos y que otros se enfaden. De cualquier modo, todos deberíamos tener una postura al respecto y asumir nuestras predisposiciones, ya que se trata de la historia de nuestro futuro, una historia con lecciones no aprendidas, como la de un pasado de esclavismo que simplemente cambio de forma para convertirse en los altos índices de pobreza y de encarcelamiento de los afroamericanos en los Estados Unidos, según argumenta acaloradamente el neurocientífico afroamericano Carl Hart en su libro High Price (Hart, 2015).

Neo-canibalismo

Vayamos pues a revisar algunos hechos, como lo sería por ejemplo la grisácea realidad de nuestros hermanos y hermanas pobres que viven en las naciones de Europa del Este (Lundin, 2010), convertidas en campos de la muerte para la recolección de partes humanas, incluido el tejido blando utilizado para realzar los rostros de los ciudadanos que ansían tales ofertas. La antropóloga de la Universidad de California Nancy Scheper-Hughes, la detective por excelencia del tráfico ilegal de órganos, atinadamente lo llama un neo-canibalismo de los ricos consumiendo a los pobres, una farisaica violencia transnacional, bio-éticamente sancionada por los que lucran con tales injusticias en los mercados médicos (Scheper-Hughes, 2004). Las compañías farmacéuticas han hallado una agradable fuente de ingreso en los medicamentos anti-rechazo que acompañan a cualquier clase de trasplante, y que deben ser utilizados de por vida (Sutter Health, 2015) ya que el cuerpo reacciona con un rechazo vehemente, como si tratara de decirnos, «¡solo porque pueden hacerlo, no significa que este bien!»

El título Detective de Órganos (Watters, 2014) como de heroína popular, fue acuñado por el periodista Ethan Watters cuando entrevistó a la antropóloga acerca de su carrera invertida en poner al descubierto el comercio ilegal de partes humanas:

La antropóloga Nancy Scheper-Hughes se hallaba haciendo trabajo de campo en el noreste de Brasil, cuando oyó por primera vez acerca de los ladrones de órganos. Era 1987 y un rumor circulaba alrededor de la chabola de Alto do Cruzeiro, en los límites del poblado Timbaúba, en una región cañera de Pernambuco, el cual hablaba de extranjeros que viajaban por los caminos de tierra en vans amarillas buscando niños desatendidos para raptarlos y asesinarlos para obtener sus órganos trasplantables. Más tarde, se decía, los cuerpos de los niños aparecían en zanjas a lo largo de los caminos, o en basureros (Watters, 2014).

Sacrificios humanos post-modernos

Como Scheper-Hughes señala, «Juntos el capitalismo global y la biotecnología avanzada han puesto en circulación nuevos “gustos”, instigados medicamente, para los cuerpos humanos, vivos y muertos, para la piel y los huesos, la carne y la sangre, los tejidos y la médula, y para el material genético de el “otro”». Llama a los trasplantes de órganos y tejidos una «forma post-moderna de sacrificio humano», y acusa a los cirujanos de trasplantes de conspirar para inventar una «necesidad creada artificialmente… para una población en constante expansión de gente que enferma, envejece y muere» (Watters, 2014).

Tal y como los abolicionistas lucharon con fuerza para convencer a sus compatriotas dueños y comerciantes de esclavos, de que adentro de esas pieles obscuras existían seres humanos, de igual manera Scheper-Hughes nos recuerda que lo que nos trae el vergonzoso tráfico de órganos es una repetición del horrendo pasado del tráfico de esclavos, solo que esta vez los cuerpos son seccionados en partes vendibles por separado. Este, entonces, es el elemento esencial en esta argumentación, pues esta forma moderna de tráfico de esclavos, ahora en la forma de tráfico de órganos y partes humanas, es «igual que siempre» tan lucrativa ahora como lo fue en el pasado. Esta delincuencia moral sigue aún a plena vista, con el público tan cómplice como siempre. En el pasado el comercio de esclavos era por motivos esencialmente económicos, para levantar naciones; ahora el tráfico de partes humanas es para mantener a los ciudadanos con vida, pero, desde luego, los ricos primero y los pobres al último.

La muerte es descartada

Reacios en su ignorancia (¿o se trata de inmadurez?) para aceptar que la muerte es una parte natural de la condición de ser humano, los pacientes adinerados del Norte Global están convirtiendo a los cirujanos en semi-dioses, auxiliados y alentados por la tecnología y por una ley orgullosamente amoral, a llevar a cabo aquello que los inversores consideren necesario; pues está claro que se pueden obtener grandes sumas de dinero en este lucrativo negocio, siempre que siga habiendo un suministro de saludables partes humanas procedentes del Sur Global. Cuan irónico resulta que en el Sur Global en general, los muertos son honrados en admirables festividades tales como El Día de los Muertos en México, destinado a recordar a los antepasados, y a recordar a los vivos que, ellos también, no son más que simples mortales. Mientras que en el Norte la muerte es algo que se pretende evitar a cualquier precio. Y ese precio comienza con aquellos productos y tecnologías creados para mantener el cuerpo joven y hermoso, evitando enfrentar la realidad del envejecimiento, y el pleno recorrido de un camino hacia un importante rito de paso, aquel de la muerte. Una parte importante y dolorosa del aprendizaje que trae la madurez es la aceptación cabal de la muerte.

Hijos del Sur

Pero ¿por qué en lo personal me resulta imperioso escribir este perturbador relato de ratas y partes humanas? La noticia de este ominoso comercio llegó a mí hace ya varios años cuando un grupo de músicos guatemaltecos me pidió que, ya que los estaba entrevistando para un programa de la radio nacional australiana sobre el pueblo maya y su música, tal vez también podría hablar acerca de la extracción de órganos de niños guatemaltecos por personas que pretendían ser enviados por el Banco de Sangre de la Armada de los Estados Unidos para ayudar a estos niños.

Desafortunadamente yo no era ningún Charles Bowden, el autor de Murder City: Ciudad Juárez and the Global Economy´s New Killing Fields (Bowden, 2010). Bowden era un periodista de investigación que había escrito con gran elocuencia acerca de la maldad manifiesta en Ciudad Juárez, introducida por la naturaleza explotadora de la industria maquiladora Norteamericana en el norte de México. Había sido aclamado como un héroe por haberse atrevido a cruzar la frontera y adentrarse en esta «ciudad del asesinato» para reportar sobre la inutilidad de la «guerra contra las drogas» patrocinada por los impuestos de los ciudadanos estadounidenses, cuando en realidad el narcotráfico era una de las industrias que mantenía a la economía mexicana a flote. Bowden escribe:

No hay en realidad una auténtica guerra contra las drogas, … existe más bien una violencia alimentada por el dinero que se hace con las drogas, y hay una serie de industrias de los Estados Unidos cuyo sustento está en mantener activa esa guerra contra las drogas. (Bowden, 2015a)

Bowden se aventuró al centro de los abismos de la desesperación para reportar el impacto del comercio de drogas entre los lugareños, y todos los cuerpos sacrificados para mantener a los distribuidores norteamericanos en una fiesta de cocaína y champaña. Pero, como él mismo señala en Democracy Now (Bowden, 2015b), él era sólo un cobarde al lado de sus bravos colegas mexicanos que reportaban acerca de los cadáveres tirados en las calles de la ciudad industrial mexicana. Bowden era visto por sus compatriotas como alguien con las agallas suficientes como para investigar a los capos y el comercio de drogas, y para recorrer las calles sembradas de cuerpos asesinados. No es de sorprenderse que Bowden se vistiera como vaquero, como si se tratara del viejo salvaje oeste revisitado. Se habría necesitado infundir una cierta clase de esencia mitológica a tu trabajo para ser capaz de reportar tales atrocidades promovidas por tu propia sociedad, sabiendo que, en todo caso, tu simplemente puedes tomar el siguiente avión, mientras que tus colegas periodistas mexicanos no tienen escape alguno y viven con la noción de que un día cualquiera bien pueden terminar engrosando las filas de los periodistas asesinados.

Este mundo predatorio tan poderosamente retratado en el film Inhale (Kormákur, 2010), tiene lugar en Ciudad Juárez; en este film, un joven mozuelo mexicano es «mantenido en reserva» pues un capo de las drogas bebedor de whiskey considera que su corazón tiene la compatibilidad que busca su cliente estadounidense. Y así como Bowden pretende que sus compatriotas tomen en cuenta la desventura por la que atraviesan sus vecinos del otro lado de la frontera, el film trae a colación la forma en que algunos estadounidenses no pueden aceptar que ellos también deban afrontar el mismo destino que en otras naciones menores se debe soportar de manera cotidiana, es decir, está bien que los habitantes del Sur global sufran muertes prematuras, pero no en el caso de un niño rico de los Estados Unidos, para quien el dinero debería ser suficiente para comprarle la vida.

El protagonista principal del film, que es el padre de una pequeña niña moribunda, debe superar la idea de su supuesto derecho a reclamar los cuerpos de otras naciones y, por lo tanto, como los abolicionistas, llegar a refutarlo. Al final toma el camino moralmente maduro al darse cuenta de que no puede quitar otra vida para salvar la de su propia hija, su esposa en cambio rechaza esta postura moral entregándose a un amargo resentimiento. Pero tal actitud no es la excepción, pues los ojos suelen mirar hacia otro lado en diversas situaciones alrededor de este comercio mundial; por ejemplo, en el caso del comercio de convictos chinos, ejecutados y luego desollados como animales:

Una compañía de cosméticos china está utilizando piel cosechada de los cadáveres de convictos ejecutados para desarrollar productos de belleza para su venta en Europa, según ha descubierto una investigación realizada por The Guardian. (Cobain y Luck, 2005)

Estas pieles son enviadas a los lucrativos mercados de los productos de belleza, por los cuales hombres y mujeres ricos pagan precios exorbitantes con la esperanza de evitar los signos del envejecimiento y de la muerte próxima ¿No es esto otra forma de canibalismo?

«Caníbalizar» la ley

Mi hipótesis sería entonces que, si una sociedad se entrega a un comportamiento ilegitimo y trata de evitar la muerte en lugar de legítimamente abrazar el rito de paso de la muerte y preparase para ella, en tal caso, como Scheper-Hughes acertadamente lo nombra, esa sociedad se volverá caníbal y saldrá en busca de cuerpos, tanto vivos como muertos, para sostener su evitación de la muerte, pues en estas sociedades caníbales, la juventud está alineada con la riqueza y el poder. Muchos antiguos hechiceros y sacerdotes estuvieron muy bien familiarizados con esta debilidad humana.

Asesinatos Muti

Los asesinatos muti en África son la herencia de diabólicos cazadores que buscan a niños para obtener partes de sus cuerpos, todo ello con el fin de mantener a sus ancianos con vida. El siguiente hecho fue reportado en 2011 después de 10 años de búsqueda de los asesinos:

Will O’Reilly, un detective retirado, quien había dirigido la investigación original llevada a cabo por Scotland Yard, dijo al programa que la policía había registrado el departamento de Osiagede en Escocia y hallado ropa de la misma marca y talla que la utilizada por el menor.

El cuerpo decapitado y sin miembros fue hallado en el río cerca de Tower Bridge en septiembre de 2001. (Quinn, 2011)

Mi cercana amistad con personas de Senegal y otras naciones africanas trajo a mi conocimiento las escalofriantes historias de los asesinatos muti, la práctica de utilizar las partes del cuerpo de menores para dar lugar a ciertos «poderes» que enriquecen a aquel que las compra. Esta práctica habría alcanzado el Reino Unido, donde el torso de un niño fue hallado flotando en el río Támesis, el reportero Christopher Szabo que cubrió este caso cita la siguiente observación:

Simon Fellows, autor del reporte de los resultados del estudio Trafficking Body Parts in Mozambique and South Africa, dijo: «hay una clara correlación entre el muti y los negocios. Con la copa del mundo en puertas, la gente que entrevistamos consideró que más personas serán asesinadas para utilizar sus partes en rituales muti que se pagan para garantizar negocios prósperos». (Quinn, 2010)

Esta práctica desafortunadamente tiene el efecto colateral de desacreditar a los curanderos tradicionales y los beneficios que brindan a gran cantidad de personas hundidas en la pobreza a todo lo largo del continente africano.

Pero permítaseme mencionar un grupo más al que quiero cuestionar y que estoy segura que sería visto por los curanderos tradicionales como nada menos que brujos maléficos. Se trata de los investigadores que cruzan embriones de humanos y de animales. Estos científicos que se ven a sí mismos como la cúspide del quehacer científico carecen de la madurez para comprender los efectos de largo plazo de sus acciones en la constitución humana del cuerpo.

Embriones que contienen material genético tanto de animales como de seres humanos, han sido creados en Gran Bretaña por primera vez, un mes antes de que la Casa de los Comunes vote las nuevas leyes para regular tales investigaciones.

Un equipo de la Universidad de Newcastle anunció ayer que había tenido éxito en generar «embriones combinados» al agregar DNA humano a células embrionarias vacías de vaca en el primer experimento de esta clase en Gran Bretaña. (The Times, 2011)

Los Robin Hoods

Conociendo todo lo anterior no deberá sorprendernos que el reporte de la participación en el robo de órganos de un médico israelí haya causado un alarido de reacciones.

En agosto el diario más importante de Suecia publicó un artículo en el que se sugería que Israel había estado apropiándose de órganos internos de palestinos. El artículo, escrito por el veterano fotoperiodista Donald Bostrom, hacía un llamado a conducir una investigación de carácter internacional.

Israel y sus adeptos inmediatamente clamaron «antisemitismo», y el comentarista Jonathan Tobin señaló que esta historia era sólo «la punta del iceberg en términos del odio antiisraelí promovido y patrocinado desde Europa».

Sin embargo, el hecho es que la recolección de órganos por parte de Israel –en algunos casos con apoyo económico del gobierno israelí y la participación de altos oficiales, médicos prominentes y ministros del gobierno israelíes- ha sido documentada ya durante varios años. Entre las víctimas Se han hallado palestinos. (Weir, 2009)

Scheper-Hughes, cofundadora de Organs Watch en la Universidad de California en Berkeley, supo por medio de su investigación que el doctor israelí Hiss y su colega Kugel «se concebían a sí mismos por encima de la ley y como representantes de una ley de un nivel mucho más elevado, su propia ley, una ley fría, racional, y científica y técnicamente correcta» (Scheper-Hugues, 2010). Su nación estaba en guerra, la sangre era derramada a diario, los soldados eran consumidos, pero el pueblo israelí se abstenía de proveer los órganos y tejidos necesarios. Así que Hiss decidió tomar el asunto en sus propias manos, y optó por buscar los cuerpos de «los otros» (Scheper-Hugues, 2010). Se vio a sí mismo como un salvador al robar partes humanas para tratar las heridas de los soldados israelíes.

Hay dos puntos que llaman la atención en esta historia, el primero es la falta de respuesta de los ciudadanos israelíes al llamado a donar sus órganos y tejidos, y el segundo, el uso de los cuerpos del enemigo. ¿Para qué molestarse en vilificar al «otro» si se le va a incorporar en los cuerpos de los tuyos? Pero en vez de ello lo que vemos es que el cuestionar tales actividades por parte de los médicos israelíes a lo que nos ha llevado es a un debate sobre el antisemitismo, dejándose de un lado el asunto del robo de órganos en sí. En tal debate se asume que cada judío en el planeta es igual a todos, en lugar del hecho de que un ciudadano israelí pueda asumir la responsabilidad de sus acciones, sin que esto se tome como el reflejo del resto de la nación israelí, y mucho menos de la herencia judía.

También de acuerdo a la reportera norteamericana Alison Weir dos aspectos destacan, el primero nuevamente la falta de respuesta de los ciudadanos al llamado a donar sus órganos y tejidos, y el segundo, la necesidad de un comportamiento tal; pues si es esta una actividad tan honorable, al punto en que Kugel ve a Hiss como un Robin-Hood moderno, ¿entonces porque las partes humanas no son tomadas de los cadáveres de los israelíes?

Países importadores de órganos

En su innovador libro Commodifying Bodies (2003), Scheper-Hughes señala:

Cada vez más, el cuerpo se convierte en una posesión que no nos pertenece. Se le compra y se le vende, es robado y se trafica con él, se exporta entero o en partes. Algunas profesiones –especialmente la medicina reproductiva, la cirugía de trasplantes y la bioética, pero también el periodismo y otras especialidades culturales- han sido socios condescendientes en esta acelerada mercantilización de organismos humanos tanto vivos como muertos. Bajo una apariencia médica y de investigación, han contribuido a una nueva «ética de las partes» por la cual el cuerpo divisible es trozado, separado de sí mismo, seccionado en partes por la fábrica social, disgregado en transacciones comerciales como –órganos, secreciones, tejidos y formas con capacidades reproductivas- respondiendo a los dictados de un mercado incipientemente global.

Scheper-Hughes apasionadamente destaca lo dañino de aquellas vanidades, y tiene la determinación para investigar y rastrear tales infamias, tal como su trabajo lo revela. Se halla muy cerca de las rutas que siguen los «países importadores de órganos». –Australia, Canadá, Israel, Japón, Oman, Arabia Saudita y los Estados Unidos (American Transplant Foundation, 2008). Algunas de esas naciones ostentan el respeto de sus regímenes por los derechos humanos como un signo de su superioridad y mayor civilidad, pero al mismo tiempo son condescendientes con mantener a sus poblaciones nativas y otras minorías en enclaves de pobreza y marginación, tratando de desconectarlos de su tierra por todos los medios, en un intento por convertirlo todo en propiedad, según argumenta Ed Cohen en su libro A Body Worth Defending (Cohen, 2009). Nuestra desconexión profunda con el medio ambiente se manifiesta como la desconexión con la sacralidad del cuerpo. Se ha convertido en un juego de palabras, aceptando lo que básicamente es el rapto del cuerpo al nivel más elevado, en busca de esas vanidades que son vistas como superiores a todo.

Turismo de trasplante de órganos

Vayamos ahora a Nigeria, una nación que parecería estar tratando de «civilizar al médico-brujo» para mostrar ahora, a través de una práctica respetable, la nueva modalidad del turismo médico. Como Babatunde Salako, profesor de medicina en la Universidad de Ibadan señaló, al hablar sobre «Ética y Asuntos Legales en la Obtención y Venta de Partes Humanas»:

El turismo de trasplantes tiene el potencial de conducir al abuso de los derechos humanos o, de hecho, de explotar a los pobres. Puede conducir a consecuencias no deseadas en la salud, proveer acceso desigual a los servicios y podría por último causar daño ya sea al donador o al recipiente. (The Tribune, 2011)

Y de esta manera es que ahora se trata de turismo, en otras palabras, se normaliza el hecho en la forma de una opción de estilo de vida para los ciudadanos del bajo porcentaje de países suficientemente ricos como para oprimir y pillar del resto.

¿No nos recuerda esto aquellos días violentos de la esclavitud cuando era normal ser dueño de esclavos? ¿Cuándo la propiedad de los cuerpos de otros era normal? La posibilidad de hacer lo que a uno le plazca con aquellos cuerpos era vista asimismo como un derecho divino, al punto de que la ciencia médica en los Estados Unidos dependía del uso de los cuerpos de los esclavos, los nativos y los irlandeses, todos ellos privados de derechos ante la ley.

En su libro Ebony & Ivy: Race, Slavery, and the Troubled History of America´s Universities (Wilder, 2013), el académico afroamericano del Instituto Tecnológico de Massachusetts, Craig S. Wilder, nos narra la siniestra historia de cómo los cuerpos de los esclavos eran reducidos para ser utilizados en las florecientes ciencias médicas. Una práctica que según Wilder sugiere habría empezado alrededor de 1760. Wilder nos informa que la ciencia médica fue hallando su lugar en el plan de estudios de las universidades gracias al hecho de que aquellos a quienes la ley no protegía representaban un flujo constante de cuerpos.

El surgimiento de una heroína popular

Pero hay aún más que considerar, pues todo este asunto no vino a tocar a mi puerta tan sólo para mostrarme tales inequidades entre las naciones, sino también para enseñarme algo sobre la empatía y sobre el surgimiento de una heroína popular; pues parecería que aun los académicos pueden convertirse en héroes populares una vez que llegan a poner en tela de juicio sus restricciones disciplinarias. Scheper-Hughes supo que tenía que cruzar los límites de su disciplina antropológica para convertirse en una detective de órganos:

Ella pertenecía a una escuela de pensamiento académico que hacia votos por imponer las nociones occidentales de verdad absoluta u objetiva. Pero aun cuando ella trataba de mostrar cierta solidaridad con sus fuentes, a la vez se esforzaba por encontrar una manera para abordar los rumores en su libro de 1992, Death Without Weeping: The Violence of Everyday Life in Brazil.

Al final argumentaba que las historias sobre el robo de órganos sólo podían ser entendidas a la luz de todas las amenazas corporales que aquellas poblaciones empobrecidas tenían que enfrentar cotidianamente. Además del hambre penetrante y la falta de agua, los lugareños también enfrentaban malos tratos por parte de los militares, los patrones y las autoridades. Los pocos servicios médicos al alcance, Scheper-Hughes sugiere, a menudo hacían más daño que beneficio. Los empleados de la salud y las farmacias locales solían dar a los malnutridos lugareños, con enfermedades crónicas, el diagnostico de «enfermedad de los nervios», y les prescribían tranquilizantes, píldoras para dormir, vitaminas y elixires. Los lugareños eran plenamente conscientes de que la gente rica, en su país y en el extranjero, tenían acceso a un servicio médico muy superior, que incluía procedimientos exóticos como el trasplante de órganos y de tejidos. (Watters, 2014)

Esta postura atrajo a Scheper-Hughes el menosprecio de sus colegas en el «estudio de las prácticas del tráfico ilegal de órganos». Ellos se lamentaban de que ella se hubiera involucrado demasiado, debía haber podido contemplar la totalidad de este comercio desde una distancia (Watters, 2014). Pero Scheper-Hughes poseía una característica humana esencial: empatía –una empatía que la hacía verse determinada a eliminar de la sociedad esta criminalidad organizada. Poseía además otra característica esencial la cual, como la historia puede mostrar, es una característica que dirige a la empatía: una tendencia a volverse «compulsiva». Una comparación puede hacerse con el carácter de Robert F. Kennedy en su persecución de los grandes corporativos del crimen de los años 1950, una era que haría aparecer a los gangsters de los furiosos veintes como especies domesticadas. Las décadas de los años 1950 y 1960, las cuales nos conducen a una era caracterizada por su moderantismo y un floreciente liberalismo, estaban plagadas de enormes deslealtades e inequidades, y se requería de una clase de hombre distinto para hacer algún daño siquiera, a tal nivel de corrupción.

Tal y como Scheper-Hughes y su implacable impulso para «remover quirúrgicamente» el tráfico de órganos, Kennedy tuvo que llevar a cabo una cirugía en el sistema legal estadounidense, particularmente los sindicatos. Vale la pena mirar a su historia para dar al lector una idea de la tarea que tenía que llevar a cabo Scheper-Hughes al tener que tratar con un cuerpo de ciudadanos casi sacrosanto, en el caso de Kennedy, el líder del sindicato de camioneros, Jimmy Hoffa:

El 31 de enero de 1957 se creó el comité selecto por el senado para actividades indebidas en el campo laboral y administrativo, mejor conocido como el Comité para Fraudes. Su fuerza motriz era su consejero en jefe Robert Kennedy, quien dirigió la investigación y una serie de audiencias públicas sobre la corrupción en el movimiento sindical. Si bien las investigaciones sobre fraudes sistematizados más que brindar luz generaron un ambiente «caliente», sí lograron abrir los ojos a muchos estadounidenses a la inquietante relación entre algunos líderes sindicales y la mafia. (PBS, 2015)

Lo que resulta más sorprendente de esta historia es que todos los reguladores que antes que Kennedy habían intentado limpiar a la sociedad de esta clase de crimen habían fallado, mientras que una vez que Kennedy, a quien Allen Roberts llamó un «político compulsivo» (Roberts, 1984) tomó las riendas, en sólo tres años 1.525 personas fueron llevadas ante la corte por el Comité para Fraudes y se llevaron a cabo más de 500 sesiones (Roberts, 1984, p. 83).

Bobby Kennedy se especializó en limpiar a su nación del crimen organizado, pero desde luego, fue eventualmente muerto a tiros, como un personaje de una película de gangsters de los años 1920:

La casta de personajes que Kennedy encontró o llevó al banquillo de los acusados parecía salida de una película de gangsters de Edward G. Robinson o de James Cagney… Había una maldad pública en el país y tenía que ser removida quirúrgicamente, él sintió que no había otro posible camino. «Cuando hay corrupción en la cima y una asociación cercana con los bajos mundos, esta clase de poder es una amenaza a cada persona decente». (David y David, 1986, pp. 83-84)

Un hombre sobresaliente de su época, este héroe popular fue asesinado. Pero esta clase de audacia es lo que yo observo en Scheper-Hughes y en Charles Bowden, personajes grandes como la vida, con un alto sentido de la empatía por los pobres y los que sufren, pero que son conscientes de que sus vidas pueden ser borradas en cualquier momento por una bala certera. Esto nos muestra que limpiar a la sociedad del crimen organizado requiere de personalidades compulsivas, tanto como los criminales mismos, para poder hacerles frente. A continuación, escucharemos el otro lado del argumento; una historia de duelos de vaqueros en cirugías respetables y de las sucias «calles de atrás» de las grandes ciudades de los Estados Unidos.

El argumento para la venta

Conocí a la profesora afro-americano de ética Michelle Goodwin en una conferencia que impartió en la Griffith University de Brisbane, Australia en 2001. Su trabajo se enfocaba en hacer campañas a favor de la gente en situación de calle de Chicago, quienes estaban siendo sujetos a algo que yo sólo podía visualizar como una escena del film futurista Bladerunner (Scott, 1982). No podía pensar nada menos que Chicago se había convertido en una especie de mundo de Bladerunner en el cual los paramédicos esperaban como lobos bio-tecnológicos para arrebatar órganos del cuerpo de los adictos a las drogas muertos recientemente, y que casualmente habían sucumbido en las «calles de atrás» de Chicago. Goodwin nos dijo que sus ojos eran tomados y puestos rápidamente en hielo para su venta en el mercado europeo.

Al paso de los años, desde la primera vez que escuche esta historia de horror; Goodwin ha reflexionado bastante sobre el tema. En su artículo, ‘Empires of Flesh: Tissue and Organ Taboo’ (Goodwin, 2006), nos introduce al famoso cirujano dental Michael Mastromarino, arrestado por su participación en el pillaje de 1,800 cadáveres de una serie de casas funerarias:

Mastromarino se declaró culpable del robo de 1,800 cuerpos para usar sus huesos, ligamentos, válvulas cardiacas, órganos y otros tejidos valiosos. Después de vaciar los cuerpos, los acusados rellenaban los cadáveres con tubos de plástico para engañar a los deudos de los difuntos… Se calcula que con este esquema se generaron más de cuatro millones de dólares.

Probablemente su error fue el pillar de un cuerpo con una identidad bien conocida, Alistair Cooke, de los aclamados programas de radio y televisión Letters from America y Masterpiece Theatre. Yo había pasado varias placenteras tardes de sábado escuchando sus charlas sobre opera y música selecta, así que me impresionó bastante que alguien como él pudiera terminar en lo que Goodwin llama un «mercado de partes humanas» (Goodwin, 2006). Sin embargo, lo más irritante en todo esto es que los bancos de tejidos legítimos pueden vender cuerpos humanos por una ganancia de hasta $250,000 (Goodwin, 2006).

Pero, ¿Qué hay con el comercio legal de partes humanas?

Al parecer, aun cuando es llevado a cabo por instituciones legítimas, este tipo de comercio sigue siendo susceptible de obtener tejidos y partes humanas por medios subrepticios, esto es, a través de corredores que solicitan sus piezas de oficinas dentales, hospitales, colegios de medicina, oficinas de médicos forenses, así como morgues y funerarias. Esto hace a 1.3 millones de estadounidenses anuales, susceptibles a los efectos de partes humanas contaminadas o enfermas, las cuales son utilizadas para cualquier cosa desde cirugía dental al reemplazo de rodillas y, por supuesto, la floreciente industria de la cirugía plástica, la cual incluye agrandamientos genitales y engrosamiento de labios (Goodwin, 2006).

Esta última categoría es la más insidiosa, ya que es el culto de la cultura de consumo lo que en un futuro dictará como esta industria será legislada. Como Goodwin señala, con los avances que están teniendo lugar en la tecnología, hemos visto desarrollarse a una industria que ha pasado de atender principalmente a víctimas de quemaduras, a gozar ahora de un crecimiento importante en cirugías plásticas y otras clases de injertos, incluyendo cirugías reproductivas y de rejuvenecimiento (Goodwin, 2006).

La solución de Goodwin a este comercio es abrirlo a los individuos para que puedan vender sus órganos y partes del cuerpo, y permitir a sus familiares o dependientes vender sus cuerpos muertos. Ella cree que esto tendrá el efecto colateral de que la gente se sentirá más inclinada a mantener sus cuerpos saludables para su venta, según argumenta:

Estos incentivos seguramente promoverán la salud como un resultado para los participantes potenciales y los recipientes. Aquellos interesados en recibir un pago por repartir tejido y órganos tendrán un incentivo para mantenerse saludables durante sus vidas, ya que así sus órganos serían seleccionados para su venta trasnacional.

Goodwin justifica este argumento al señalar:

En la medida en que los académicos indican que se trata de una perdida de dignidad humana, debemos reconocer la dificultad para cuantificar ese posible resultado. Sin embargo, seremos capaces de poner en balance la percepción de una perdida de dignidad frente a la restauración de la salud y de las familias que vuelven a sentirse completas a través del trasplante de órganos o tejidos. Los trasplantes de órganos y tejidos producen beneficios a terceros, tales como restaurar las relaciones familiares, permitir a los padres de familia volver a involucrarse en la vida de sus hijos, a los pacientes de diálisis regresar a sus empleos, y regresar a sus comunidades con una salud plena a personas antes enfermas. (Goodwin, 2006, p. 1219)

Milton Freedom elogiaría a Goodwin por su equilibrado enfoque. En efecto, las maravillas de la tecnología son sorprendentes, siempre y cuando las puedas pagar.

Sin embargo, Goodwin ve esto más bien en términos de activismo legal y declara que los derechos de los individuos deben ser tomados en cuenta, por lo que deberían ser capaces de ingresar al mercado para vender sus propios órganos y tejido, ella argumenta:

Los incentivos son la mejor solución para aumentar la provisión de tejidos y órganos humanos y aminorar los mercados negros y la explotación. Al permitir el mercado, se remueve el incentivo para la explotación, pues los tejidos pueden ser obtenidos legalmente por una cuota. La sugerencia aquí no es acabar con el altruismo, sino más bien abogar por una nueva clase de realismo legal, una que reconozca que con un millón de cirugías de aloinjertos teniendo lugar cada año en los Estados Unidos, Mastromarino no resulta un pez grande, sino más bien uno pequeño en un gran océano. (Goodwin, 2006, pp. 1220-1)

Ciertamente, su argumento se ocupa de aspectos como las largas listas de espera, y particularmente, la discriminación que sufren los afroamericanos en esas listas. No parece haber mención alguna de los nativo-americanos, cuando de hecho ellos conforman el grupo con más problemas de salud en todo el país. Pero quizá estoy siendo parcial al pensar que los habitantes originarios del país deberían ocupar un lugar especial en la lista.

Así pues, termino este discurrir de pensamientos con una pregunta ¿se trata en realidad de un asunto de oferta y demanda o debería haber una reflexión más profunda en cuanto a hacia donde nos conducirá todo esto a la luz de los avances tecnológicos que un día harán del tráfico ilegal de órganos una cosa del pasado, de manera similar a como hoy muchos consideran a la esclavitud como una cosa del pasado? Pero en cualquier caso vemos que no se está tratando el problema esencial, esto es, el evitar honrar a la muerte como un importante rito de paso, no sólo para los difuntos, sino también para sus familiares.

Permítaseme entonces pasar en el siguiente capítulo a un relato legal de una jurisprudencia que podría conducirnos a encontrar un enfoque más legítimo; un enfoque que requiere de relaciones legales. Shaun Mc Veigh, en lugar de asumir una ‘postura quirúrgica’, como Robert Kennedy o Scheper-Hughes, toma una postura pausada, sustentada en la ley, para tratar el asunto de la repatriación de los restos de individuos indígenas a sus comunidades (McVeigh, 2014). Mc Veigh cuidadosamente construye un artículo en el que se revela la importancia del cumplimiento de leyes para llevar a cabo relaciones legitimas para el regreso de los restos de los ancestros indígenas: «la narrativa de este ensayo va de la preocupación por la repatriación, a la conducta del cumplimiento de leyes, y a las formas de responsabilidad para la conducción de relaciones legítimas» (McVeigh, 2014, p. 473). En este sentido, su tesis se relaciona con el paso legítimo de los muertos de una jurisdicción a otra.

Creo que esto es lo que me molesta tanto de los relatos que he dado de mis dos héroes. Existe un terrible habito en la Regla de la Ley de tratar incluso al cuerpo, ya sea vivo o muerto, como si fuera propiedad; hay una falta total de «cariño o sentimiento» en esas conversaciones. Esto a su vez refuerza para mí él porque La tierra es la fuente de la ley, la cual nos moldea dentro del ecosistema, y nos muestra también como puede sanarnos, para que al final podamos aceptar que polvo somos y en polvo nos convertiremos

Un poema por Christine F. Black Una oda a los niños de Guatemala

Vinieron en busca de sangre, Esos vampiros de la noche, Portando uniformes que brillaban en la luz, Y cubrían sus sucias acciones llenas de horribles intenciones. Los niños su blanco, Tan llenos de carne y sangre, Listos para los márgenes de ganancia del Occidente, Estos pequeños nacidos en mundos de carencia. Drenados de vida, sangre y derechos humanos. Abiertos al mercado de la biotecnología, Haciendo a los gobiernos ricos en ventas De su sangre y partes del cuerpo. Apoyo militar, supuestamente para proteger, Pero en realidad sólo está ahí para asegurar la protecciónde los países que invierten. Pues no son tan solo los niños quienes sufren sino las naciones que no pueden levantar sus cabezas, más que con el apoyo de una pistola en sus fundillos. Pues los niños mueren, pero vienen otra vez Y otra vez y otra más. Y al aumentar su número se derraman en las tierras que invierten y buscan su sangre y las partes de sus cuerpos perdidas hace tiempo. Pues no importa cuántas vidas tome, Volverán y tomaran lo que es su derecho de nacimiento.

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Notas

[1] Este artículo hace parte de la investigación en curso realizada por la autora en la Universidad de Griffith (Australia) sobre la aplicación de la legalidad indígena australiana, y su posible guía moral, con relación a problemáticas contemporáneas globales. Este artículo está basado en un capítulo del libro A Mosaic of Indigenous Legal Thoughts: Legendary Tales and Other Writings (Routledge, 2016).
2 Traducción: Rodolfo Cruz García (Maestro en Estudios Mesoamericanos por la UNAM).
3 Ph.D. Adjunt Senior Fellow, Profesora-Investigadora titular del Centro de Gestión Costera, Universidad de Griffith, Australia. La profesora Christine F. Black es de origen aborigen australiano (Pueblos Kombumerri y Munaljahlai). Entre sus publicaciones se cuentan dos libros –The Land is the Source of the Law: A dialogic Encounter with Indigenous Jurisprudence (2011) y A Mosaic of Indigenous Legal Thoughts: Legendary Tales and Other Writings (2016). Su más reciente investigación apunta a realizar una crítica a la noción occidental de «hecho histórico», junto con su sesgo subjetivista y patriarcal, otorgando igual validez epistemológica a los relatos mitológicos indígenas.
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