De la negación a la diversificación: los intra y extramuros de los estudios afrochilenos [1]
From denial to diversification: the insides and outsides of Afro-Chilean studies
Da negação à diversificação: os intra e extramuros dos Estudos Afrochilenos
De la negación a la diversificación: los intra y extramuros de los estudios afrochilenos [1]
Tabula Rasa, núm. 27, 2017
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca
Recepción: 15 Agosto 2017
Aprobación: 08 Noviembre 2017
Resumen: El presente artículo expone la trayectoria de los Estudios Afrochilenos, tanto dentro de los espacios académicos como extra académicos en Chile. Se plantea que, si bien las investigaciones historiográficas, antropológicas y musicológicas durante el siglo XX visualizaron a las poblaciones de origen africano como un elemento presente en la historia formativa de Chile y su cultura, especialmente en lo referido al período colonial, no ha sido hasta el siglo XXI que dichos estudios se han sistematizado y expandido. Durante el siglo XX, particularmente durante la primera mitad, la tesis principal de la mayor parte de los estudios se planteaba desde una negación presente de base y, normalmente, la presencia africana devenía en una curiosidad histórica. Desde la década de 1980 esto comenzó a modificarse, generándose, asimismo, un reconocimiento efectivo de la tercera raíz histórica y cultural de los diversos grupos humanos que habitan hoy dentro de los límites imaginarios de Chile.
Palabras clave: estudios afrochilenos, historiografía chilena, agrupaciones afroculturales, migración afrodescendiente.
Abstract: This article presents exposes the trajectory of Afro-Chilean Studies, both in and outside academia in Chile. It is argued that, even though historiographical, anthropological and musicological investigations throughout the 20th century envisaged populations of African descent as an element present in Chile history and culture, especially in regard to the colonial period, it has not been until the 21st century that such studies have been systematized and expanded. During the 20th century, particularly during the first half, the main thesis of most studies was raised from an actual intrinsic denial, so that oftentimes African presence would become something like a historical curiosity. Since the 1980s, this has begun to change, with an emerging effective recognition of the third historical and cultural root of the various human groups who are dwelling today inside Chile’s imaginary boundaries.
Keywords: afro-chilean Studies, chilean historiography, afro-cultural groups, Afrodescendant migration.
Resumo: Este artigo apresenta a trajetória dos Estudos Afro-chilenos, tanto em espaços acadêmicos como fora da academia, no Chile. Exprime que, embora a pesquisa historiográfica, antropológica e musicológica durante o século XX tenha visualizado populações de origem africana como um elemento presente na história de formação do Chile e da sua cultura, especialmente no que diz respeito ao período colonial, não foi até o século XXI que tais estudos foram sistematizados e expandidos. Durante o século XX, particularmente durante sua primeira metade, a tese central da maioria dos estudos surgiu a partir de uma negação de base e, geralmente, a presença do africano aparecia como uma curiosidade histórica. A partir da década de 1980 isso começou a mudar, dando origem também a um reconhecimento efetivo da terceira raiz histórica e cultural dos diversos grupos humanos que vivem hoje dentro dos limites imaginários do Chile.
Palavras-chave: estudos afro-chilenos, historiografia chilena, agrupações afro-culturais, migração afrodescendente.
Gracias a las
características del clima
chileno la raza negra
no se ha desarrollado.
Fuente: (Augusto Pinochet
Ugarte, 1963) (Vidal, 2008).
Estudios afrochilenos y su genealogía
No es primera vez que en Chile se intenta ensayar un recuento de los estudios sobre la presencia e influencia africana en nuestro pasado y presente. El cambio de siglo, del XX al XXI, reactivó una pregunta ya planteada por algunos/as estudiosos/as décadas atrás. Las huellas, los indicios, la memoria, existe. No obstante, dicha pregunta formulada desde algunas esquinas de la academia, no ha permeado nuestra historia nacional con la fuerza que debería. ¿Es posible encontrar africanos «negros» en nuestro pasado? ¿Qué porcentaje de África tenemos en nuestra cultura «nacional», la que se ha desarrollado, a lo menos, dentro de los límites imaginarios de la República?
Miramos a nuestro alrededor, hacia las naciones vecinas y hermanas, hijas de la misma historia colonial, y en muchas de ellas vemos el rastro indeleble de la trata esclavista que fue propiciada durante 400 años por Portugal, España, Inglaterra y Francia, principalmente. Los afrodescendientes, más o menos mestizados, tienen un lugar explícito en las historias de dichas naciones. Sin duda, el lugar que ocupan es un terreno problemático, cargado de un pasado de sometimiento y un presente de discriminación, no obstante ser ellos parte esencial del desarrollo cultural de todas las naciones americanas.
Chile ha dado la espalda a esta innegable historia. Sin embargo, aun dando la espalda, hay quienes sí se han preguntado por ella. De ahí que sea posible volver la vista atrás y hurgar en los papeles que contienen las respuestas ante dicha pregunta. Un lugar común es referir a los clásicos de la historiografía chilena, es decir, historiadores como Diego Barros Arana o Benjamín Vicuña Mackenna en el siglo XIX, y Francisco Encina la primera mitad del siglo XX (Barrenechea & Triviños, 2003; Cussen, 2006; Del Río Ortiz, 2009). O al propio Nicolás Palacios que, sin ser historiador, ensayó científicamente sobre la conformación racial de los chilenos a inicios del siglo XX. Todos ellos, si bien mencionaron a los afrodescendientes –a los africanos «negros», a los «mulatos» o a la «raza negra»– como un elemento presente en Chile colonial, negaron sistemáticamente su presencia en el Chile del cambio de siglo XIX al XX. Raza extinguida, blanqueada, «sangre diluida» por la del europeo mestizado –en mayor o menor grado– con el indígena. Y, según ellos, felizmente diluida, ya que Chile no cargaba, supuestamente, con la injuria de aquella raza proscrita, patente en otras latitudes. Escribía Palacios, a inicios del siglo XX:
Debo también recordar que nunca hubo en Chile esclavos negros empleados en las faenas agrícolas o mineras. Los escasos africanos que fueron traídos al país quedaron en las ciudades, de caleseros o domésticos en las casas ricas. Sólo los jesuitas, poco antes de su expulsión, habían empezado a traer negros para ocuparlos en el campo. Cuando se decretó su salida del país, se encontraron en sus numerosas haciendas algunas centenas de esclavos de esa raza, los que fueron vendidos en el extranjero por cuenta del real tesoro. (…) Es por eso que las poquísimas familias chilenas en que aún es dable notar indicios de sangre africana pertenecen a las ciudades, los campos están en absoluto indemnes de ella. (Palacios, Vol I, 1918, p. 57)
En el proceso de creación de la nación chilena, tras la Independencia y, posteriormente, en su Centenario, fue preciso re-construir una memoria blanca y europeizante que apelara a la idealizada modernidad. Pese a la negación del mestizaje con africanos, hubo algunos que se interesaron por referir la historia colonial de la trata de esclavos, como episodio del pasado formativo de Chile. Se negaba la mezcla, o la pervivencia de rasgos culturales africanos, pero no se negaba la esclavitud como institución que había permeado todas las colonias americanas (Bravo Hayley, 1917; Amunátegui Solar, 1922; Romero, 1939; Feliú Cruz, 1942; Vial Correa, 1957; Mellafe, 1959).
Los estudios sobre lo afro en Chile, si bien tienen sus antecedentes tempranos en los trabajos realizados entre los años de 1920 y 1950, no fueron sistemáticos durante el siglo XX. Desde 1960, y hasta la década de 1980, tanto en la historiografía como en otras áreas de estudio emparentadas ella, no se refirió particularmente a los africanos y sus descendientes como sujetos posibles de historiar separadamente de la «masa mestiza» que conformaba la sociedad chilena; a diferencia, ciertamente, de lo realizado con los pueblos originarios.
La historia colonial y los estudios sobre el folclor chileno se diseminaron desde mediados del siglo XX; sin embargo, ganaba fuerza la tesis de la mezcla indígena- europea, con la idea del «mestizo-blanco» (Carmagnani, 1963) [5] , supuestamente presente en extenso en el Chile histórico desde el siglo XVIII [6] . Negar en la historia de Chile la presencia negra o afrodescendiente, si bien indiscutiblemente menos potente que en otras naciones americanas en donde cultural y fenotípicamente se los pude encontrar de manera evidente hasta hoy, no ha resultado simplemente un asunto de edificar una idea de mestizaje blanco en términos meramente casuales y externos. La carga social que conllevan los términos negros, moreno, pardo, mulato, zambo, ha sido un asunto esencial en la conformación de un imaginario nacional. El lenguaje que apelaba a un mestizaje no-blanco podía establecerse como peligroso toda vez que irrumpía problemáticamente en un discurso modernizante.
Aun así, dos fenómenos influyeron acercándose el fin de siglo XX, para que fuera posible repensar la historia formativa de Chile como proceso complejo de mezclas raciales y culturales y, con ello, re-formular la importancia del africano subsahariano dentro de esta historia. En términos académicos, la difusión global de las líneas de trabajo de la nueva historia social (Inglaterra), la historia de las mentalidades (Francia) y los estudios culturales de la mano del pensamiento postcolonial (afrocaribe), decolonial (Iberoamérica) y los estudios subalternos (India), permitió a muchos, dentro y fuera de la academia, repensar las raíces de nuestras culturas y sus diversas manifestaciones (Burke, 1996; Hall, 2010).
Por otra parte, el diálogo sur-sur de espacios colonizados (África-Latinoamérica) influyó, asimismo, en la tendencia por intentar mirarnos a nosotros mismos, desprendiéndonos del europeísmo de los siglos XIX y XX (Pizarro & Benavente, 2014, pp. 24-25). El rescate de las raíces indígenas, ya no simplemente las mestizas o mestizas-blancas, y la reafirmación de un presente indígena, generó un espacio propicio para pensar otras cuestiones respecto del mestizaje, las tradiciones culturales, y problematizar, a partir de otros sujetos, nuestro pasado. Algunos/as investigadores/ as en el área de la historia, la antropología y el derecho retomaron antiguos trabajos, y replantearon la latente presencia africana en el espacio chileno, del pasado y del presente (Lasen Sordo, 1982; Pinto Rodríguez, 1986; Muñoz Correa, 1987-88; Soto Lira, 1988; Briones Valentín, 1991; Grubessich, 1992; Friedmann, 1992; Soto Lira, 1992; Lagos Ochoa, 1995; Soto, 1995; Soto Lira, 1999; Peri Fageström, 1999).
No es posible, pese a ello, hablar de estudios afrochilenos hasta el siglo XXI. Es sólo después del cambio de siglo que comienza un verdadero interés por forjar, por un lado, una sistematización de la investigación histórica y, por otro, un rescate cultural de las raíces africanas, la tercera de nuestro mestizaje, en el ámbito del folclor y la sociedad civil, a través de agrupaciones que se han autodefinido como afrochilenas. Este interés surgió, lentamente, desde diversos polos geográficos y áreas de estudio. La historiografía, en muchos casos como base de las investigaciones, se enlazó con estudios literarios, musicología, derecho y antropología [7] . Arica, Santiago, Concepción y Valparaíso han sido las ciudades eje de diversas investigaciones, jornadas, seminarios y trabajos intra y extra académicos.
De esta forma, estimamos que hoy ya es posible hablar de la existencia de Estudios Afrochilenos, a pesar de la diversidad que encontramos en el ámbito. En efecto, hay una creciente aparición de trabajos diseminados en tesis y artículos, un buen corpus de libros y páginas web, además de una serie de grupos de estudios que han ido afrontando el desafío de generar líneas de trabajo sólidos, pero que –sin embargo– no se han mantenido muchas veces estables en el tiempo, formando, además, parte de grupos mayores; por ejemplo, de estudios coloniales o de estudios culturales [8] .
Desde este entramado, ¿qué tienen en común los estudios afrochilenos? El patrón común, creemos, es la insistencia constante sobre la necesaria importancia de relevar una historia silenciada, oculta, proscrita de sujetos que vivieron (viven) marginalizados o diferenciados, por su condición (esclavos) y/o color de piel durante gran parte de la historia de Chile. Los negros y las negras fueron oficialmente negados a fines del siglo XIX, no porque fenotípica o culturalmente no estuviesen, sino porque se realizó un trabajo sostenido de olvido. Es posible establecer que, en Chile, las políticas sobre la memoria se activaron y han operado implacablemente hasta hoy, desde su filamento gubernamental, confiscando así, en el tiempo, la mirada.
Esa necesidad de memoria, ese acto esencial de re-cordar lo invisibilizado, se establece como la base de los estudios afrochilenos. En general, pocos estudios de cuño historiográfico se han planteado desde la experiencia cotidiana actual de la discriminación social de afrodescendientes (a diferencia de otros lugares de América), dado que no existe ninguna comunidad que se identifique históricamente como afrochilena (excepto las organizaciones en Arica-Parinacota, lo que revisaremos en extenso más adelante). Aun así, la necesidad que los historiadores, musicólogos, teóricos literarios, antropólogos y folcloristas han experimentado, viene dada por la evidente riqueza histórica y cultural de nuestro territorio, que es preciso explorar, junto al contexto social y demográfico del Chile actual que –desde hace ya unos veinte años– se ha ubicado como un país receptor de migrantes provenientes de diversos países latinoamericanos, muchos de ellos de origen afroamericano. En los últimos cinco años, especialmente, se ha visto proliferar sostenidamente las poblaciones haitianas y afrocolombianas en ciudades como Santiago, Concepción (zona Centro-Sur) o Iquique (en el Norte Grande). Esta visibilidad, no tan sólo de extranjeros sino de afrodescendientes extranjeros, ha generado diversas reacciones en la población y, con ello, un nicho investigativo apropiado para comprender las dinámicas de discriminación y prejuicios que han surgido de estos contactos.
Estudios afrochilenos y teorías en escena
Lo anteriormente planteado da cuenta de los antecedentes a los estudios afrochilenos, su genealogía, los intentos relativamente aislados de relevar una historia particular y las ideas de base que los han sostenido. Es preciso que expongamos ahora, cuáles han sido los derroteros de estos estudios en concreto, principalmente, desde los últimos años del siglo XX. Antes de iniciar el recorrido, mencionaremos las líneas de análisis por las que recorrieron los trabajos que referían a la presencia africana ya mencionados en el apartado anterior, que fueron publicados entre las décadas de 1920-1950, y los trabajos posteriores, salidos a la luz en las décadas de 1980-1990.
Los libros, tesis y artículos generados en la primera mitad del siglo XX que refirieron a los negros y mulatos en Chile, se centraron principalmente en el esclavo y la esclava como objeto de sujeción y mano de obra, en la esclavitud como institución y en la trata negrera como negocio necesario y lucrativo, típico de la época colonial. Desde esta perspectiva, son trabajos que se enmarcan en la historia del derecho y en la historia económica. En la década de 1980 apareció la segunda oleada de estudios referentes a la presencia africana en Chile. Ya para esta época, como hemos indicado más arriba, el gran influjo de transformación teórica y metodológica en las ciencias sociales y humanidades –que se fue gestando en diversos lugares del mundo– llegaba a Chile, lenta, pero sostenidamente.
Algunos de los trabajos que se pueden rastrear en esta etapa son los primeros intentos que se dirigen al sujeto africano (y/o esclavo), como un sujeto social activo y su integración como esclavo, liberto o libre en la sociedad chilena. Los trabajos que destacan, por ser temáticamente pioneros en Chile, son los de Juan Guillermo Muñoz, sobre los rastros de mulatos en las familias chilenas a través de estudios genealógicos (1987), el de Rosa Soto, sobre esclavas negras (1988), el de Boris Friedmann, sobre milicias de pardos (1992), el de Arturo Grubessich sobre la integración de los esclavos por vía matrimonial (1992) y el de Gustavo Lagos Ochoa, sobre las causas de libertad ante la justicia colonial (1995). Estos ejes, centrados en los sujetos y no en las instituciones, junto a las innovaciones metodológicas (uso de causas judiciales, documentos militares, registros parroquiales y documentos de escribanía), permitirían instalar precedentes para el desarrollo posterior de los estudios afrochilenos, ya iniciando el siglo XXI.
Efectivamente, el año 2000, Jean-Paul Zúñiga publicaba en Sevilla el trabajo «Morena me llaman... Exclusión e integración de los Afroamericanos en Hispanoamérica: el ejemplo de algunas regiones del antiguo Virreinato del Perú (siglos XVI-XVIII)», donde exponía particularmente del caso de Chile. El mismo autor publicó el año 2009 en Chile, «Huellas de una ausencia. Auge y evolución de la población africana en Chile: apuntes para una encuesta», donde da cuenta explícitamente de la problemática esencial que venimos indicando sobre los estudios afrochilenos: la aparente ausencia de los afrodescendientes en nuestra sociedad [9] .
Partiendo del imaginario de la ausencia, la proliferación de estudios coloniales ha sido esencial para develar la existencia de africanos en Chile. Desde aquí podemos señalar ejes temáticos/metodológicos que se han venido trabajando hasta hoy en día. Varios de los estudios afrochilenos refieren a la mujer negra y mulata, esclava o libre de la época colonial. Iniciado el ciclo de estos estudios por la investigación de Rosa Soto Lira, otros autores han concebido trabajos en dicha línea [10] . Cathereen Coltters Illescas, Carolina González Undurraga y Ximena Azúa Ríos, son autoras que han reconstruido la experiencia afrodescendiente femenina desde la documentación judicial, las primeras, y los testamentos, la última.
La mujer negra o mulata y, además, esclava, cumplía un rol esencial en la sociedad colonial. Era ella la transmisora legal de la esclavitud, y ella, la que criaba a los hijos de las amas, junto a los suyos propios generando, así, traspasos culturales. Por otra parte, estas mujeres lucharon por lograr la libertad, y en gran cantidad de causas judiciales son quienes apelaban a sus derechos, participando activamente del entramado social y sacando partido a sus escasas posibilidades, en pos de un futuro mejor para ellas o para su descendencia (Azúa Ríos, 2001; Coltters Illescas, 2001; Muñoz Vergara & Román Soto, 2002; Barrenechea, 2005; González Undurraga, 2007 y 2008; Ogass Bilbao, 2008; Celis, 2013). En este sentido, González Undurraga es quien ha compulsado de manera más completa y sistemática la documentación judicial sobre causas de libertad y cambio de amo entre los siglos XVII y XIX. Esta autora, no sólo ha trabajado el caso de las mujeres, sino que ha sistematizado el análisis de un sinfín de causas contenidas en los fondos de Real Audiencia y Capitanía General del Archivo Nacional de Chile [11] .
El análisis de causas judiciales ha servido como fuente prolífica para diversos tipos de investigaciones. Los litigios judiciales entablados entre amos y esclavos generan una serie de diálogos y espacios relacionales, de los cuales los estudios afrochilenos se han nutrido para trabajar variados temas. El honor, el valor de la palabra empeñada, los límites de la violencia, las luchas de poder, la transformación de os esclavos en sujetos agentes, la integración de los esclavos al sistema colonial, entre otros abordajes, son diversos aspectos que se han analizado (Briones Valentín, 2005; Moraga Rodríguez, 2008; Carmona, 2009; De Ramón, 2009; Arre Marfull & Moraga Rodríguez, 2009; Nilo Zepeda, 2009; Castro Utreras, 2010; San Martín, 2013; Duarte Sepúlveda, 2013).
Los estudios afrochilenos dentro o desde la historiografía y la genealogía han ido enriqueciéndose con la investigación basada en fuentes parroquiales (bautismos, matrimonios, defunciones) y de escribanía (testamentos, inventarios, cartas de venta, cartas de libertad). De estas fuentes es posible extraer datos diversos para la generación de análisis que hacen parte de la pesquisa de sujetos afrodescendientes en el entramado social, tanto libres como esclavos, los derroteros de libertad, el emprendimiento y acumulación de capital de algunos sujetos otrora esclavos o hijos de esclavos. La aspiración de varios de estos estudios es, eventualmente, seguir la pista de los afrodescendientes del pasado y llegar a encontrar sus rastros más cerca del presente. En estos estudios, además, observamos la complejidad social en donde se insertaban los negros, mulatos y zambos coloniales. Las relaciones interétnicas, entre amos y esclavos, entre patrones y sirvientes libres, eran cosa cotidiana, pero también lo eran las relaciones con los pares de diferente condición (indígenas, mestizos, españoles pobres). Trabajos en este ámbito han sido publicados por las/os autoras/es Celia Cussen (2009), Claudio Ogass Bilbao (2009, 2017), Montserrat Arre Marfull (2010), María Teresa Contreras Segura (2013) y Viviana Briones Valentín (2013). Los archivos locales, en este caso, fueron y son prolíficos para dichas investigaciones, ya que la historia regional, además, ha sido la base de los trabajos de Contreras Segura (sobre Valparaíso), Briones Valentín (sobre Arica) y Arre Marfull (sobre el Coquimbo).
Con esta diversidad documental, otros/as investigadores/as se han preocupado de pesquisar los caminos de integración social de los africanos y sus descendientes esclavos o libres, a través de la participación en espacios institucionales o reglamentados como lo fueron las cofradías religiosas, los gremios de artesanos y las milicias y cuerpos militares. En este ámbito destacan principalmente autores como Hugo Contreras Cruces (2006, 2011, 2013), Emma de Ramón (2006) y Luis Madrid Moraga (2014, 2017). Sin duda, esta veta de análisis permite insertar el desarrollo de las poblaciones de origen africano en espacios que funcionaban de manera diferenciada al resto de la sociedad, especialmente en el caso de los milicianos y militares. Gran relevancia tienen estos estudios para analizar momentos críticos de la historia chilena, como lo fueron las guerras de Independencia. Estudiar los espacios de promoción social de los negros y mulatos (llamados normalmente morenos y pardos dentro de los contextos institucionales) a través de la práctica de algún oficio, como el de músicos, por ejemplo, y sus destinos tras el cambio de estatus personal o bien después del proceso independentista, que generó innumerables cambios en la sociedad en su conjunto, es un ámbito –y pese a los trabajos mencionados– aún poco explorado. Otros trabajos relativos a esclavos en espacios reglamentados son las tesis inéditas de Ogass Bilbao (2007), Andaur Gómez (2009) y Bórquez Ibarra (2010).
La lucha por la libertad como concepto mayor y práctica cotidiana de los sujetos de origen africano es otro aspecto tratado en diversos trabajos. Si bien, es el hilo conductor o la base de toda investigación que trate de la esclavitud y de los esclavizados, y de prácticamente todos los estudios afrochilenos mencionados hasta ahora, hay quienes han focalizado sus trabajos en este tema en particular. Muchas veces imbricando la libertad personal (vida cotidiana) con la libertad general, enarbolada durante las Independencias. Los discursos libertarios de esclavizados, funcionarios judiciales, próceres independentistas y otros, junto a diversas prácticas rupturistas del orden, hacen parte de varias investigaciones, entre las cuales destacan principalmente las de Elizabeth Mejías (2007), William San Martín (2007 y 2008), Celia Cussen (2010, 2016a) y Javiera Carmona (2014); además de los trabajos de Marta Carreras Vicuña (2003), Macarena Ponce de León Atria (2004), Juan Domingo Navarrete Montalvo (2010) y Thomas Mareite (2015).
El tema del color y las castas, esencial en la caracterización fenotípica de las poblaciones afromestizas, es otro tema referido por los estudios afrochilenos, aunque hasta la fecha no se han registrado trabajos sistemáticos al respecto. Alejandra Araya Espinoza y Verónica Undurraga Schüller, desde los estudios coloniales sobre el mestizaje, y el ya mencionado San Martín, son quienes han trabajado este aspecto de la historia chilena. Los trabajos apelan, principalmente, a los límites permeables entre el estatus y el color registrados durante la época Colonial e inicios de la República, lo que habría permitido el traspaso de valores entre unos grupos y otros, y generado, asimismo, conflictos respecto al ordenamiento de la sociedad (Undurraga Schüller, 2009; Araya Espinoza, 2010; San Martín, 2010; 2013; Camacho Buitrago, 2013). Por este derrotero, también, hay otros trabajos que abordan el tema desde la perspectiva del mestizaje de triple origen (Cerda, 2014; Cussen, 2016b).
En el ámbito de la musicología y los estudios literarios, desde los Estudios Culturales, se han generado trabajos que dan cuenta de la influencia africana en la música tradicional y de la recreación de imaginarios africanos y afromestizos a través de la literatura del siglo XIX e inicios del XX. Ambos ámbitos de trabajo –desde la música y desde la literatura– han pretendido rescatar, una vez más, aquella memoria olvidada, silenciada y escondida, de la presencia africana en la conformación cultural de Chile. Algunos autores que han referido la necesidad de relevar esta memoria a través de manifestaciones artísticas gestadas en el pasado y rastreables en el presente, son Paulina Barrenechea Vergara (2007a, 2007b, 2009, 2014), Christian Spencer (2009) y Jean Franco Daponte (2010) y, en el ámbito latinoamericano, pero escribiendo desde Chile, es posible mencionar a Daiana Nascimento dos Santos (2015). Sin embargo, y a pesar de estos esenciales aportes investigativos intramuros, Chile aún está lejos de presentar un trabajo académico sistemático y crítico sobre la memoria afrochilena en las manifestaciones culturales del pasado cercano o lejano [12] .
Otras temáticas abordadas muy escasamente por los estudios afrochilenos, han sido la historia de los esclavos niños –negros y mulatos– y la experiencia de vida de los esclavos de las haciendas Jesuitas y otras órdenes religiosas (Álvarez & Vega, 2000; Muñoz Correa, 2006; Arre Marfull, 2011b, 2012, 2013). Sin duda, dos puntos complejos de enfrentar por la escasez de fuentes, aunque esenciales de profundizar hoy en día. Por otra parte, una línea temática raramente abordada en el presente es la de la trata de esclavos, ámbito que tuvo inicialmente a importantes exponentes, como fueron los trabajos clásicos del historiador Rolando Mellafe; se ha podido localizar, en este ámbito, sólo tres trabajos que refieren específicamente a la compraventa y traslado esclavo (Estay Quezada, 2000; Parada Hoyl & Barón Girgulsky, 2001; Neto, 2010).
Finalmente, es preciso indicar el abordaje temático desde la historia del tiempo presente y los estudios antropológicos, como áreas incipientes de trabajo, que pretenden dar un sustento concreto a las demandas de reconocimiento de los afrochilenos del extremo norte de Chile. Estos estudios se basan en la presencia efectiva de afrodescendientes en la región de Arica-Parinacota, y se han venido generando de la mano de ONG y fundaciones principalmente, aunque también la investigación dentro de espacios universitarios ha incidido en el proceso de visibilización histórica y actual de estas poblaciones. Viviana Briones Valentín (2004) y Alberto Díaz Araya (2009) son dos autores que desde la academia han hecho patente la presencia africana en la conformación social de los ariqueños, sin embargo, el aporte de agrupaciones como Oro Negro y Lumbanga ha sido esencial en todo el proceso de visibilización generado desde el año 2000 a la fecha [13] .
Revisado lo anterior, podemos indicar que los estudios afrochilenos, en contexto intramuros académico –especialmente desde la historiografía– se han sustentado esencialmente en el rescate de nuestra historia Colonial y el paso hacia la República, desde las más diversas perspectivas y compulsando las más variadas fuentes documentales. El interés cada vez mayor en indagar la agencia de las y los sujetos, su participación en la sociedad mestiza chilena, los rasgos culturales propios, los aportes lingüísticos, musicales, fenotípicos de dichas poblaciones, las particularidades de la experiencia esclava y liberta en contextos diversos, la vida cotidiana de mujeres y niños negros y mulatos, la lucha por la libertad y el honor, entre otros elementos, han ido configurando una rica literatura al respecto.
El nexo con el hoy se ha tornado complejo, sin duda por esa ausencia de lo afro comúnmente percibida. No obstante, desde diferentes áreas del conocimiento y de la práctica social, ya emergieron voces que dan cuenta de esta memoria y, asimismo, de este presente (Vidal, 2008; De Ferrari, 2010; Báez Lazcano, 2010a). En ese sentido, es vital destacar la forma en que la historiografía tradicional, el canon teórico disciplinario y las perspectivas de análisis, han ido girando hacia una toma de posición investigativa anclada en la teoría cultural contemporánea, donde los estudios del cuerpo y las emociones, el pensamiento decolonial y los estudios postcoloniales, las epistemologías feministas, entre otros, han adquirido sentido y fuerza. En suma, una configuración de larga duración de la historia, donde las unidades de análisis de lo social ya no orbitan exclusivamente en torno a la ordenación del Estado-nación, sino que miran, en una mayor perspectiva, al siglo XV como genealogía del relato moderno y capitalista.
Estudios afrochilenos y sus modos de hacer
Como se ha revisado, si bien las discusiones y reflexiones en torno a los estudios afrochilenos han tenido cierta visibilidad nacional a partir del trabajo al interior del espacio académico, pronto la densidad intramuros comenzó a verse tensionada en sus especificidades, lo que ha provocado toda una articulación de redes extramuros, cuyos aportes al estudio de las comunidades y manifestaciones afrodescendientes en Chile se ha vuelto fundamental. Precisamente, son las mencionadas ONG afrochilenas Lumbanga y Oro Negro, en la ciudad de Arica, quienes –a través de la promoción de la cultura y los valores espirituales ancestrales de la memoria oral– han visibilizado la presencia de sus comunidades y situado políticamente sus anhelos y problemáticas [14] . Esto permitió, sobre todo durante los últimos veinte años, que mucho/as investigadores/as del área de las ciencias sociales y las humanidades hayan dirigido sus intereses académicos hacia este campo de estudios. Sin duda, hoy coexisten ambas pulsiones de trabajo e intentan entramarse en determinadas acciones. No podríamos hablar de estudios afrochilenos sin la latencia de estas redes, sus proyectos y propuestas de trabajo. Muchas de ellas de carácter independiente y autogestionadas.
La visibilización de las comunidades afrochilenas, su recomposición cultural y su lucha por la consecución de derechos como etnia por el Estado-nacional, permitió girar la mirada hacia estos cuerpos y subjetividades que, siguiendo a Judith Butler, no importan para el relato oficial (2008). Los estudios afrochilenos se comportan y se articulan a partir de una serie de acciones y reflexiones, institucionales e instituyentes, que se originan, fundamentalmente, de esa irrupción –dolorosa y nefasta– de aquellos/as que han quedado fuera del relato de la modernidad. No es sino a través de la confluencia intra y extramuros académicos que se co-construye este campo de trabajo, es en los deslindes epistémicos de los dispositivos de conocimiento académico que encuentran asidero y se fortalecen.
Si bien, estos esfuerzos fueron –inicialmente– aislados y excepcionales en el circuito académico, en forma paulatina adquirieron vitalidad por el impulso de los movimientos culturales y políticos que organizaciones afrochilenas [15] lograron situar en la opinión pública, primero en el norte del país y, luego, en el centro-sur. En la zona norte, actualmente, la Universidad de Tarapacá ha intentado consolidar una mirada desde la disciplina histórica y difundir investigaciones que propician la visibilización de las comunidades afrodescendientes, y situar, así, lo afrochileno como pulsión viva y que exhorta a ser reconocida desde sus especificidades identitarias. Este escenario, sin embargo, posee toda una genealogía que tiene mucho antes su proyecto de arranque, tal como vimos en los apartados anteriores.
La sistematicidad y reflexión crítica en torno a los estudios afrochilenos dentro de los espacios académicos nacionales, no ha estado exenta de las complejidades propias de una práctica transdisciplinar, que van desde lo estructural hasta lo económico. Se trata de grupos o núcleos de investigación que, en un intento por relevar y situar un campo de estudio actual, se han articulado de forma diaspórica a una determinada facultad o departamento académico. Por ejemplo, a partir de la incidencia que el trabajo de Rolando Mellafe tuvo dentro del departamento de Historia de la Universidad de Chile en Santiago, durante los años ochenta del siglo XX, se han propiciado enclaves interesantes de diálogo e investigación en torno a lo afrochileno. En ese sentido, a partir del año 2004 y con el deseo de promover el estudio sobre los africanos y afrodescendientes en nuestro continente, se creó el Seminario Permanente de Historia: Africanos y afrodescendientes en América, con la participación de académicos y estudiantes de pregrado y posgrado, fundamentalmente de esa disciplina. El núcleo de investigación activó una metodología de trabajo con reuniones mensuales y actualización de contenidos documental, teórico y metodológico en torno a esclavitud africana, sobre todo en la época colonial y republicana [16] . Las redes que el Seminario establecía con otros/as investigadores/as y diversas instituciones, resultaron relevantes como espacio de sutura entre líneas de investigación y aproximaciones teóricas en un tema que costó –y aún cuesta– instalar dentro del escenario académico. En ese sentido, se convirtió en una instancia de diálogo entre pares desde distintas disciplinas y que hasta ese momento estaban trabajando lo afrochileno desagregadamente [17] .
El Programa Interdisciplinario de Estudios Migratorios de la Universidad Alberto Hurtado y el Núcleo de Sociología del Cuerpo y las Emociones (Nsce), de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, también comenzaron a abordar sistemáticamente algunas problemáticas que se desprenden de la presencia afrodescendiente en el país, esta vez asociadas a la migración y los impactos que este fenómeno ha tenido en Chile. Las lecturas desde una corpopolítica, los procesos de racialización y sus actualizaciones en el racismo cotidiano e institucional, son algunos de los ejes que, desde varios derroteros, vienen abordando. Por ejemplo, los/as investigadores/as del Nsce, a través de su seminario permanente Soberanía y Racismo, han propiciado instancias de diálogo con otros agentes vinculados a los estudios afrodescendientes y una serie de publicaciones que circulación nacional.
Los estudios migratorios, sus alcances y huellas en Chile, se están convirtiendo en enclaves de observación y análisis en la medida en que, durante los últimos años, ha crecido la población migrante en todo el país. Este escenario ha dejado entrever, no sólo la forma en que operan los discursos higienizadores del Estado-nación, sino que también una serie de manifestaciones de xenofobia que develan una herida colonial latente. En ese sentido, los estudios afroamericanos y afrochilenos se entraman con los estudios migratorios en tanto logran desmontar la genealogía del relato moderno/colonial para comprender y, también, proponer acciones que desde lo micropolítico (lo educativo y lo económico), permitan generar políticas públicas y mediación sociocultural en temas de diversidad y derechos humanos.
En esa misma línea, el Doctorado en Estudios Americanos del Instituto de Estudios Avanzados, de la Universidad de Santiago, tiene una larga tradición, vinculada al trabajo de la Dra. Ana Pizarro, en articular acciones de carácter interuniversitarias y generar conocimiento en el área de los estudios afrocaribeños y afroamericanos. En ese marco, se desarrolló el coloquio «AfricAmérica» [18] , el año 2011, con la participación de investigadores/as de Brasil, Austria, Congo, Holanda y Chile. Resulta atingente mencionar, igualmente, el colectivo de argumentación que se ha formado al alero de los programas de diplomado y la gestión de vinculación con el medio que el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago viene promoviendo. En ese marco, el diplomado «Cuerpo y Capitalismo. Entre la Ciudad Neoliberal y la Geopolítica Occidental», aborda crítica e interdisciplinariamente, a través del eje cuerpo/ciudad, los procesos que constituyen la experiencia histórica del colonialismo en occidente y el lado anverso de la modernidad, la colonialidad. Los estudios afrochilenos son un derrotero de este programa que, no sólo proponen congregar a un grupo de investigadores/as ligados a este campo de estudios, sino que, además, intenta potenciar en los y las participantes el análisis reflexivo de esta temática a partir de ejercicios escriturales situados en una tesina.
En el sur de Chile, hay una larga tradición de movimientos culturales que relevan la riqueza de la herencia afrodescendiente en Latinoamérica y Chile. La ciudad de Concepción, como ejemplo concreto, desde los años noventa del siglo XX, viene siendo escenario de proyectos musicales y de artes escénicas que buscan problematizar y experimentar, a través del lenguaje corporal, la tercera raíz [19] . Francisco «Panchote» Bascur, músico de la octava región y ligado a esta tradición desde sus inicios, explica en su ensayo «Kuriches del sur» que,
Actualmente en Concepción existe una cantidad numerosa de agrupaciones dedicadas al estudio y difusión de una serie de manifestaciones afrolatinoamericanas: más de 20 agrupaciones de Samba y Batucada; alrededor de 8 generaciones de grupos de música colombiana; al menos 6 agrupaciones de «afroperuano» en menos de una década, y casi una decena de compañías de percusión y danzas afromandingue; bandas de Salsa y Timba cubana de excelente nivel; toda una tradición de reggae y un incipiente crecimiento del Tumbe chileno, uno de los ritmos «afro» del norte del país; y por supuesto el Candombe que comparte honores con comparsas de Santiago y Valparaíso [20] . (Bascur, 2015)
Es en este escenario, que el año 2003 nació el proyecto de Africamérica, como agrupación cultural que buscaba crear un espacio para el diálogo y estudio de la cultura africana y afrolatina, en la ciudad de Concepción. A partir del año 2005, comienzan a convocar músicos, investigadores/as, bailarines/as, educadores/as e historiadores/as con interés en la cultura popular y las prácticas artísticas. Entre las actividades más importantes –además de los talleres y la producción/registro de una serie de manifestaciones culturales de raíz afrodescendiente– se encuentra el Festival «África en América», instancia que se realizó por varios años consecutivos y que activó una red de seminarios y conferencias durante su despliegue.
Dentro de este contexto, podemos entender el giro que el Doctorado en Literatura Latinoamericana, de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad de Concepción, realizó a partir del año 2004 y hasta el 2010 [21] , al incorporar dentro de su programa la investigación en temáticas afrochilenas, en intersección a la historia de la literatura. Se articularon al programa actividades de extensión como el Primer Taller de Estudios afrodescendientes y afrochilenos para estudiantes de pregrado en Ciencias Sociales y Humanidades [22] , así como investigaciones postdoctorales que sitúan el centro sur de Chile dentro de un escenario de reflexión crítica en torno a la construcción de narrativas, los procesos de identidad y las políticas de la memoria en Chile [23] . Producto de dichos aprontes, y a partir del año 2011, el Magíster en Arte y Patrimonio de la misma facultad, potencia la investigación en torno a la conservación, las problemáticas de archivo y la discusión patrimonial del legado afrochileno, a través de la investigación de subvención estatal Fondecyt, «Polifonía y memoria: Documento Baluarte y presencia afrochilena en nuestra literatura». Se trata de una investigación que logra incorporar al programa de magíster, líneas de trabajo en el campo de los estudios del patrimonio y museografía crítica, asumiendo las especificidades identitarias de nuestro territorio y los desafíos que en términos de diversidad existen en la construcción de las narrativas que lo definen.
Toda esta genealogía, que sitúa a la ciudad de Concepción como epicentro de un trabajo sistemático en Estudios Afroamericanos, adquirieron actualidad e impacto en el ciclo formativo Movimiento Raíz que el Colectivo Origen (2014) desplegó durante el año 2015 [24] . Esta instancia logró movilizar al sur de Chile un grupo de relatores y relatoras que no sólo tenían una amplia trayectoria en al ámbito artístico, sino que son referentes latinoamericanos en música y danza afro y afroamericana. Aprovechando esta coyuntura, Movimiento Raíz, además de ofrecer clínicas en los ejes Afro Cuba, Afro Brasil, Afro Perú, Afro Colombia, Afro Mandingue y Afro Chile, abrió una serie de espacios de diálogo a través de mesas redondas y jornadas de conversación, especialmente, en torno a lo afrochileno ¿Qué significa o a qué nos desafía hoy pensar el cuerpo a través de lo afrolatinoamericano? [25] Más allá, ¿qué implicancias tiene una mirada corpopolítica en un Chile cuyo escenario social responde a los procesos de migración crecientes?
Una forma privilegiada de articular líneas de trabajo y enriquecer los estudios en temáticas afrodescendientes lo ha constituido el gesto editorial. Las acciones de micro editorialidad, entendidas desde lo colectivo y la autogestión, se han vuelto fundamentales para dar visibilidad y mediar con la comunidad los pulsos en este campo de estudios. Nos remitiremos a dos experiencias nacionales, Revista Kuriche y Cimarrón Ediciones.
Con el objetivo de visibilizar y contener en una plataforma digital de libre acceso un dossier de contenidos de investigación para dialogar en torno a lo afro en Chile, el proyecto Kuriche, como espacio virtual, responde y viene a enriquecer los estudios afrochilenos desde los nuevos medios como lugar válido de construcción de conocimiento.
En los últimos 40 años se evidencia la masificación de iconos e imaginarios de lo afro en Latinoamérica, y en específico en Chile, que dan cuenta de una complejidad de hitos y referencias, siendo un fenómeno heterogéneo, fecundo y de gran movilidad, que sigue bebiendo de distintas fuentes: reivindicaciones de afrodescendencia; el reconocimiento de la multiculturalidad como un valor; la creciente inmigración en las últimas décadas en Chile, la circulación de nuevas sonoridades por la industria musical del World Music; la llegada de retornados del exilio con otras experiencias y conocimientos culturales; compatriotas viajeros o artistas visitantes que han aportado musical y artísticamente, entre otras línea de análisis. Con todo, se han desarrollado y arraigado a lo largo de los años en el territorio nacional una mirada propia de las manifestaciones artísticas que se expresan, nutren e identifican como prácticas culturales «afro» o de origen africano. (León et al, 2015, p.5)
Kuriche, en alianza con la revista Rufián –espacio editorial que promueve y difunde en sus páginas diversas lecturas de las coyunturas y problemáticas chilenas en un contexto latinoamericano crítico del capitalismo– dedican su número 21 a indagar en torno a las «Perspectivas de la diáspora africana en Chile». Lo que condensa este número en sus páginas es una mirada actual en torno a lo afrochileno, desde diversas disciplinas y que aluden a sus incidencias culturales, políticas y económicas.
Cimarrón Ediciones, se configura como una editorial cultural autogestionada que imprime y difunde publicaciones que promuevan el pensamiento crítico, «el sabotaje y la resistencia permanente, al sistema de explotación capitalista y al Estado opresor» (Cimarrón, 2017). En ese contexto, Cimarrón, tiene especial interés en movilizar, a través de libros impresos en cuadernillos cosidos a mano, autores y autoras que estudien, reflexionen o proyecten el pensamiento contemporáneo latinoamericano. Efectivamente, una de sus preocupaciones editoriales son los estudios afrolatinoamericanos y afrochilenos. Pero no sólo han surgido iniciativas desde el gesto editorial, sino que, también, han sido propiciadas acciones gestionando espacios de diálogo en torno a la temática. Es así como entre el 24 y 25 de marzo de 2017, se desplegaba en la ciudad de Concepción, la actividad denominada «Laguna de los negros. Primer encuentro cultural». Encuentro que, desde la autogestión, conmemora el motín de un barco negrero que hacía el trayecto desde Valparaíso al Perú.
En el año 1804 zarpó un buque desde Valparaíso hacia el Virreinato del Perú con 72 africanos provenientes de Senegal para ser comercializados como esclavos. Durante el viaje, organizaron un motín en el cual mataron a la mayoría de los tripulantes, obligando al capitán a conducir el barco de vuelta a su país. Pero fueron engañados por el marinero, quién condujo hacia la Isla Santa María donde fueron interceptados por otro barco estadounidense llamado «Perseverance», quienes atacaron el barco. De este sangriento enfrentamiento, solo sobrevivieron 8 africanos, quienes fueron sentenciados y asesinados el 21 de marzo de 1805 en la Plaza de Armas de Concepción y posteriormente hundidos en dicha laguna. (Contreras, 2015)
Este primer encuentro cultural, activó una serie de mesas redondas en torno a los estudios afrochilenos y congregó a investigadores/as e interesados/as de la región que encontraron en esta actividad una forma de, no sólo actualizar contenidos en torno a un tema que no forma parte de los planes educativos del país, sino que, también, de generar lazos actuales en el marco de una red que históricamente en Concepción se ha hecho cargo de la tercera raíz desde distintos lenguajes artísticos.
Estudios afrochilenos y su vinculación con el presente
La exploración que hemos realizado hasta ahora, el gesto historiográfico, la indagación de aquellas pulsiones que han dado energía y propuesta a los estudios afrochilenos, y sus redes y activismos, no tendría valor alguno sin la vinculación de este entramado con el presente. Sólo así adquiere relevancia. Este gesto de archivo – genealogía de una presencia que precisamente de eso carece– es interesante de pensarlo hoy, en tanto refiere a nuestra actualidad dentro de su trama neoliberal. Los desafíos de los estudios afrochilenos, entonces, están referidos a lo micropolítico, la mediación y la interpelación a un sistema que subsume soberana y rápidamente la diversidad.
Dentro de la labor intramuros, la provocación está en seguir articulando redes interuniversitarias que propongan potenciar y enriquecer, así como nombrar, los estudios afrochilenos como aquello que les es institutivo: un campo de estudios. Sin duda, y asumiendo el complejo escenario de validación intelectual que los espacios académicos sufren actualmente, es relevante construir entrepuentes de colaboración con las redes extramuros. En ese sentido, las organizaciones y los colectivos independientes están construyendo y compartiendo contundente conocimiento en temática afrodescendiente y afrochilena, lo que ha permitido darle la vitalidad necesaria a un campo de estudios urgente.
En ese contexto, sentimos que en términos investigativos y académicos (docencia y extensión), debiese comenzar a activarse una mirada interseccional y situada. Durante los últimos años ha faltado un estudio sistemático, por ejemplo, desde las epistemologías feministas y las perspectivas de género, no como un lugar a llegar, sino como piso mínimo de trabajo intelectual. Uno de los desafíos es activar redes de involucramiento a partir de toda la labor que las organizaciones afrochilenas están desarrollando (dos de ellas lideradas por mujeres, Oro Negro e Hijas de Azapa). La organización Hijas de Azapa, junto al Colectivo de mujeres afro Luanda y la Red de mujeres rurales, han logrado situar desde el activismo la presencia y liderazgo de las mujeres afrochilenas en busca de visibilizar problemáticas contingentes en el Norte de Chile. Al respecto, se refiere Elena Oliva en la reseña al libro de Marta Salgado, Afrochilenos. Una historia oculta.
Esta visibilidad no resulta extraña si la ponemos en el horizonte latinoamericano, en el que las mujeres afrodescendientes han asumido un rol activo y relevante dentro del movimiento regional. Su hito es el Primer Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Negras celebrado en 1992, del cual surge la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y la Diáspora, actualmente en funcionamiento, y que agrupa a organizaciones de distintos países, incluyendo Chile. (Oliva, 2016, p.182)
Más allá, las imbricaciones entre las relaciones de género, clase y raza, hoy, más que nunca, adquieren vigencia y coherencia para abordar social e históricamente la presencia negra en Chile. Por ello, a nivel institucional –ya sean espacios académicos, pero también museos y archivos– resulta sugerente proponer miradas y acciones desde una interseccionalidad que encuentre en el trabajo académico la manera de vincular lo institucional y lo instituyente.
Por otro lado, y pensando en los desafíos y proyecciones que los estudios afrochilenos tienen, la discusión sobre las políticas de la memoria en Chile adquiere relevancia. La construcción de un ethos y pathos nacional, se sustentan (aún) en lógicas capitalistas que invisibilizan aquellos cuerpos y subjetividades que entran en conflicto con la imagen del Reyno de Chile. Dentro de la historiografía chilena, por ejemplo, la rastreable participación de los negros en los Batallones de Pardos del Ejército durante la Independencia (Madrid Moraga, 2017), cede paso al usual «fueron tan pocos los que llegaron a Chile» o «se murieron aquellos pocos por el frío», explicación gratuita pero que, hasta la actualidad, son supuestos que gobiernan el discurso y los contenidos en los manuales y textos escolares. La presencia negra aún se reseña escasamente y bajo supuestos que, según el historiador Rolando Mellafe, no resisten la más leve crítica y han estado siempre acompañados «de una ignorancia casi absoluta del conocimiento demográfico, social y económico del periodo colonial» (2004, p.285).
El patrimonio, por otro lado, se erige como un dispositivo narratológico que necesita ser puesto en escena para configurar un proceso identitario acorde con las prerrogativas de las naciones modernas. En ese orden, el museo es un dispositivo profundamente contradictorio y, por ello, tan sugerente de pensarlo hoy desde los estudios afrochilenos [26] . La reflexión patrimonial y las políticas públicas que conciernen, por ejemplo, a la gestión de archivos y museos –tanto en Chile como en Latinoamérica– se encuentran en una coyuntura que pone en cuestión, precisamente, la inclusión de saberes otros dentro de sus prácticas. Los cuerpos y experiencias de las comunidades indígenas y negras (también de mujeres y de niños/as, como grupos específicos) se reducen y excluyen, es decir, son debidamente controladas a través de una política de la memoria construida sobre los filamentos de un racismo estructural plenamente vigente. Esto resulta evidente cuando pensamos en la presencia de los pueblos indígenas y, especialmente, de los descendientes de africanos en nuestro país. Se deja ausente de la historiografía oficial, nacional y regional, los aportes de la presencia negra, pese a que existen cuantiosas investigaciones, como ya hemos revisado, que reseñan su influencia en la conformación de la nación chilena. Sólo logran traspasar el tamiz del relato dominante en virtud de una lucha en conjunto por intereses nacionales.
Además de todo el acervo investigativo relevado por el mundo académico y los movimientos culturales afrochilenos, resultan interesantes algunos acercamientos teóricos y metodológicos en torno a dos hallazgos documentales de orden material que ponen en tensión el patrimonio y que interpelan al dispositivo museal, desde el elemento de racialización. El primero tiene que ver con la reciente donación al Archivo Nacional de Chile del Libro Sesto, conjunto de partituras de música doméstica del siglo XVIII, perteneciente a la esclava María Antonia Palacios. El segundo está relacionado con otro manuscrito encontrado hace casi ocho años en el Valle de Azapa (Arica), escrito por un agricultor afrodescendiente de principios del siglo XX.
El Libro Sesto es un conjunto de versos sueltos y largos y constituye un extraño manuscrito musical chileno de fines del siglo XVIII. Las investigaciones del musicólogo Guillermo Marchant indican que su dueña fue la esclava María Antonia Palacios que aparece como organista y copista, con 93 obras firmadas y otras 72 anónimas. Según Marchant, quien realizó un estudio acucioso en su tesis «El Libro Sesto de María Antonia Palacios. Un estudio sobre sus facetas organológicas, modales e históricas en el Chile del siglo XVIII», se trata de un documento histórico de gran importancia y su valor radica en que es una de las pocas fuentes sobre música instrumental del periodo colonial hispanoamericano [27] . Más allá, se trata de la posibilidad de develar el rostro aún poco visible dentro del relato nacional, el de la esclava negra en Chile (Barrenechea, 2007b, pp.167-326). Sus experiencias, sus aportes dentro del engranaje económico de la naciente república, las distintas especificidades de sus trayectos, muchas de ellas traídas por la fuerza a América, son enclaves vitales que nos enfrentan a un Chile totalmente distinto al que nos enseñaron a través de los textos escolares.
Por otro lado, el hallazgo del manuscrito denominado como «Documento Baluarte», testimonio del agricultor afrodescendiente Pedro Baluarte, a principios del siglo XX (Barrenechea, 2015), se configura como un punto de inflexión en términos de documentación de carácter etnográfico en Chile. Las manifestaciones literarias, cartas, décimas y poesías, registradas en el manuscrito, no sólo relevan las experiencias de miles de sujetos/as que fueron marcados/as por la violencia durante el periodo de la chilenización en la zona norte (sur para Perú), sino que, también, supone la necesidad de asumir y construir un locus teórico que incorpore aquellas subjetividades obliteradas por el relato nacional chileno.
Resulta válido preguntarse –en el contexto de una sociedad que, además, está conviviendo con los aportes culturales de países como Perú, Colombia, Haití, donde existe un alto porcentaje de población afrodescendiente– ¿cuál es el mensaje que el museo y los planes educativos quieren entregar cuando existen diariamente conflictos graves marcados por el racismo? [28] Más allá, frente a los avances que las comunidades afrochilenas han emprendido en estos últimos años, incluida la presión por incorporar la variable afro en el censo, y que sitúan con relevancia sus paisajes, prácticas culturales, sus genealogías y subjetividades ¿cómo se hace cargo la gestión patrimonial y museal, por ejemplo, de documentos y colecciones fotográficas, prácticas y objetos, que hacen visible este tipo de subjetividades en una coyuntura donde el capitalismo y sus dispositivos culturales cada vez con mayor ahínco se resisten a producir zonas de tensión?
En Chile son escasas las intervenciones de mediación o educación que aborden colecciones desde lo afrochileno, en los museos como espacios de educación no formal. Sin duda, queda el desafío cierto de asumir el trabajo pedagógico, tanto dentro de los espacios de la educación formal –escuelas, liceos, institutos y universidades– como al interior del museo, siendo éste una instancia privilegiada para emprender acciones que se basen en metodologías mestizas y saberes marginalizados.
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